Adolfo Mazariegos
“Luego lo arreglamos”; “hagámoslo así, luego vemos”; “que miren cómo se las arreglan, frases que en la actualidad es muy común escuchar y que fácilmente podrían servir como punto de partida para una reflexión en torno a nuestra vida en el marco de la convivencia social. Sin duda, ello hace (o debiera hacer) pensar en acciones o actitudes en las que muchas veces no reparamos, aunque debiéramos hacerlo dada la trascendencia y el efecto que tienen tanto para la sociedad en su conjunto como para cada persona en lo individual. En días como estos de pandemia, por ejemplo, fácil ha resultado en muchos casos (tristemente, dicho sea de paso) hacer ciertas cosas sólo por salir del paso, es decir, algo así como destapar un agujero para tapar otro, o dejar que pase el tiempo para que alguien más solucione algún problema cuando tal vez ya ha crecido de manera tal que es mucho más difícil y complicado encontrarle una solución perdurable o definitiva. Eso lo vemos en todos lados, en distintas áreas de la vida y del quehacer cotidiano, y muy pocas personas, quizá, podrían decir que no han caído alguna vez en la tentación de hacer algo sólo porque sí, sin el esmero y el esfuerzo que supone hacer las cosas lo mejor posible y conscientes de todo lo que ello significa para el presente y para un futuro que nos llega inexorable, aunque no queramos, aunque no nos demos cuenta siquiera de ello. Lamentablemente, esa tendencia (por llamarle de alguna manera) se ha ido extendiendo casi al punto de convertirse en una suerte de cultura: la cultura de “luego lo arreglamos, y a ver qué pasa…”. Y, pensar de esa manera, ha hecho que, por ejemplo, no nos demos cuenta de la necesidad de participar conscientemente en los asuntos públicos; en la toma de decisiones que nos afectan a todos; o en la elección de autoridades capaces y preparadas que respondan a la lógica de trabajar por el bien común y no en función de intereses propios, particulares o corruptos. Lo aceptemos o no, y aunque no lo visualicemos de esa manera, por causas como esa es que mientras el tiempo sigue su curso, muchas carreteras continúan en pésimo estado; muchas escuelas se caen a pedazos; muchas obras permanecen eternamente inconclusas; y muchos funcionarios de alto rango no son siquiera capaces de indicar el nombre de dos o tres títulos de obras escritas por el Premio Nobel nacional del que tanto les gusta vanagloriarse…, en fin. Hacer sólo por hacer no tiene mucho sentido, ¿verdad? Y esa es una cuestión que sin duda vale la pena considerar… Hacer las cosas bien, lo mejor que nos es posible, desde un principio, también es mostrar respeto hacia los demás, y hacia nosotros mismos.