Existe una expresión que denomina algo que es difícil de explicar. Una situación que ocurre cuando un trauma o un acontecimiento difícil en la vida de una persona ha dejado secuelas que en muchos casos es muy complicado superar. En ocasiones ―como probablemente dirán los entendidos en la materia―, se aprende a vivir con aquello que es difícil olvidar, pero que de a poco logra ser superado.

La expresión es conocida como “la mirada de las mil yardas”. Representa el vacío en la mirada de alguien que ha experimentado situaciones traumáticas severas que a menudo son asociadas a trastornos ocasionados por una condición de estrés postraumático que refleja, además, desconexión emocional que muchas veces está asociada a otros padecimientos que suelen ser complicados.

Hace pocos años ―en junio de 2022―, en algún lugar de Montana, un pequeño niño de apenas tres años, mientras jugaba con su perro, se alejó de su hogar sin que nadie se diera cuenta. Se alejó tanto en muy poco tiempo, que pronto desapareció. Su familia denuncio la desaparición. Las autoridades y voluntarios iniciaron una búsqueda inmediata por los alrededores de la casa familiar y aún más allá: sin resultados.

Pasados dos días, los integrantes de una familia que vivía lejos del sitio de la desaparición, escucharon un llanto infantil que provenía de la parte trasera del cobertizo de su cabaña. Al revisar el lugar, encontraron al pequeño desaparecido que se encontraba escondido en la vieja bolsa de una cortadora de césped. Estaba muy sucio, desorientado y notoriamente asustado. Nadie supo cómo logró llegar hasta allí.

Aquella familia avisó inmediatamente a las autoridades, quienes, al presentarse y realizar las investigaciones correspondientes, no dejaron de notar la expresión en el rostro del niño, la mirada perdida de aquel pequeño ser humano que había pasado perdido dos noches y sus días en un bosque a merced de pumas, osos, frío, hambre, oscuridad y cualquier peligro que sin duda para cualquiera sería terrible.

Aquel niño desaparecido volvió a su hogar, donde quizá las cosas no volvieron a ser como antes de su desaparición. Seguramente él, a su corta edad, sigue aprendiendo a vivir con el recuerdo de aquel tiempo vivido a merced del peligro y de las inclemencias del clima. Que no todos vemos y vivimos las cosas de la vida de la misma manera, es un hecho. Sea en una, o en mil yardas.

Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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