Adolfo Mazariegos
En más de una ocasión he comentado o escrito acerca de cómo a veces los desaciertos al realizar jugadas en un tablero político global pueden constituirse en punto de partida para modificar o acelerar (según sea el caso) una reconfiguración de la hegemonía a nivel mundial. Ciertamente, pareciera que eso ha venido sucediendo con bastante notoriedad durante los últimos años. Una situación que empieza a producir esa suerte de aludida reconfiguración de los mapas de poder a nivel global.
Esto, por supuesto, partiendo de la lógica de procedimientos observada en quienes tradicionalmente han ejercido una influencia tal que modifica las conductas y el accionar de quienes toman las decisiones al frente de sus respectivos Estados a lo largo y ancho del planeta. En ese sentido, valga decir que históricamente quienes han tenido esa capacidad han sido siempre aquellas naciones consideradas potencias -dinámica que se mantiene hasta nuestros días, con ciertos matices diferenciadores-, a las cuales se van sumando potencias emergentes que, las más de las veces, sigilosamente van cobrando notoriedad y una cuota de poder e influencia cada vez mayor. En muchos casos, lógicamente, logran desplazar en mayor o menor medida a las potencias tradicionales en distintas áreas sean tecnológicas, militares, etc. Ello, justamente, es lo que se observa hoy día en el mundo, a pesar de que muchos puedan argumentar que tales situaciones son sólo la respuesta normal a un devenir cíclico que más que previsible es inevitable, puesto que tan sólo repite ciertos patrones de conducta humana que reproducen esa capacidad de hacer algo o lograr que los demás hagan o dejen de hacer algo de acuerdo con determinados intereses.
En términos de tecnología, por ejemplo, hoy también están en el tablero otros jugadores importantes como China, India o Japón, cuyos sectores tecnológicos han dado saltos cualitativos y cuantitativos más que notables en los últimos años, y que históricamente desempeñaron papeles trascendentales en el escenario global.
Varios de estos actores retoman una senda por la que otrora caminaron con éxito y que, aparentemente, en la actualidad no sólo les hace ganar visibilidad, sino que les hace ganar espacios sumamente importantes. Asimismo, no dejan de llamar la atención otros actores que de acuerdo a circunstancias particulares (explotación de petróleo o exploración espacial, por ejemplo), cobran cierta notoriedad que hace difícil no se les preste alguna atención en virtud de que empiezan a compartir espacio en el tablero geopolítico global con otros actores que forman parte de esa reconfiguración inevitable de los mapas de poder.