Rudyard Kipling, autor británico nacido en Bombay, creó un personaje llamado Mowgli. Un niño de la selva que con el paso del tiempo se convirtió en alguien muy famoso y querido por muchos. Uno de esos personajes inolvidables no sólo por las características personales plasmadas por el autor sobre el papel, sino por las peculiaridades que envuelven eso que llega a constituir un verdadero misterio transformado en su particular existencia.
En 1895, en Sikandra, cerca de Agra, India, falleció de tuberculosis un hombre cuyo nombre ―que no le fue dado al nacer― era Dina Sanichar. Pasó gran parte de su vida en un orfanato, donde misioneros de la época intentaron reintroducirlo en la sociedad y enseñarle lo que todo niño de su edad aprende de una forma inconsciente, en virtud de que le es dado como una cuestión natural, normal, en el contexto de la vida cotidiana en sociedad.
Sanichar había sido encontrado en una cueva húmeda y oscura en lo profundo de las junglas de India. Tenía aproximadamente seis o siete años de edad ―habría sido difícil determinar su edad exacta, como es de suponer―. Su cuerpo estaba cubierto de suciedad y sus uñas estaban tan crecidas y afiladas que más parecían garras dispuestas para el ataque. La escena, a decir de los cazadores que le encontraron, era sencillamente desconcertante.
Los ojos de Dina Sanichar nunca perdieron esa extraña forma de mirar al mundo, ni siquiera en sus últimos días, como con recelo, como con incredulidad de que algo más allá de lo que había experimentado en sus primeros años era posible. Había sido criado por lobos, cuadrúpedos ágiles siempre al acecho de aquello que no son capaces de entender: eso que hoy llamamos el mundo civilizado, a pesar de guerras, incertidumbres y falta de sensibilidad.
El Mowgli de la vida real aprendió a caminar erguido y a vestirse, pero nunca dijo una palabra. Su comunicación no era más que sonidos similares a gruñidos. Prefería no usar utensilios para comer y disfrutaba más de la carne cruda que de los alimentos cocinados. Su historia perduró a través de los años como parte de la historia colonial de aquella parte del mundo. Hoy hay quienes creen que fue la historia que inspiró a Kiplin para crear a Mowgli, el niño de la selva.