Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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El significado de una palabra puede distar mucho de la concepción que tal vez de ella se tenga. Utilizar una palabra continuamente como parte de nuestro vocabulario personal no necesariamente implica conocer el significado de esta, aun y cuando como concepto sea una cuestión recurrente en nuestra vida cotidiana. Y lo mismo ocurre con las palabras que  se utilizan porque se convierten en moda; o los vocablos extranjeros cuya traducción a veces tiene una interpretación distinta a la que hemos imaginado -pero suenan cool y muchos los utilizan-. Repetir de memoria la letra de una canción del maestro Armando Manzanero no nos convierte en expertos del romanticismo; como tampoco decir que voy a ver una movie del actor de moda me hará entender los diálogos  -más allá de los subtítulos- si acaso la película no estuviera traducida a mi idioma. El punto es que, las palabras existen porque tienen un propósito en los procesos de comunicación entre seres humanos. Y aunque nadie está obligado a saberse de memoria los diccionarios completos -que tampoco sería posible a menos que se trate de casos muy particulares, intuyo-, lo cierto es que traigo a colación esta situación a manera de sencilla reflexión con respecto a la educación y sus procesos vigentes en la actualidad: se enseña mayormente palabras, no significados (lo digo a manera de metáfora). Y lo mismo ocurre en diversas áreas del conocimiento en distintos niveles, sea inicial, primario, básico o superior: se enseña para obtener una nota que haga promover al estudiante, lo cual es funcional si solamente se desea dicha promoción, aun cuando el aprendizaje de conocimientos quede relegado en muchos casos a un segundo plano. En lo particular siempre le he apostado a la educación como herramienta para el desarrollo. La educación, entendida como ese proceso de enseñanza-aprendizaje de conocimientos importantes para la vida, puede hacer una gran diferencia con respecto a los retos y demandas de un mundo moderno como el actual. En tal sentido, las palabras pueden significar mucho y ser utilizadas con un sinfín de propósitos, pero conocer el significado de estas es tan importante como su sola utilización en diversos contextos. La educación es importante, no cabe duda alguna de ello, pero una buena educación -que obviamente supera a la primera- seguramente hará una diferencia sustancial de cara al futuro.

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