Pitágoras, el filósofo y matemático originario de la isla de Samos, escribió alguna vez ―o dijo―, que no es libre quien no puede controlarse a sí mismo. Tarea bastante difícil muchas veces para un ser humano. Sin embargo, en estos tiempos de notables y constantes avances tecnológicos, época de virtualidad y redes sociales digitales, ¿quién puede decir qué es realmente libre?
Lo que creemos ver y entender, y por consiguiente asumimos como una realidad, no necesariamente va a constituir dicha realidad. Y mucho de lo que se experimenta como parte de una cotidianidad normal a la que nos hemos acostumbrado, es el mejor ejemplo y punto de partida de lo que mueve a la reflexión con respecto a eso que asumimos como nuestra libertad.
La libertad que asumimos como tal, puede ser una suerte de libertad condicionada, dirigida, y por lo tanto no verdadera en el estricto sentido de la expresión, aun cuando ni siquiera nos percatemos de ello dado que vemos como normal aquello que probablemente no comprendemos. Y he allí, por cierto, otra cuestión interesante en torno a cómo vemos la vida contemporánea.
En la actualidad los algoritmos diseñados con un sinfín de propósitos pueden advertir con inquietante precisión nuestras preferencias y gustos, y nos indican, a modo de recomendación, lo que debemos ver en la televisión, los productos que debemos consumir, los sitios cool que debemos visitar o las amistades que no pueden faltar en nuestras redes sociales.
Quizá hablar de una suerte de panóptico digital al mejor estilo Bentham, filósofo utilitarista que ya se adelantaba a lo que hoy es una extraña realidad, sea para muchos algo exagerado. Pero no se puede negar la existencia de un punto impreciso que está allí, en algún sitio desde el que puede verse todo sin que sepamos exactamente en dónde está quien observa o cuál es el propósito.
Si nos remitimos al diccionario de la RAE, encontraremos distintas definiciones del concepto libertad aplicables dependiendo del contexto, pero, en términos generales, todas esas definiciones refieren a aquella condición o estado del ser humano que no está sujeto a prisión, es decir, que tiene la facultad de obrar según su particular criterio, sin sujeción o subordinación entendida como una variante de esclavitud moderna.
El ser humano actual, sin embargo, tiende a imponerse, voluntariamente, ciertos límites, y cede con ello, incluso, porciones de su propia libertad, de eso que asume y denomina su libertad… ¡En fin!