Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Para hablar de Democracia y de cómo esta funciona en la práctica, es preciso indicar que existe una considerable diferencia entre cómo se define y se explica teóricamente, y cómo es aplicada por aquellos que hacen gobierno o que pretenden ocupar posiciones de poder al frente de sus respectivos Estados. Ello, a pesar de que quizá para muchos no exista diferencia entre una cosa y otra. No obstante, dadas las particulares características de lo que muchos llaman “la democracia latinoamericana” es preciso abordar la temática, se quiera o no, partiendo no sólo de lo político-social (como ha sido las más de las veces), sino también de lo histórico y sociológico, puesto que allí radican muchas importantes e ineludibles explicaciones que no se deben obviar, sobre todo, tomando en consideración la existencia de actores que hace tan sólo veinte o treinta años no formaban parte de los escenarios políticos que hoy se observan y que han llegado incluso a permear las estructuras de los Estados mismos.

No es casualidad que América Latina guarde cierto rezago con respecto a países del llamado Primer Mundo en materia democrática, y no es casualidad que la corrupción forme parte de la cotidianidad de muchos (o varios) de nuestros países en el continente, tal como se ha observado en más de una ocasión en el pasado reciente. Y, aunque aún hay mucha tela que cortar al respecto sin duda, lo cierto es que en términos generales, la democracia latinoamericana evidencia el padecimiento de una crisis que aunque quiera negarse, existe, es real, y está llevando a distintos Estados como Guatemala por derroteros poco deseados en función de las expectativas de bienestar y desarrollo de sus pueblos. América Latina, con sus largos procesos de consolidación democrática o democracias que no llegan a ser verdaderas democracias en algunos casos, pareciera no escaparse de esa vorágine de acontecimientos que lleva a lamentar no sin cierto grado de impotencia (aunque muy seriamente, por supuesto) el retroceso de esa democracia en el continente… Como he leído en más de un sitio recientemente: ¡Hoy dueles, Guatemala!

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