«El choque del viento con el papel china»: La leyenda de los Barriletes Gigantes y el Día de Muertos en Guatemala

Yesica Peña

Cada 1 de noviembre, Sacatepéquez se llenan de color y memoria. Los Barriletes Gigantes, símbolo de identidad y devoción, no solo representan una tradición artesanal, sino también una conexión espiritual entre los vivos y los muertos.

Según la tradición oral más antigua en San Agustín Sumpango, los barriletes representan la unión del inframundo con el mundo de acuerdo con los criterios de los indígenas de la comunidad.

El Festival de Barriletes Gigantes se lleva a cabo en los municipios de Sumpango y Santiago Sacatepéquez, ambos del departamento de Sacatepéquez, ubicado unos 50 kilómetros al oeste de la Ciudad de Guatemala.

«EL CHOQUE DEL VIENTO»

Según Mynor y Sara Xicon, representantes del grupo Cotorros Audaces y Orquídeas Barrileteras, detrás del colorido espectáculo existe una leyenda ancestral:

Todos los 1 de noviembre, las buenas y las malas ánimas reciben permiso para visitar el plano terrenal. Ese día, según la tradición oral del pueblo, las almas regresan para reencontrarse con sus seres queridos.

Sin embargo, las malas ánimas, aquellas entidades que buscan perturbar tanto a los vivos como a las almas buenas, también aparecen en esa fecha. Ante ello, los pueblos le consultaron a los guías espirituales que se podía hacer para evitar este problema durante esta fecha.

“Los guías espirituales dijeron que el choque del viento con el papel de china generaba un zumbido, y ese sonido ahuyentaba a las malas ánimas”, explicó Mynor.

Así nació la tradición de elevar los barriletes gigantes, una práctica que combina espiritualidad, arte y comunidad. Lo que antes era un acto de defensa espiritual, hoy es un gesto simbólico de amor y memoria, concuerdan ambos dirigentes.

“Ahora, cuando hacemos un barrilete y lo elevamos, enviamos un mensaje a nuestros seres queridos. Les recordamos que aún preservamos su memoria, su esencia, y que cada 1 de noviembre tienen una entrada especial en nuestras vidas y en nuestra mente”, añadió.

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UNA TRADICIÓN QUE NACIÓ EN 1978

La historia del festival de Barriletes Gigantes comenzó en 1978, cuando un grupo de personas formó la organización Konohel Junan, que en kaqchikel significa “todos iguales”.

“En ese tiempo había divisiones marcadas entre ladinos e indígenas. Pero en Sumpango, mi tío y otros fundadores quisieron romper eso, y crearon una agrupación que unía a todos. Así nació el festival”, recordó Xicon.

La agrupación observó cómo la tradición del barrilete se había debilitado en el cementerio general y las calles de Sumpango, por lo que decidió organizar el primer concurso para revitalizarla.

El evento se realizó en la cancha de fútbol junto al camposanto, y la respuesta del público fue tan entusiasta que la actividad tomó nuevo impulso. Con el paso de los años, aquel concurso se transformó en lo que hoy se conoce como el Festival de Barriletes Gigantes de Sumpango.

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COTORROS AUDACES: ARTE, COLOR Y HERENCIA

El legado familiar continuó de generación en generación. Su padre, junto con sus tíos, fundó el grupo Audaz, y más tarde dio vida a Cotorros Audaces, integrado inicialmente por cinco primos, todos niños de entre cinco y diez años.

“Mi papá nos inculcó el arte del barrilete desde pequeños. Hoy ya llevamos 26 años como grupo y somos 38 miembros activos”, contó Xicon, quien ahora lidera la agrupación.

Asimismo, explicó que su padre no solo creo el grupo de Cotorro sino también el de Orquídeas, en el mismo año que estaba conformado por sus hermanas y sobrinas, un grupo únicamente de mujeres.

El grupo Cotorros Audaces ha convertido el arte del barrilete en una expresión cultural con proyección internacional. Han participado en festivales en Estados Unidos, Japón, Italia, Argentina, México y Honduras, llevando consigo el mensaje y la creatividad del pueblo guatemalteco.

“Hemos tenido la dicha de representar a Guatemala en diferentes países. Cada barrilete cuenta una historia”, afirmó Xicon.

