En lo que va del presente siglo, cualquiera que haya estado involucrado y preocupado, en la creación y sostenibilidad de una verdadera democracia, se lamenta con que no es fácil ni siquiera ser optimista.
En el tema, no es únicamente el Estado lo preocupante ¡de ninguna manera! El problema es cómo estamos reaccionando colectivamente ante la situación político-social que vivimos.
¿Le gusta el cine? Espero que sí, porque voy a usarlo para ejemplificar esa actitud nuestra.
¿Vio “Armagedón”? se lo cuento: Un asteroide está a punto de chocar contra la Tierra, la NASA le pide a Bruce Willis y su equipo de musculosos que salven el mundo y ellos alcanzan el cuerpo celeste en curso de colisión con nuestro planeta y lo destruyen con bombas atómicas. Muchos años después, otra versión de “Armagedón” nos muestra un cometa de nueve km de diámetro, más o menos un Monte Everest, que viene hacia nosotros. Se desatan tsunamis de kilómetros de altura, terremotos que abren abismos y nubes de fuego que se expanden a la velocidad del sonido en todas direcciones hasta envolver todo el planeta. En resumen, la llegada de este cometa borrará a la humanidad de la faz de la Tierra. La pregunta es ¿estamos seguros que eso pueda suceder? Sí, muy seguros. Los mejores científicos del mundo han hecho los cálculos. Todos están de acuerdo.
En esas cintas cinematográficas como en otras que le son hermanas ¿Cómo reacciona el mundo? Nadie hace nada. Eh… eso es dudoso ¿Cómo nadie hace nada? Claro, que hay quienes no lo creen, quienes cuestionan la ciencia, quienes atacan a los propios científicos, quienes culpan a quienes descubrieron el cometa, y quienes están más interesados en la vida privada de cantantes y celebridades, que en la destrucción total de toda la vida en la Tierra.
Bueno, son películas de ciencia ficción, pero ¿no estamos exagerando un poco con ellas nuestra realidad? Creo que no, como ya dije, éstas y otras películas que les son similares, por desgracia resultan una enseñanza de lo que está pasando con nuestro gobierno, nuestras autoridades, un sector privado explotador incluso de su propio sector, un sistema judicial cargado de injusticias incluso contra sus propios miembros y un legislativo gobernado por negocios ilícitos. Todos ellos son verdaderos tsunamis y problemas, que desafortunadamente superan la imaginación peliculesca.
Nuestro asteroide se llama «crisis política, gubernamental, climática y social» y la reacción de la gente es prácticamente idéntica a la de las películas. Todos esperamos que Arévalo y sus compañeros solucionen. Sabemos qué está pasando, sabemos qué conmociona a individuos y a la sociedad a nuestra Nación y todos los daños que eso ocasiona. Sabemos que sus efectos son lo suficientemente grandes, como para causar una extensión masiva de daño social económico en todos nosotros, aunque sea en diferente magnitud y aspectos. Todos estamos siendo perjudicados.
¿Cómo reaccionamos ante ello? pasivamente.
Se supone –me dirán algunos- que películas como las mencionadas son una sátira. Aún así, esas películas son claro ejemplo y muestra precisa, de la aterradora falta de respuesta de la sociedad al colapso que tiene encima no digamos que le viene. Los más vivos, agarran valor y se van.
Los grupos conscientes de la sociedad y sus líderes, han estado haciendo todo lo posible para despertar a la gente y evitar la destrucción de una incipiente democracia, corrigiendo su rumbo. Decenas de artículos y de entrevistas han producido y comentarios y reflexiones nacionales e internacionales apoyan su loable esfuerzo e intenciones para enderezar el barco, pero las cosas importantes que deben hacer, necesitan de la participación del pueblo.
La evidencia de la corrupción en todos los aspectos de la vida estatal y social es abrumadora, incontrovertible. Primero hay que erradicar el mal y luego rehabilitar; ambas acciones requieren de la participación de todos, de lo contrario aunque hayamos electo a la persona y al grupo correcto, con nuestra actitud y pasividad, seguiremos subvencionando los males, provocando que una mayoría viva de manera completamente insostenible.
¿Qué es un problema demasiado grande? Claro que lo es, pero no se detendrá con quedarnos de observadores, pues es demasiado complejo y necesita que tomemos cada quien la responsabilidad que nos corresponde y por el tiempo que se necesite.
Tal vez la enseñanza de otra película como “no mires arriba”, nos pueda mover un poco y haga despertar en nosotros más allá de una toma de conciencia, un participar ante este momento difícil que estamos atravesando y finalmente empecemos a darle importancia a lo que más importa. Está más que claro que solucionar el problema de la inercia popular significa pensar en un modelo de democracia diferente al actual. No podemos seguir con la costumbre de comportarnos ante los eventos nacionales como cobardes e impotentes; esperar a que el héroe del momento haga cambios y renovaciones por nosotros. No vale refugiarnos en espera de que actúen otros.