Creo que algo que no puede pasar desapercibido al nuevo gobierno que está por empezar, es lo indiferente que somos como pueblo y gobierno, sobre las desgracias y los que la padecen. No somos ignorantes al respecto, aunque si lo decimos como ignorar, eso sí lo hemos hecho por generaciones: Ignorarnos como Nación.
A estas tierras vinieron primero los españoles y se maravillaron de su gente, pero no hicieron nada por ayudarla y mucho menos compartir; se maravillaron de sus riquezas y las explotaron a la par que lo hicieron con la gente. Luego que estos países se independizaron de los hispanos, fue para caer en manos de los criollos, que continuaron haciendo lo mismo que sus antepasados. A inicios del siglo XX, los siguieron los americanos y otros europeos y vuelta a lo mismo. Seguramente nuestra historia es una historia de cinco siglos de imposición de un colonialismo, que ha venido a castigar a la mayoría con un modo de vida en que predomina la explotación en su estilo de vida y su cultura. La pregunta es ¿Qué va a pasar ahora?
Es obvio que aquí no pueden hacerse generalizaciones, pero si plantearse interrogaciones, dentro de las cuales dos dominan ¿En qué forma va a salir de este estado de pobreza nuestra gente? ¿Y hacia dónde? Para principiar, debemos tener un poco de optimismo y balancearlo con nuestra realidad. En Guatemala hay suficiente gente sabia y buena, para que se piense seriamente en un modelo de desarrollo con justicia y equidad, adaptable a nuestras circunstancias y que tiene entre manos la ciencia y la tecnología más adecuada, para transformar la salud, la educación, un sistema económico y laboral, superiores y mejores a cualquier cosa que se haya tenido antes y que apunte al bienestar de las personas. Donde dudo que se tenga personas adecuadas, es en la aplicación de esa ciencia y técnica dentro de marcos de honestidad, justicia y equidad; además de que se otorgue el debido poder a esos sabios, que les permita luchar por adoptar y adaptar mejoras sociales que debemos seguir.
De igual forma en lo social, se necesita apertura de espacios de poder, en que se pueda desarrollar un repensar profundo, sobre lo que queremos hacer y hacia dónde queremos caminar.
Todo lo mencionado, necesita de un espacio de poder, para establecer el diálogo en iguales circunstancias, para que los pueblos puedan elaborar, ellos mismos, un modelo, al cual puedan aspirar sin imposición. Diálogos en circunstancias y desigualdades de poder, es un fracaso.
No tenemos aún nación en el verdadero sentido: somos pueblos. En nuestras propias culturas nativas, tenemos muchas cualidades y cosas buenas y muchos defectos y cosas malas. No todo lo que nos viene de afuera es bueno, ni todo es malo, ni viceversa. El país, con las nuevas comunicaciones, no ha logrado en nuestro medio mayor comprensión de las diversas culturas, entonces un gran reto es llegar a un acuerdo acerca de cuál pudiera ser el modelo para una vida mejor y más justa para pueblos, individuos y la nación. Un reto que rápido demandará de una praxis real, justa y correcta. Y para llegar a ello, vamos a necesitar sufrir antes muchos conflictos solo solucionables si se desconcentran poderes. Una trasformación nacional con sabor a independencia solo será posible, si en el mundo nacional que se pretende formar, influyen decisivamente y al mismo tiempo, hombres y mujeres sabios y buenos que lo comprendan, y hombres y mujeres ciudadanos, que cumplan con deberes y obligaciones y gobiernen a la par de sus autoridades. Sin unir esos dos mundos, el fracaso está asegurado y no podremos conformar un mundo mejor.