Adolfo Mazariegos
Los avances de la ciencia y la tecnología constituyen asuntos que a veces percibimos como cuestiones que van de la mano. Probablemente así sea. Sin embargo, no puede aseverarse que siempre haya ocurrido de tal manera. El grado del desarrollo que ha caracterizado cada etapa de la historia humana, tomando en consideración que la génesis de la ciencia usualmente ha sido el impulso de satisfacer determinadas inquietudes o necesidades, constituye un proceso complejo al que se suman experiencias que luego van dando paso a la sistematización del conocimiento. Actualmente, la humanidad (en términos generales) se encuentra ante disyuntivas cada vez mayores que van desde lo ético y lo moral, hasta planteamientos que cuestionan hasta dónde será capaz el ser humano de llegar para alcanzar esos avances y desarrollo científico-tecnológico con el que de hecho ya convivimos cotidianamente sin darnos apenas cuenta de ello. Muchas son las elucubraciones que pueden esbozarse al respecto, desde aquellas bien fundadas con bases científicas, hasta las que para muchos probablemente sonarán risiblemente “conspiranoicas”. No obstante, lo cierto es que aunque así suceda, o aunque dicha temática las más de las veces sea de interés para grupos específicos o reducidos, tarde o temprano todos nos vemos alcanzados de alguna manera por esos avances: los teléfonos celulares, los microondas, los robots, la inteligencia artificial, la identificación facial o la manipulación genética, son sólo algunos ejemplos reales de ello, asuntos que tan sólo diez o quince años atrás quizá eran únicamente una suerte de ciencia ficción que muchos veíamos aún lejana. Todo ello ha empezado a cobrar vida vertiginosamente, de forma acelerada, sin que lo percibamos cuando ocurre y en algunos casos con efectos aún inciertos cuyo debate se va tornando necesario de cara a la realidad de un futuro cada vez más cercano. La tecnología también conlleva riesgos (como es fácil intuir) y responsabilidades que es necesario asumir. Hoy, por ejemplo, consideramos los teléfonos móviles como una suerte de extensión de nuestro propio cuerpo, y sentimos que su utilización nos brinda una suerte de libertad mediante la cual podemos acceder rápidamente a herramientas o gadgets (para utilizar un término más de moda) con las que realizamos mejor y más rápido algunas de nuestras tareas cotidianas, pero ¿es esa una libertad real? Hace pocos años, todo eso lo veíamos únicamente en películas y series de televisión que quizá estaban basadas en los pensamientos visionarios de autores como Verne, Asimov o H. G. Wells (por citar algunos)… Hablar de ficción convertida en realidad probablemente parezca un disparate, poco serio, pero si vemos en retrospectiva la historia, particularmente de los últimos años, nos encontraremos con que más allá de nuestras convicciones o creencias personales, el mundo, ciertamente, ha dado saltos científico-tecnológicos impresionantes, de la ficción a la realidad.