El grado del desarrollo que ha caracterizado cada etapa de la historia humana, tomando en consideración que la génesis de la ciencia usualmente ha sido el impulso de satisfacer determinadas inquietudes o necesidades, constituye un proceso complejo al que se suman experiencias que luego van dando paso a la sistematización del conocimiento.
Actualmente, la humanidad ―en términos generales―, se encuentra ante disyuntivas cada vez mayores que van desde lo ético y lo moral, hasta planteamientos que cuestionan hasta dónde será capaz el ser humano de llegar para alcanzar esos avances y desarrollo científico-tecnológico con el que ya convivimos cotidianamente.
Muchas son las elucubraciones que pueden realizarse al respecto, desde las bien fundadas con bases científicas, hasta las que para muchos probablemente sonarán risibles o basadas en teorías conspirativas. No obstante, lo cierto es que, aunque así suceda, tarde o temprano todos nos vemos alcanzados de alguna manera por esos avances.
Los teléfonos celulares ―por ejemplo―, son sólo una pequeñísima muestra de ello. Los microondas, las aplicaciones basadas en inteligencia artificial, la identificación facial o la manipulación genética, son una realidad palpable en nuestro moderno día a día, asuntos que tan sólo diez o quince años atrás quizá eran una suerte de ciencia ficción.
Todo ello ha cobrado vida vertiginosamente, de forma acelerada, sin que lo percibamos cuando ocurre y en algunos casos con efectos aún inciertos cuyo debate se va tornando necesario de cara a la realidad de un futuro cada vez más cercano. La tecnología también conlleva riesgos y responsabilidades que se hace necesario asumir.
Hoy, consideramos nuestros teléfonos móviles como una suerte de extensión de nuestro propio cuerpo, y sentimos que su utilización nos brinda una suerte de libertad mediante la cual podemos acceder rápidamente a herramientas y aplicaciones con las que realizamos mejor y más rápido algunas de nuestras tareas cotidianas, pero ¿es esa una libertad real? Hace pocos años, todo eso lo veíamos aun como ciencia ficción.
Pero ya se sabe, hablar de ficción convertida en realidad probablemente parezca un disparate, poco serio, aunque, pero si vemos en retrospectiva, particularmente los más recientes años, nos encontraremos con que más allá de nuestras convicciones o creencias personales, el mundo, ciertamente, ha transitado muy rápido de la ficción a la realidad.