Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

Hubo un tiempo en el que quizá hacer preguntas era una cuestión cuya finalidad era de verdad encontrar respuestas, y escudriñar en los vastos campos de lo ignoto para intentar entender las cuestiones de la cotidianidad, y actuar en función de ello. Hoy, sin embargo, pareciera que damos por sentado que ya lo sabemos todo. Que el conocimiento se encuentra concentrado en una suerte de caja todológica y que basta tocar brevemente en alguna pequeña pantalla de cristal para encontrar largas listas con respuestas que muchas veces ni siquiera terminamos de leer, sea porque nos aburren, sea porque repiten lo que ya creemos saber y entender, o porque sencillamente constituyen el reflejo de una forma de actuar y vivir a la que nos hemos acostumbrado ignorando cuándo y de qué manera llegamos allí.

¿Es ese acaso el precio del avance y del desarrollo de la humanidad? ¿Es eso, lo que llamamos nuestra preciosa humanidad? Quién sabe. Encontrar una respuesta a tales interrogantes quizá podría resultar contradictorio, incluso incómodo. Pero quizá conduzca también (como es predecible que ocurra) a nuevos cuestionamientos, nuevas formas de ver el mundo y distintas perspectivas de todo lo que ocurre y de todo aquello que nos rodea.

El ser humano, no obstante esa realidad innegable en la que no es menester ahondar demasiado aquí, es un ser curioso por naturaleza, un ser que (justamente) ha llegado hasta donde está porque hizo preguntas, porque buscó las respuestas necesarias a los planteamientos de su propia existencia y sus múltiples vicisitudes, es decir, no se quedó dándole las mismas vueltas a esa caja en la que hoy suponemos que se encuentra concentrado todo (o casi todo). Por eso el ser humano ha trascendido incluso las fronteras del planeta, llegando a sitios tan distantes donde quizá jamás imaginó llegar y donde seguramente se encuentran nuevos retos que suponen más preguntas, más cuestionamientos que contribuirán a que la dinámica de las preguntas siga su curso. Por eso las preguntas son importantes. Por eso es importante cuestionar. “Pienso, luego existo”, dijo el filósofo, aun sabiendo que tal aseveración podía fácilmente aplicarse también a la inversa en una realidad que trasciende las concepciones y percepciones filosóficas, religiosas o literarias.

¿De verdad vivimos tiempos en que todo el conocimiento ya está dado? ¿De verdad está todo concentrado en una suerte de ordenador al que muchas veces tan sólo “creemos” que podemos acceder?… La verdad es que quién sabe… Aunque, ciertamente, quizá valdría la pena encontrarle a esas preguntas alguna respuesta… O descubrir si, como alguna vez dijo en su poesía don Ramón de Campoamor (1817 – 1901): “todo depende del color del cristal con que se mira”.

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