Ni ayer ni mañana, ¡hoy! Mañana sería demasiado tarde; ayer ya solo de recuerdos y dolor sirve; tiene que ser hoy el desmantelamiento de la corrupción, pues lo único que logramos no haciendo nada, es que los poderes del mal se reorganicen, y que los que algo están haciendo, se amedranten e inmolen inútilmente.
Hay que separar ya, corruptos de corruptores. Eso solo se logra uniendo al pueblo; el pueblo debe ser parte del gobernar; sin él, nada se puede dar; la lucha anticorrupción no puede ser resultado de una elección, es de acción y no sé cuál sea lo mejor en esto; eso lo deberíamos de socialmente consensuar. Pero lo que sí resulta cierto es que, es hoy, que se debe solucionar y eso no se puede postergar, pues solo significa más pérdida.
Negociar la paz, negociar con corruptos no es real, ya que son ellos los que detectan y tienen en sus manos poder y medios; y así, no se puede transigir con ellos. Es necesario impedir -decisión de honestos- que el que quiera ser funcionario con poder de decisión, no lo sea para mejorar su estado y si para ser servidores. Por dónde y cómo empezar en tal negocio, ¡tampoco lo sé! Lo que sí sé es que, en estos momentos, fuerzas de seguridad, campesinos, obreros, profesionales, estudiantes, religiosos, somos un pueblo desmoralizado y padeciente de muchos males.
El tipo de pobreza permanente, en la mayoría de personas significa crisis económica, violencia, escaso desarrollo industrial, precios y salarios no solo injustos sino de pérdida de capacidad adquisitiva. Todas ellas son situaciones y condiciones que alimentan la desmoralización y que en buena parte se originan de la corrupción. Si bien es cierto que el retiro de funcionarios llamados “peces gordos” en algo disminuye la magnitud de la corrupción y el mal gobernar, eso no toca los mecanismos para preservar el aparecimiento de nuevos corruptos y pobreza institucional de todo tipo, que es a lo que debe apuntar una renovación estatal.
Dejémonos de tonterías y boberías, si ni derechas ni izquierdas han canalizado ni dirigido la insurrección popular que vivimos desde el 2015, es porque ésta nacida sin programas ni líderes claros, sino de forma espontánea de abajo hacia arriba es fundamentalmente una manifestación de hartazgo, de una gobernabilidad que nos ha hundido en una tiranía de saqueo.
No sabemos cuáles serán las alianzas del próximo gobierno, para apoyar el movimiento de protesta actual, que realmente y en estos momentos es un poder paralelo al estado, el cual trata de cercarlos y cercenarlos. No sabemos si el próximo será solo un gobierno de transición; lo que sí es cierto es que el cambio y renovación democrática y gubernamental ya está en marcha y lo importante a estas alturas, es terminar con la desmoralización política de la población y pasar a la acción.
Y la gran Esperanza: Ojalá el estado futuro, alimente la protesta y renuncie del todo a los viejos métodos que favorecen la corrupción política y social. No cabe duda que habrá contradicciones y antagonismos entre facciones, pero la lucha debe ser contra todo tipo de monopolio en el poder, a fin de evitar una nueva clase burócrata con el mismo rumbo de corrupción institucional y tónica de ineptitud y una dominante población desmoralizada.