Desde la década de los setenta, los organismos internacionales de salud, han señalado que se hace necesario reordenar las prioridades y la forma de funcionar actual de los sistemas nacionales de salud, poniendo mayor énfasis en la salud, que en la enfermedad. Eso significa entrarle a los determinantes sociales y ambientales, principales instigadores de la enfermedad y eso significa hacerle frente a los causales de esos determinantes, que casi siempre se relacionan con factores económicos y de explotación y producción, que toca los intereses y bolsillos de las élites, que han provocado tales desequilibrios socioambientales.
Cuando escudriño los planes de gobierno de los partidos políticos en contienda en estos momentos, surge de mis labios incrédula sonrisa: el problema de darle vida y vigor a un derecho tan grande como es el de la salud, no se puede encasillar en una institución; ese problema tiene sus raíces en una estructura y comportamiento social que va desde la forma de concebir lo laboral, lo industrial, lo técnico, la explotación de la naturaleza, hasta el acceso a los recursos para dar cumplimiento a los derechos humanos. Por más que se quiera reformar una institución, llámese salud o educación, eso no resuelve los problemas de salud y educación nacional; eso necesita de un nuevo sentar de pensamiento y práctica social y eso significa ideología entendida ésta como saber, capacidad y práctica, que fija los marcos del accionar social realmente en beneficio de lo social y no como ésta ha sido a la fecha, dominada por la voracidad del instinto y la satisfacción personal a base de monopolios y privilegios.
Es bueno lo que dicen los planes de ambos partidos en que: Fijan postura al principio básico de la acción social: el diálogo entre el conocimiento, la capacidad y la práctica que determina la grandeza y utilidad de una institución y que es lo que debe servir de modelo decisivo para la acción doxa, episteme y technique a un fin; pero no resulta suficiente, si no se une al objetivo práctico político y social de bienestar que manda la ley y que obliga a plantear la acción más allá de lo institucional (cosa que no se ve así en ninguno de los planes de acción de los partidos) con lo que se enreda y pierde poder el accionar en la salud, dejando al margen el verdadero sentido de salud y bienestar y dando cabida únicamente a un sistema político de salud, que busca el aplauso de las masas (número de hospitales, ambulancias, centros de salud) y suscitar emociones de satisfacción y placer.
Creo que deberíamos releer un poco a Platón que nos deja sabia enseñanza sobre el gobernar justo y productivo: El hombre es cuerpo y alma: al Estado le compete abrir posibilidades de cuidado de ambas, desde el plano social. La rama de la política de velar por el cuerpo y el alma de la sociedad, de sus miembros, se llama legislación; mientras que la de evitar daños es la administración de la justicia y ambas necesitan de honesta, correcta y eficiente administración que se llama ejecución en todos los campos de la causalidad.
Por consiguiente, un plan de estado y una política nacional no deben cursar en paralelo, no deben estructurarse y funcionar como poderes de estado y caminar con autonomía de objetivos y metas; en nuestro caso, apuntar todos esos poderes a: salud y bienestar social; cosas que actualmente no vemos ya que salud y bienestar se logran solo por unos pocos y a base de privilegios e injusticias. Si se quiere erradicar los males sociales y ambientales que afectan la salud, los programas de trabajo propuestos por los candidatos deberían ser claros en políticas y acciones para coordinar entre los poderes de Estado y llevar a una cohesión y trabajo hacia un fin común, tomando como punto de partida, el problema de la equidad y la justicia.