Alfonso Mata
Ayer hoy y mañana, siempre estarán las estadísticas al servicio no de la verdad sino del interés de quienes las levantan. Manipulación en juego y en manos del mejor postor y pagador, que indudablemente las usa a su antojo e interés. No en balde Miguel Ángel Asturias hace 50 años se preguntaba de ellas y escribía -cito literalmente: «Las estadísticas. Esos números que avanzan en formación militar, como ejércitos columna tras columna. Y al final… ¿no sé, pero se habrán dado cuenta -me pregunto- de que a diario se publican estas estadísticas, cuya finalidad es casi siempre demostrar matemáticamente que la humanidad va avanzando hacia el caos, la destrucción o la locura? ¿No habrá -se preguntarán ustedes conmigo- otra clase de estadísticas? ¿Qué interés hay en hacer estas constataciones que parecen irrefutables? ¿No existe además de la cifra su interpretación?
¡Si! detrás de las estadísticas -ya se trate de las que nos señalan la magnitud de la evolución de la pandemia; del número de vacunados; de las inversiones directas o indirectamente; de costos- resaltan y dominan los intereses de funcionarios y negocios oscuros, obligando a que estos se acompañen de mentiras y adulteraciones de cifras.
Hace unos días platicando con un amigo muy afín al gobierno por los negocios que con él realiza me decía: «Es útil mentir» y me afirmaba «la mentira de tanto repetirse y durante el tiempo suficiente -eso lo saben políticos e iniciativa privada- agarra tinte de credibilidad y si no me crees, oí al presidente y sus funcionarios: una y otra vez recalcan a la mente del ciudadano lo bien que vamos y lo grande que ellos hacen para que eso sea así» y concluyó «Esa es una de las grandes enseñanzas de Goebells, el lugarteniente de Hitler: convence al incrédulo y resigna al no creyente» como respuesta a esas aseveraciones, pensé en la pobreza de nuestra reacción ante el negocio fraudulento de la compra de vacunas, de las pruebas de los tests, de precios alterados a equipos y material y de cómo ante ello, las estadísticas se ajustan y contradicen y resonó en mi conciencia el «Qué sería de ustedes si nosotros no estuviéramos aquí» externado por un alcalde en la radio.
Pero la manipulación estadística no sólo voltea su cara hacia fraude y latrocinios, también a la protección legal o no, de todo tipo de negocio que se ve alterado por la pandemia: turismo, transporte, alimentación, espectáculo. Así que esas cifras de proporción de casos y muertes por coronavirus, de acciones e intervenciones, no pueden ir en contra de políticos y comercio, industria y finanzas. Y entonces se pregona a diestra y siniestra con números en mano: «esta es oficialmente nuestra situación, estamos menos jodidos que el resto de países; estamos haciendo más que cualquiera de ellos».
Así que podemos hablar de dos estadísticas; una que muestra y otra que demuestra. La primera va a parar al fondo de los basureros de las instituciones, la segunda de la mente de las poblaciones y llena los bolsillos de los beneficiados. A la primera se le da la siguiente interpretación «eso no va conmigo» la segunda la reciben como «ésta si va conmigo». La que se muestra a la población, -aunque se conozca de su falsedad y mal uso con mucha precisión- éste se pone en cómoda posesión de ignorarla, no le añade ni quita a su mísera vida nada ni tienen nada en común con ella. Los que si la usan y la fabrican, le sacan provecho. Así sucede para todo. La exactitud de las matemáticas, se usa para ajustarla a intereses. Se mata la verdad, en aras de la voracidad.