Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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No puede aseverarse que la ciencia y la tecnología hayan avanzado siempre simultáneamente y al mismo ritmo. El grado del desarrollo que ha caracterizado cada etapa de la historia humana usualmente ha respondido al impulso de satisfacer necesidades e inquietudes propias de la subsistencia. En conjunto, ello constituye un proceso complejo al que se suman experiencias que luego van dando paso a la sistematización de conocimientos.

Actualmente, la humanidad se encuentra ante disyuntivas cada vez mayores que oscilan entre lo ético, lo moral y los planteamientos que cuestionan hasta dónde será capaz el ser humano de llegar para alcanzar determinados objetivos en términos de avances y desarrollo científico-tecnológico (con el que de hecho ya convivimos cotidianamente sin darnos apenas cuenta de ello).

Muchas son las elucubraciones que pueden esbozarse al respecto, desde aquellas bien fundadas con bases científicas, hasta las que para muchos probablemente sonarán risiblemente conspiranóicas. No obstante, lo cierto es que aunque así suceda, o aunque dicha temática las más de las veces sea de interés inicialmente sólo para grupos específicos o reducidos, lo cierto es que tarde o temprano todos nos vemos alcanzados de alguna manera por esos avances.

Los teléfonos celulares, los microondas, la inteligencia artificial o la manipulación genética, son sólo algunos ejemplos reales y actuales de ello. Cuestiones que hace tan sólo veinte o treinta (que en términos de avance científico es un suspiro) quizá eran una suerte de ciencia ficción que muchos veíamos aún lejana. Pero todo ello ha empezado a cobrar vida de forma vertiginosa, acelerada, sin que lo percibamos siquiera mientras  ocurre.

El debate al respecto, queramos o no, se va tornando necesario inevitablemente de cara a la realidad de un futuro cada vez más cercano e incierto. La tecnología también conlleva riesgos (como es fácil intuir) y responsabilidades que es necesario asumir, en virtud de ese paso acelerado que a veces pareciera estar ocurriendo de la ficción a lo fáctico.

Hace pocos años, esos cambios los veíamos únicamente en películas y series de televisión que quizá estaban basadas en los pensamientos visionarios de autores de ciencia ficción. Y aunque para muchos quizá siga pareciendo un asunto poco serio y un disparate su discusión, lo cierto es que, si vemos en retrospectiva la historia, nos encontraremos con que más allá de nuestras convicciones o creencias personales, el mundo ha dado saltos científico-tecnológicos impresionantes en muy poco tiempo, lo cual es posible ignorar.

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