Alfonso Mata
Estamos viviendo tiempos difíciles: la pandemia de coronavirus, la pobreza, la corrupción pública y privada, la falta de justicia se mezclan y aúnan para mantener en vilo la destrucción de una nación.
Decisiones mezquinas por los organismos de Estado, son destinadas a poner fin a toda clase de legalidades y de correcciones de los problemas antes mencionados, en un esfuerzo por satisfacer ambiciones personales públicas y privadas. Es más que palpable, que vivimos dentro de una nación sin derecho ni soberanía, afectando con eso las diferentes áreas de la vida de todos.
Es más que conocido, lo mal que funciona la lucha contra la corrupción, la pandemia, la pobreza. Pero la adquisición de conciencia nacional sobre la tragedia que produce eso en la vida y un estilo de vida de la mayoría, eso si no se ha logrado, no es de dominio público y por consiguiente no se da viabilidad a soluciones ni de corto ni de mediano plazo y como resultado la magnitud de todos los problemas aumenta y no termina de cuajar en acciones concretas y positivas la lucha contra ellos, no solo por falta de liderazgo sino por la falta de conciencia que no permite accionar correctamente.
No se trata de condenar y castigar lo que ya sucedió, eso está bien, pero no es suficiente, se necesita desde el principio, evitar que eventos vuelvan a suceder lo que significa: que se haga justicia, que se eviten los robos al erario público, que cese la concesión de privilegios y que se implante un régimen de derechos. Para ello es indispensable pasar de una actitud social de indignación a una de compromiso y responsabilidad ante el cambio.
El sistema de desarrollo de la nación ha sido robado, piratas públicos y privados saquean la nación y esclavizan a la población, dejando al margen las victorias contra la pandemia, la corrupción, la pobreza y fortaleciendo un sistema de vida al margen de derechos. Una nación no puede vivir de deseos, tiene que vivir de accionar que es ir en búsqueda de su bienestar y desarrollo y esa es una lucha que no corresponde al extranjero sino al nacional, que es el que debe romper los cerrojos que lo atan. Bien decía el prócer Molina “Mientras el pueblo no haga suya la causa de la libertad y de la seguridad del Estado, ni unos ni otros tendrán apoyo”.
Pero eso implica cambios: Debemos cerrar ese espacio de comportarse de muchos, que ante la ceguedad que les produce sus pasiones por poder, fama y dinero, se lanzan tras lo indebido sin considerar los males que con ello causan al país, su gente actual y futura.