Adolfo Mazariegos
Hace algunos días (quizá un par de semanas), leí acerca de una iniciativa que me ha parecido sencillamente formidable. El asunto va más o menos así: a una joven dama (a quien no tengo el gusto de conocer), se le ocurrió solicitar donaciones de libros a través de una página que creó específicamente para ello en su red social. Aparentemente, los libros empezaron a llegar poco a poco y ella fue formando una pequeña biblioteca que luego puso a disposición de los lectores interesados. Con el tiempo la iniciativa creció, y ahora ella reúne periódicamente paquetes con libros nuevos y usados en buen estado que le son donados y que ella va enviando a determinados sitios en donde otras personas replican la iniciativa inicial, es decir, crean pequeñas bibliotecas que también son puestas a disposición de quienes, sin mayores complicaciones, pueden acceder a los libros disponibles que pueda interesarles leer. Más o menos esa es la explicación de la iniciativa que, insisto, a mí me ha parecido formidable. De allí el título de este breve texto: “Los libros, sus vidas, y nuevas vidas”. En primera instancia, la referencia a nuevas vidas quizá remita a nuevos nacimientos. Y aunque en términos de vida humana la cuestión no va precisamente por ahí, en términos de nuevas oportunidades (o sencillamente oportunidades), la referencia remite a esa posibilidad que, mediante iniciativas como la mencionada, tienen quienes a veces no pueden acceder fácilmente a la lectura de algún libro. Los libros, más allá de las vidas en las historias de sus páginas, también tienen una suerte de vida propia, a veces vidas cíclicas que van enriqueciendo el acervo de alguien que luego decide (por las razones que sea) compartir con otras personas esas vidas maravillosas de los libros. Por eso, cada vez que un libro pasa por nuevas manos, nace también una nueva vida para ese libro que al mismo tiempo enriquece de alguna manera la vida de quien lo ha leído. Adicionalmente, iniciativas como la aludida también son una buena oportunidad para la solidaridad, una oportunidad para compartir con otros aquello que tal vez nosotros ya no necesitamos tanto y que pueden hacer una diferencia notable en la vida de otras personas. Como indiqué al inicio, no conozco a quien tuvo la iniciativa del proyecto ni los detalles exactos de cómo funciona (a lo mejor me he equivocado en la descripción y me excuso por ello si así ha sido), sólo sé lo que aquí he comentado brevemente y que su sede está en la ciudad de Guatemala. Si alguien quiere darse una pasadita por la página de su red social en FB para conocer mejor de qué va el asunto (y quizá colaborar con algún libro que probablemente tenga la posibilidad de una nueva vida), la iniciativa se llama “La biblioteca de María”.