Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Leí un breve artículo acerca de las pizzas cuyo ingrediente distintivo son los zompopos de mayo. No tenía certeza de que tal especialidad culinaria existiese de verdad, aunque reconozco que ya había escuchado hablar al respecto en más de alguna ocasión. Creo que las preparan en un establecimiento ubicado en algún municipio de Chimaltenango, pero no estoy seguro del lugar.

Cuando yo era niño solían encontrarse fácilmente zompopos de mayo casi en cualquier lugar: en los jardines de las casas, las aceras, los charcos de lluvia recién caída, en los patios de las escuelas, los atrios de las iglesias, y hasta en las estaciones de autobuses, o simplemente recorriendo el asfalto de calles y avenidas en las que ahora es evidente que brillan por su ausencia.

No recuerdo en qué momento empezaron a dejar de verse con tanta profusión. La modernidad tiene un precio, sin duda. Y, a pesar de que en algunos casos estos Atta Cephalotes son vistos como una verdadera plaga, es lógico suponer que conforme vaya dándose el avance de lo que muchos denominan la selva de concreto (o de asfalto), dando paso a cosas nuevas, asimismo vayan desapareciendo también algunas otras que a veces son vistas como innecesarias o intrascendentes.

Los niños de hoy seguramente verán muy pocos de estos peculiares insectos en su vida. Otros, quizá los lleguen a conocer solamente en láminas o fotografías que tal vez no  harán justicia a las épicas batallas de diminutos contendientes de seis patitas que muchos conocimos, casi como una esperada -aunque quizá cruel- tradición, en los días lluviosos de algún lejano e infantil mes de mayo.

El tiempo sigue un curso que es inexorable, nos guste o no. Y algunas tradiciones, costumbres o peculiaridades de la naturaleza van mutando o desapareciendo con los años, para convertirse, inadvertidamente, en recuerdos que a unos gustan y a otros probablemente no.

Sin embargo, sea cual sea nuestro gusto y aceptación al respecto, es bastante evidente que los otrora zompopos de mayo, ya no son de mayo -y probablemente pronto ya ni de junio tampoco-.

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