Los últimos años han venido a desnudar con escándalo problemas y padecimientos que no son nuevos en nuestras sociedades: la desnutrición infantil, por ejemplo. Particularmente en países denominados en vías de desarrollo, en donde la desnutrición se ha visto agudizada (incrementada) en porcentajes tan altos que no pueden menos que resultar preocupantes.
La educación, por consiguiente, en tanto que instrucción escolar mediante la cual se accede a conocimientos necesarios para el desarrollo humano en el marco de la sociedad, se ve igualmente afectada de una forma que es difícil cuantificar. Y he allí, en esa dicotomía nutrición-educación, en donde se encuentra una relación cuyos efectos son realmente alarmantes de cara al futuro.
Bien sabido es que la mala nutrición ―desnutrición propiamente―, además de los efectos físicos que en la mayoría de casos son evidentes y lastimeros, provocan, en corto, mediano y largo plazo, efectos que inciden directamente no solo en lo físico, sino también en lo psíquico, psicológico, y en las capacidades de retención de información indispensables para enfrentar lo cotidiano.
La estatura y complexión del individuo; la capacidad de enfrentar padecimientos de salud; el rendimiento físico para enfrentar el día a día; el desarrollo psicológico; y la capacidad de retención de conocimientos e información ya aludida que requiere la vida en un mundo moderno como el que habitamos, son solo algunos de los aspectos que se ven afectados.
Lo cognitivo, en tanto que “capacidad o facultad de los seres vivos para procesar información a partir de la percepción, el conocimiento adquirido y las características subjetivas que permiten valorar tal información”, se ve seriamente trastocado, disminuido. Y en función de ello, vale la pena considerar algunas obligadas interrogantes.
¿Qué futuro espera a un niño o niña que no tiene acceso a una nutrición medianamente aceptable y luego a una educación de calidad? ¿Qué tipo de vida depara el futuro a un niño o niña que crece en las calles, intentando obtener algunas monedas, sea vendiendo algo, sea haciendo malabares o limpiando vidrios de auto para contribuir a una depauperada economía familiar?
Un panorama sombrío, ciertamente, sobre todo para aquellos que muchas veces son maltratados, explotados o abusados. Y aunque parezca exagerado o quizá muchos prefieran invisibilizar tal situación, esa es una realidad innegable, dolorosa y preocupante porque es fácil adivinar (o por lo menos intuir) el futuro de una sociedad con fenómenos tales que, en lugar de disminuir, se incrementan… Quizá valga la pena considerarlo.