Patrick Adam es desde hace 8 años el director ejecutivo de la Cámara de Bioetanol de Maíz de Argentina y desde hace 12 años CEO de De Smet Contractors Latinoamérica, empresa dedicada a la ingeniería, provisión y ejecución de proyectos agroindustriales (aceite, azúcar, biodiesel, bioetanol, biogás, cogeneración de energía). Estudió la carrera completa de Economía y Finanzas en la Universidad de París, Panthéon-Sorbonne.
Fue sorprendente asistir a una reciente conferencia internacional, desarrollada por U.S. Grains Council y el Instituto Interamericano de Cooperación Agrícola, en la Ciudad de Guatemala. En este evento, se reveló una paradoja llamativa: este hermoso país centroamericano, a pesar de ser un productor destacado de etanol, aún no ha puesto en marcha su plan de mezcla de gasolina con etanol. Lo más desconcertante es que se debaten temas que ya han sido zanjados en todo el mundo.
El solo argumento ambiental –reducción de hasta 80% en la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI) respecto de las gasolinas– debería ser suficiente para su adopción inmediata. ¿Es necesario recordar que la quema de combustibles fósiles atrapa el calor en nuestra atmósfera siendo responsable del calentamiento global y del cambio climático?
El uso de combustibles fósiles mata cada año alrededor de 4.5 millones de personas en todo el mundo. Y si para algunos la vida no vale nada, tal vez el dinero sí: la contaminación procedente de la quema de carbón, petróleo y gas cuesta cerca de 3 billones de dólares anuales, equivalentes a más del 3% del PIB mundial.
Una investigación del Centro de Investigación en Aire Limpio y Energía (CREA) destaca que alrededor de 40,000 niños y niñas mueren cada año antes de cumplir los 5 años por la exposición a micropartículas procedentes de la quema de combustibles fósiles. Además, unos 16 millones de menores están afectados por asma por la exposición a gases.
Nos han hecho tan adictos al petróleo que este verdadero ataque a la salud de nuestros hijos pasa prácticamente inadvertido por lo que se ha relegado por décadas el avance de las energías amigables con la vida. Los biocombustibles no fueron la excepción.
Al igual que la industria del tabaco en su momento, se han sembrado con mucho talento y muchos recursos, y durante muchos años, mitos contra los combustibles líquidos ecológicos: los automóviles se rompen, las estaciones de servicio deben invertir cientos de miles de dólares para reconvertirse, son caros, exigen cambios profundos y complejos en el proceso de fabricación de gasolinas, conspiran contra la seguridad alimentaria, entre otros.
Las mentiras se repiten como un mantra con un doble objetivo: asustar a la población y a los gobiernos para frenar la implementación de un combustible renovable que sostiene a la agricultura y favorece el desarrollo socioeconómico.
Argentina, que mezcla 12% (E12) de etanol en sus gasolinas, Bolivia (E25), Brasil (E27), Colombia (E10), Paraguay (E25), Uruguay (E10), por solo citar países de la región, ya han demostrado la mala fe de los agentes anti-biocombustibles. A contrario sensu, sus beneficios son tan claros que, una vez implementados, no han dejado de crecer.
Argentina, por ejemplo, inició su programa con una mezcla E5 y ahora se prepara para llevarla al E15. A imagen y semejanza de Brasil, creará también un mercado libre por encima del corte obligatorio. En la tierra de Caetano Veloso y Pelé, el 46% del combustible para automotores es bioetanol.
Los expertos explican claramente que una mezcla E5, como se implementaría en Guatemala, debe ser considerada como un aditivo sustentable de las gasolinas y no como un sustituto, por lo que, mismo desde la atávica mirada del mundo petrolero, debería bregarse por su rápida implementación.
Pronto se darán cuenta de que, además de ser amigable con el ambiente, el bioetanol es, además, una poderosa y económica fuente de octanaje que permite eliminar aditivos venenosos y potencialmente cancerígenos, como por ejemplo el MTBE, sin contar su rol irreemplazable en las políticas de descarbonización del transporte.
Como humanidad tenemos que reconciliar rápidamente la lógica económica con la lógica de la vida: no hay más tiempo que perder, y menos aún por intereses egoístas que ignoran que cada sapiens tiene un deber con el presente y con las próximas generaciones: todos tienen derecho a vivir y a hacerlo en un planeta reconciliado con las condiciones de reproducción de todos sus ecosistemas.
Es por eso que las Américas esperan con ansias que Guatemala se sume pronto a la lista de más de 60 países que adoptaron al bioetanol y contribuya con su granito de arena para construir un país mejor en un mundo mejor.
¡Bienvenidos serán al tren de la vida!