Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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36Cuando hablamos de salud, podemos hablar de tres personajes en su producción y reproducción.

En primer lugar, tenemos el sistema de salud con sus profesionales, que suspiran y añoran por una convivencia humana, donde prevalezca la salud y a lograr eso se dedican y sus anhelos descansan en conocimiento, valores y creencias, que adquieren durante su formación y vivencias, teñidas de luchas para transformar gente y ambiente y lograr librarlos de las enfermedades. Añoran contar con todos los recursos para ello, recursos que siempre les limita el logro de todos sus anhelos profesionales.

El enfermo por su parte, relaciona la salud con la dignidad humana; con el respeto del otro por él y lo que le sucede y para ello espera contar con su colaboración y respeto por su sufrimiento y lo que le pasa, esperando que el prójimo haga todo lo posible (profesional de la salud o familiar) para su curación, a fin de volver a su vida cotidiana.

El sano añora que ciencia y técnica evolucionen y logren, si no erradicar, al menos prevenir las enfermedades para siempre, de modo que no puedan reproducirse ni en el presente ni en el futuro en él.

Tres personajes, tres utopías, que expresan añoranza por un mundo que entrelace mejor las relaciones individuales al mundo que les rodea y es entonces que surge la utopía, porque, en primer lugar, ese mundo que rodea a cada uno de los personajes, es el que propicia y hace nacer causas, elementos y prácticas de vida, que van de la mano con las enfermedades y la falta de su atención debida.

En segundo lugar, cada uno de ellos es un actor con limitado control sobre las condiciones sociales, naturales y políticas, origen de muchos males y enfermedades.

En tercer lugar, el medio mismo en que se mueven, ejerce una influencia selectiva sobre cómo se comportará la enfermedad y sobre lo que pueden hacer y hacen otros por ellos, no solo para prevenir enfermarse, sino para sanarse cuando se está enfermo.

Cuarto, la salud en buena parte depende del sistema político imperante. Cuando alguno de nuestros personajes realiza cualquier maniobra o se incorpora a programa político, cada uno de ellos se ve no solo influido por la calidad del sistema, sino impactado por el medio social en el que espera o se desarrolla.

Finalmente, existe un problema llamado prejuicio. Cada uno de nuestros actores, por mucho que su educación esté impregnada de conocimientos y ciencia, son víctimas en diferente grado, de creencias, valores, preceptos y recursos, que conforman su medio social y que le hacen comprender tanto la salud como la enfermedad de distinta manera.

Hay que partir de un hecho que constituye el escenario en que se desarrollan nuestros personajes. Vivimos en un mundo sin dimensiones adecuadas de honradez, suficiente cooperación, plagado de injusticia y falta de equidad, respeto, integración armónica con el mundo natural, que permite dadas esas anomalías, la existencia de miseria en todos los sentidos y un abuso sistemático contra la persona y que, por lo tanto, da lugar a un mundo lleno de discriminación y enfermedad.

A lo anterior se suma un régimen de gobernar, que somete a la mayoría a una autoridad, que subordina sistemáticamente unos seres humanos a otros y que produce luchas injusticias y abusos y es precisamente, en ese mundo, en el que nacemos y nos desarrollamos, el que nos hace concebir utopías que nos invita a emocionarnos, pero no a razonar.

El camino para contrarrestar la situación planteada es uno: debemos invertir la ecuación. En primer lugar, es necesario el estudio del medio político, social y ambiental; encontrarle las razones que le hacen ser así y de cómo eso nos afecta a los profesionales, a los enfermos y a los sanos, a fin de no confundir el brillo de lo esperado con lo que debemos hacer y como diría un colega “el brillo de la influencia genética y su potencial humano”. En segundo lugar, sin asumir responsabilidad en las condiciones sociales en que nos corresponde ejercer (no me refiero al voto) la ciudadanía con responsabilidad y cumpliendo las obligaciones que esta nos impone, no podemos alterar lo malo de un sistema y no cabe esperar a que el medio político lo haga.

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