ORQUÍDEAS BARRILETERAS: EL PODER DE LA MUJER

El grupo Orquídeas Barrileteras lleva 26 años de existencia y actualmente es liderado por Sara Xicon y reconocido como el primer colectivo conformado únicamente por mujeres dentro del festival. “Empezamos tres hermanas con la idea de participar, y ahora somos 22 integrantes, entre mujeres adultas, jóvenes y niñas”, contó Xicon.

Con más de 26 años de trayectoria, el grupo Orquídeas Barrileteras ha inspirado la creación de otros colectivos femeninos dentro y fuera de Guatemala, llevando su arte a varios países.

El grupo ha abordado temas sociales como la desnutrición, el medio ambiente o la violencia de género. “Con nuestros barriletes alzamos la voz. Decimos «ya no más violencia», «ya no más contaminación». Es arte, pero también es un mensaje”, afirmó Sara.

EL ARTE DETRÁS 

La elaboración de un barrilete gigante puede tomar entre cuatro y cinco meses. El proceso empieza con una votación interna dentro del grupo para elegir el diseño ganador.

“Este año gané con el diseño titulado Nuestros Sabores Son Herencia Viva», que representa la tradición culinaria y familiar de los pueblos del occidente”, explicó Xicon.

El barrilete muestra escenas cotidianas: abuelas cocinando al fogón, familias reunidas y niños aprendiendo recetas ancestrales, y en un cuarto plano está el hombre como tal, como sustento de la casa, cargando un manojo de leña, también dando su aporte para la comida

Por su parte, Sara explicó que cada barrilete tiene un mensaje. Este 2025, el grupo Orquídeas trabaja con el tema “Xelaju”, palabra que significa diez sabidurías, en honor al bicentenario de Sumpango. “Nuestro barrilete está dedicado al municipio, porque tiene lugares emblemáticos de Quetzaltenango, y tiene la luna de Xelaju”, explicó Xicon.

“Nos reunimos por las noches, trabajamos hasta las tres o cuatro de la mañana, y a veces hasta amanecemos. Es un esfuerzo grande, pero lo hacemos con amor y orgullo”, señaló Xicón.

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SOLO PAPEL, VIENTO Y PASIÓN

El material esencial de cada barrilete es el papel de china, con el que se crean los impresionantes mosaicos de color sin usar una sola gota de pintura.

“Usamos papel de china, tijeras, resistor, cañaveral, pitas, lazos, alambre de amarre y tela para la cola. Todo el color y el diseño se logran solo con el papel”, detalló Xicon.

Los integrantes emplean programas para planificar los patrones antes de comenzar a armar las piezas, que luego se unen y colorean manualmente. El trabajo puede tardar hasta tres meses solo en el colorido, mientras que el proceso en total son alrededor de cuatro o cinco mese, según el artesano.

«Ya no utilizamos tanto el tema de dibujar, porque, dibujar lleva bastante tiempo. Entonces, nosotros lo que hacemos es ya únicamente utilizar una base y nosotros nos dedicamos directamente a colorear», explicó

Sara explicó que todo el trabajo se realiza de forma artesanal, sin pintura, y puede tomar tiempo de dedicación, especialmente porque muchas de las integrantes deben combinarlo con sus estudios, trabajos o labores domésticas.

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MÁS QUE UN FESTIVAL

Para Cotorros Audaces, el festival de Sumpango no es solo una tradición cultural, sino una manifestación espiritual y artística que reafirma la identidad guatemalteca.

Para Sara Xicon, ser barriletera no es solo una tradición, sino también un acto de resistencia y empoderamiento. “Es un orgullo ser mujer, ser de Sumpango y ser barriletera. Hacemos con nuestras manos lo que muchos creen imposible. Es nuestra forma de decir que las mujeres también podemos, que tenemos voz y talento”, expresó.

A lo largo de los años, el Festival de Barriletes Gigantes ha sido reconocido por su valor cultural y simbólico. En 1998, el Ministerio de Cultura lo declaró Patrimonio Cultural de la Nación, y en 2022, la técnica artesanal utilizada para crear los barriletes fue inscrita como patrimonio cultural intangible de Guatemala. Más recientemente, en 2024, la UNESCO distinguió esta tradición ancestral al incluirla en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Cada barrilete que se eleva en el cielo de Sumpango no solo ahuyenta los malos espíritus, sino que une el mundo de los vivos con el de los difuntos, manteniendo viva una de las tradiciones más místicas y coloridas de Guatemala.