Según Thomás Szaz, una herejía se comete, cuando lo correcto es hacer algo que está mal. Bajo esa definición, muchos funcionarios públicos son herejes, muchos ciudadanos también; unos por hacer lo que no deben y otros por tolerarlo. En ambos, la herejía es un mal actuar y comportarse fuera de la norma y asumir la actitud de agresión y agredirla. Ante esas actitudes (no indagamos razones) se produce contradicción mental y emocional en los miembros de los bandos. En la población, de insatisfacción de derechos y justicia y de satisfacción en ver caer al poderoso (aunque se lleve sus bienes); en el funcionario, de satisfacción ante la estructura y funcionamiento del Estado, que le permite acceder al poder y riqueza, violando normas; y de insatisfacción por la incomprensión del ciudadano.

Mientras que el funcionario incumplidor se siente satisfecho con la realidad sobre la que actúa, la población trata de evadirla: unos migrando, otros aumentando su violencia y agresión hacia el medio y otros conformándose. Todos justificando actitudes y accionar, basándonos en lo emocional o pasional y muy pocos o una minoría, en un correcto uso del pensamiento y la reflexión. La norma y justo en ambos casos se ha perdido, sustituyéndose por falsas y fantasiosas realidades. En términos de realidad, el sentimiento del derecho y la justicia al perderse, hacen upa a la creencia “Si todo lo que existe y sucede es así, es porque así debe ser y es más peligroso tratar de cambiar algo” o en “un no es necesario cambiar nada, solo personas”. En este comportamiento sucede algo más: el ser individual y social, movido por deseos y emociones, aprende a justificar un “no se puede”, que se vuelve excusa, llegándose a extremos como que lo que sucede es obra divina, culpa del vecino o de otros. Tal proceder, manda a la ciudadanía por el mundo del conformismo y el escepticismo, a la inmovilidad; dándole a los infractores poder de guiarse por la injusticia y la violación de derechos humanos, cortándole todo progreso a la democracia y al desarrollo social nacional.

Así, a lo largo de nuestra historia, el crimen y todo tipo de criminalidad, se volvió una cotidianidad, pues prácticamente cerramos los ojos a la realidad e importancia del mal y esa herejía a lo que nos conduce, es a compartir una moral nacional deteriorada y en ese caos, aún la caridad y el derecho en todo su sentido declinan, pues sin reconocimiento y lucha contra tanta y tan variada indignidad, se dejan de ver las miserias de la pobreza el dolor, la ignorancia, que se deberían socorrer y públicamente se deja de atenderlas.

Pero hay algo más grave también en eso de escepticismo, inflexibilidad e irresponsabilidad ante el mal: la formación del hábito producto del acostumbrarse, que lleva a estar satisfecho con los tiempos y a perder obligación y responsabilidad ciudadana y ante eso, lo grave se vuelve querer producir variación.

Las personas honestas, que aún somos mayoría, estamos totalmente impotentes ante los poderes históricos en que se ha venido desarrollando nuestro hacer nacional, que en nuestras circunstancias políticas y sociales, no puede dar espacio a esperanza y mucho menos espacio a la democracia, pues esas fuerzas atacantes (políticos, narcos, industria y banca) aunque minoritarias, son las únicas con poder dentro del Estado, mejor dicho, son las fuerzas propietarias del derecho y justicia, que tienen en sus manos leyes y jueces, que se disponen a su interés y antojo.

En realidad, el voto en tales circunstancias, viene a ser una forma irreal para que la mayor proporción posible de gentes, puedan acceder a un derecho ciudadano y por mas padrenuestros que le pongamos a este, al haber entregado nuestra soberanía desde hace mucho, hemos creado y dejado cada cuatro años a mera contemplación, a que otros malvados nos devoren y se apoderen de nuestro futuro. Es muy cierto que, en nosotros, la historia no ha sido maestra de nuestra vida. Ni somos gracias a la experiencia más prudentes (repetimos errores una y otra vez) ni somos más sabios (no corregimos lo que deberíamos, ni tampoco para mucho).

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