Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Alfonso Mata

Ignoro cuál fue la intención la semana pasada; la justa dimensión de las aclaraciones y explicaciones de los prelados de la curia sobre la situación nacional, pero las tildo de desacertadas y paso a explicar por qué:

Sobresalta a cualquier ciudadano, su petición de justicia para sentenciar verdades o falsedades, cuando de sobra es sabido que no gozamos de justicia alguna. Es engañoso y engañar, no entender que llevamos doscientos años, así como se oye, luchando en pro de que ésta al menos asome la cara, o es que acaso ¿los mártires de la iglesia guatemalteca que se despedazaron por la verdad se les hizo justicia? o ¿es que las verdades tristísimas de la vida nacional, deben esconderse tras las vestiduras eclesiásticas, dejando intacta la ceguedad de las pasiones, que tanto mal ocasionan y han ocasionado gobierno tras gobierno a la nación? En estos momentos, sus aseveraciones y declaraciones se me hacen similares a las externadas en la llamada “acta de los nublados” que se dio en los albores de la independencia, argumentando que se “aclaren los nublados del día” cuando el sol radiante mostraba más que evidente la debacle de la justicia de la corona. En su caso, no es perdonable tal negligencia; eso es darle una trompada a la lucha y en muchos casos al heroísmo del que ha luchado por libertad y justicia; vendar los hechos. No todo es cierto, pero tampoco lo medular mentira.

No me cabe ninguna duda que el cristianismo es la mejor escuela de ética y de moral y que esa enseñanza se resume en respeto: respeto a la ley y al bien público y privado; pero cuando este falta (si no tenéis el tiempo para indagar, poned a otros), cuando ese respeto se omite y me cubro con el peso de mis deseos y pasiones, se rompe el orden y la justicia, sin poderse salvaguardar la moral misma del Estado y la Nación. Y cuando el qué debe y tiene el poder de señalar y sancionar esos errores calla, es cómplice y algo peor, da espacio cotidiano a la trasgresión e inmoralidad. Sus palabras huelen a hacerse a un lado; no están ustedes trabajando, para lograr el buen funcionamiento de la sociedad y ¡no lo acepto! No aceptó que tergiversen las cosas, propiciando respetar lo que no es respetable, como lo es el progreso de individuos e instituciones a base de injusticias y sinvergüenzadas, favoreciendo que en nuestro medio “la opulencia sea producto de un robo” como lo rechazaba San Jerónimo y de igual forma, parece que olvidan que “los murmullos de los pobres, nunca pueden llegar a las tribunales (añado: aunque sí a las fronteras) y que siempre son justos” -también expresado por otro Santo.

No estoy desmoralizado, estoy sorprendido y es entonces que me vienen preguntas sobre sus palabras: ¿Por qué esas interpretaciones y explicaciones de lo nacional, a sabiendas de que por todos lados que sea y se vea, lo que existe es corrupción, se hable de epidemias endemias, construcciones, educación, nepotismo? Corregidme, soy católico ¿es qué el cristianismo no aspira a ver realizada la justicia en esta tierra? ¿es válido el Estado en dirección opuesta a la Sociedad? preguntas que se deben contestar a todos de su parte ¿no creen?

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