Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

post author

Siempre le he apostado a la educación ―tan necesaria y urgente― como herramienta para el avance y el desarrollo de un país. La lectura y promoción de esta, tanto como la producción literaria en el marco de un sistema educativo, cualquiera que sea, es fundamental en ello.

Hace varios años leí un artículo sumamente interesante acerca de la cantidad de libros que son publicados anualmente en Islandia. Según aquel artículo, (escrito por Rosie Goldsmith y publicado por BBC Mundo el 13 de octubre de 2013), en Islandia al menos una de cada diez personas publica un libro en el transcurso de su vida, lo cual es un dato por demás interesante, sobre todo tomando en consideración que, al día de hoy, la población de dicho país no llega siquiera a los 400,000 habitantes.

No obstante, lo que llama la atención y no deja de parecer sumamente importante de analizar, es el hecho de que Islandia promueve, como parte de sus políticas públicas ―con incentivos económicos del Estado― la tarea de escribir, editar y publicar libros, promueve la traducción a otros idiomas de obras de sus autores, apoya las ferias de libros y tiene, además, programas relacionados a la literatura en los centros de enseñanza. Allí radica una de las cuestiones que sin duda marcan la diferencia.

Según los expertos, la lectura no sólo enriquece el acervo cultural del ser humano, sino que además tiene beneficios importantes para el cerebro, los cuales inciden en el desarrollo de cualidades como la empatía y la capacidad de mejorar la comunicación con los demás, parte esencial de la convivencia humana en sociedad, de más está decirlo.

En América Latina se lee poco ―no generalizo, por supuesto―, pero es un hecho que a muchos de nuestro países les quedaría muy desfavorable un estudio comparativo con Islandia en un tema como la lectura o la producción literaria. Claro está que al isleño país donde el analfabetismo no existe y es considerado el primer lugar en la lista de países que más leen en el mundo, esa suerte de tradición le viene de su propia historia, una historia que, en términos reales, data de apenas 1944, año en que el lejano y volcánico país se independizó de Dinamarca.

Pero, fuere como fuere, e independientemente de la historia que distinga a los pueblos, la lectura, como parte integral de cualquier sistema educativo que quiera implementarse ―o esté vigente― de cara al futuro y en función de sumar al desarrollo,  debe ser indispensable.

Artículo anteriorCarlos Santizo (Chaly)
Artículo siguiente¿Por qué hay tanto ladrón en Guatemala?