AGUSTÍN TORROBA
Especialista en Biocombustibles del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA)
Agustín Torroba es Licenciado en Economía, Magíster en Energías por la Universidad de Buenos Aires y Diplomado en Economía de la Energía y Planeamiento Energético. Es Diplomado en Evaluación de Proyectos de Energías Renovables y Almacenamientos en la Universidad del Centro de Estudios Macroeconómicos de Buenos Aires (UCEMA). Fue asesor del ex Ministerio de Energía y Minería de la Nación Argentina y Director Nacional de Biocombustibles. Es autor de trabajos especializados, libros y capítulos de libros sobre biocombustibles y energía. Profesor invitado en Universidad de Buenos Aires y Universidad Austral. Actualmente, es Especialista Internacional en Biocombustibles y Energías Renovables en el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), instituto especializado de la Organización de Estados Americanos (OEA).
El bioetanol combustible, producido por materias primas de base biológica y utilizado para sustituir a la gasolina fósil, es un biocombustible muy difundido y utilizado en todo el mundo. Más de 60 países tienen programas y políticas públicas que buscan promocionar su uso. De acuerdo con una investigación del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) dichas políticas y acciones públicas, se fundamentan en tres pilares no mutuamente excluyentes, cuya importancia puede variar con el tiempo:
a. Aspectos medioambientales y de salud humana. Se vinculan a la reducción de GEI y/o al mejoramiento de la calidad del aire, que se ve afectada por la quema de combustibles fósiles.
b. La seguridad y la diversificación energética. Este pilar suele centrarse en el reemplazo del petróleo y los combustibles fósiles en países tradicionalmente importadores de crudo o sus derivados.
c. El desarrollo agrícola y cuestiones económicas. Los países con importantes excedentes agrícolas suelen orientarlos a la producción y al consumo de biocombustibles, lo genera una demanda más estable de estos y, en forma asociada, supone beneficios económicos derivados de la generación de empleo y valor agregado.
La seguridad y diversificación energética ha sido un elemento destacado en muchas legislaciones que promovieron el bioetanol. Se destaca el caso de Estados Unidos, que promulgó en 2007 la Ley de Independencia y Seguridad Energética, en la cual uno de sus catorce títulos se orienta exclusivamente a brindar una mejor “seguridad energética a través de una mayor producción de biocombustibles”. Esta ley fue antecedida por la “Ley de Seguridad Energética” de 1980, que también incluía entre sus ejes a los biocombustibles, específicamente, al bioetanol.
El programa de promoción del bioetanol de Brasil, Proálcool, fue el resultado de una estrategia de seguridad y diversificación energética como resultado de la fuerte alza en los precios internacionales del petróleo de la época. Asimismo, las actuales políticas de biocombustibles de Indonesia, Tailandia y Malasia se fundamentan en buena parte en aspectos de seguridad y diversificación energética.
Sin duda, Guatemala ha orientado sus avances para mezclar bioetanol con gasolina con un fuerte énfasis en la cuestión ambiental, lo que le permitirá cumplir sus objetivos climáticos. Además, el país posee una amplia disponibilidad de materias primas biológicas para producir etanol, generando empleo, valor agregado y desarrollo agrícola. Y, por último, al igual que toda la región latinoamericana, es netamente importador de derivados de petróleo, donde la gasolina tiene un peso relevante.
Es por ello, que el desarrollo del bioetanol carburante permitirá al país disminuir la factura de importación energética, disminuyendo la dependencia de los combustibles fósiles, del cual toda nuestra región es tomadora de precios. Más de 200 millones de dólares de importación de gasolina podrían sustituirse de utilizar bioetanol al 10%.
Cabe destacar que el país ha avanzado mucho en materia reglamentaria y se está preparando para la mezcla mínima de etanol carburante.