Ha concluido una reunión más de los señores de la guerra mientras el otro señor la tiene con Ucrania; evento en que se ha repartido el negocio de las armas y odios y definido posibles frutos y futuros saqueos. Nada de posibles acuerdos, compromisos y responsabilidades, para producción de acciones que atiendan y neutralicen las causas y efectos que provocan esa falta de paz, prosperidad y equidad y que son disparadores de guerras.
De tal manera que no es erróneo, deducir de tal reunión un perverso repartimiento de botín, a expensas de odios, malentendidos y el dolor entre pueblos. Por consiguiente, no se puede hablar de fracaso de la reunión, pues paz, equidad y prosperidad, seguirán bajo las manos y la represión de poderosos intereses perversos y por lo tanto esas palabras: paz, prosperidad, equidad, en tales reuniones solo es una cosa hueca e irreal, pues esos hombres reunidos, a diferencia del hombre de calle, lo que buscan es beneficios propios y de sus patrocinadores, entiéndase industria armamentista y de guerra, comerciantes, financistas y buscadores de materias primas.
Así que pecaríamos de ingenuos, sí esperamos para el mundo, producto de tal reunión: paz y mayor prosperidad con equidad. Eso sigue estando fuera de agendas mundiales. En la ceguera psíquica de los poderosos, solo cabe ambición y acaparamiento a través de un juicio y razonamiento basado en lo bélico y un botín. Por lo tanto, tal reunión solo es presagio de más muerte y continuación de una lucha infinita entre odios y ambiciones, muy lejana al mito y la epopeya y muy cercana a una terrible pelea por el poder y los bienes entre clases poderosas a expensas de la muerte de inocentes. Lejos queda de tales encuentros, el deseo Homérico de hace siglos: “Ojalá la discordia perezca entre los hombres y poderosos y con ello la ira que al hombre sensato enloquece”. Lejos están esas reuniones, de terminar con ansias de poder y de dinero que desembocan en guerra y destrucción de pueblos, pues esos hombres no están amparados en ansias de gloria o de permanecer en la memoria de los hombres; no les mueve un sueño de victoria para la condición humana ni un intento serio de resolver, van en pos de incitar.
Para terminar, bien vale recordar las palabras del maltrecho griego Tersites ante las puertas de Troya: “Quiero explicaros lo que yo sé, para que así también vosotros comprendáis lo que yo comprendí: la guerra es una obsesión de los viejos, que envían a los jóvenes a librarla”. Para nuestro caso, esos viejos son los poderosos señores de estado y finanzas, únicos beneficiarios de tales contiendas.