Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Desde el 2020 en Guatemala, funciona una comisión nacional contra la corrupción, adscrita a la presidencia y creada para: “desarrollar mecanismos de prevención y lucha contra la corrupción en el Organismo Ejecutivo y, por ende, acciones legales que permitan la recuperación de los fondos públicos defraudados”. En abril del 22, el congreso de la república instala una comisión con similares fines, que ha realizado mesas de trabajo con sociedad civil, para analizar y discutir temas de transparencia de la administración pública.

Desafortunadamente, la organización y funcionamiento de tales comisiones, parte de una engañosa premisa: «une pecador y pecado”. ¿Acaso puede el tramposo juzgar él mismo su actuar? cómo se puede esperar resultados y noticias triunfales sobre lo que hagan esas comisiones, cuando esos organismos y muchas personas que las integran, carecen de fiabilidad y son parte del cáncer de corrupción y aun esperando que sea honesto su actuar ¿a quién encomendarían la solución de tal problema? ¿A un organismo judicial lleno de corrupción? En resumidas cuentas, somos observadores de un actuar diario de funcionarios públicos, diputados y jueces, que no cumplen ni defienden las leyes, ni imparten justicia, porque sus colegas y muchos de ellos, han caído en ese mundo de ilegalidad.

Los informes de esas comisiones podrán estar llenos de buenas recomendaciones, intenciones, para una regulación más sólida e integrada de lucha contra la corrupción y los mecanismos de esta; pero ni los organismos de los que dependen esas comisiones (presidencia, congreso) quieren más atención sobre ello y reducción de esos riesgos, ni la justicia pretende realizar dictámenes a favor de minimizar la exposición a formas de corrupción, a través de la legalidad y el llamado obligatorio, para que se cumpla la ley, no cuando sea posible sino siempre y por todos. Esas comisiones, a más de ser una burla para la ciudadanía, son bocanadas de aire contaminado que llena los pulmones, de un status quo favorable a LA CORRUPCIÓN.

Debemos tomar clara conciencia, que las cosas y hechos que facilitan la corrupción, y en consecuencia, una solución a ese nefasto problema, solo puede partir de gente que no apoye y subestime la magnitud y las consecuencias que esa corrupción impregna, en la vida y estilos de vida de una mayoría. Una mirada integral del problema, debe denunciar con claridad, no solo una «metodología defectuosa y obsoleta del Estado» por mantener espacios gubernamentales que facilitan esa corrupción, sino señalar y poseer un accionar, capaz de implementar las correcciones que demanda la situación. Correcciones que jamás van a nacer de los que se benefician de ella.

Una vez más, no sorprende a ninguno esas comisiones engaña babosos. Y como bien sabemos, el retroceso para una buena lucha contra la corrupción, jamás ha comenzado en serio, a partir de un Estado liderado por los notorios aguadores de la justicia y el cumplimiento de las leyes. Dejemos de engañarnos, no existe contra la corrupción, una contraofensiva en marcha seria, y la campaña electoral que se avecina, estará llena de juramentos y promesas de acabar contra ella; pero dicha campaña, servirá para darle más piernas a la situación que vivimos, sin permitirle que vea la luz del día, sea quien sea el que gane, una lucha tan deseada contra la corrupción. Detrás de la escena electoral, los pactos maléficos ya se están concertando.

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