Migración a la inversa: la Casa del Migrante y los relatos de quienes van de regreso a Venezuela al no poder ingresar a EE. UU.

Yesica Peña

La Casa del Migrante Scalabrini de Guatemala actualmente se ha convertido en un refugio para cientos de personas que emprendieron el camino hacia Estados Unidos, y no lograron cruzar la frontera. Sus instalaciones reciben a migrantes con historias marcadas por la incertidumbre, el cansancio y la frustración tras ser retornados o quedarse varados en el trayecto.

Los relatos de quienes llegan coinciden en un punto: el sueño de alcanzar nuevas oportunidades en territorio estadounidense, el tope con muros, peligros en la ruta y la dureza de las políticas migratorias.

En medio de esa realidad, la Casa del Migrante ofrece techo, alimento y acompañamiento, mientras sus huéspedes comparten la experiencia de su trayecto.

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FUNCIONAMIENTO DE LA CASA

Según explicó Lorena Pérez, cuenta con espacio para 120 personas, pero actualmente recibe entre 30 y 50 migrantes al día, explicó Lorena Pérez, coordinadora de Programas.

La ayuda que se brinda incluye asistencia humanitaria, como alojamiento, alimentación y kits de higiene. Además, ofrecen servicios integrales de protección, entre ellos asesoría legal, terapia psicológica y acompañamiento espiritual.

“El único requisito para acceder a los servicios es compartir su historia y explicar por qué se consideran migrantes”, señaló Pérez.

Según la coordinadora, la mayoría son retornos voluntarios que migran de norte a sur en busca de regresar a sus países. Actualmente, predominan los venezolanos, quienes enfrentan un vacío en su documentación.

“No es un secreto que no hay consulado de Guatemala en Venezuela, y las personas se encuentran en una especie de limbo a nivel de documentación. Eso los pone en una situación de vulnerabilidad”, explicó Pérez.

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UNA HISTORIA DE REGRESO

Entre los migrantes que hoy habitan la casa está Juan Centeno, venezolano, quien compartió su testimonio cargado de emociones y recuerdos dolorosos.

“Salí de Venezuela hace casi seis años por la situación económica. En la selva sufrimos robos, en México tuve que caminar kilómetros porque no nos vendían pasajes, y perdí a un compañero de viaje que falleció. Eso me marcó”, relató Centeno con la voz entrecortada.

Acompañado de su esposa e hijos, Juan decidió retornar. “No me arrepiento de haber intentado, pero no lo haría otra vez con mis hijos. Ha sido una experiencia dura y fuerte, pero ahora toca seguir adelante. Aquí en Guatemala nos han tratado bien, y eso es algo que agradezco”, expresó.

Con paso firme, pero con cicatrices en la memoria, Juan continúa su regreso. Sabe que las costumbres y la vida en Venezuela no serán fáciles, pero prefiere volver a sus raíces antes que seguir en un camino lleno de pérdidas.

Foto La Hora: Daniel Ramírez.
Foto La Hora: Daniel Ramírez.
UNA CASA ABIERTA

La labor de atención es posible gracias a colaboradores de proyectos, asociaciones y voluntarios, quienes aportan su tiempo y servicio. Además, la comunidad apoya con donaciones que fortalecen la labor diaria.

La casa también tiene un equipo en el Centro de Recepción de Retornados de la Fuerza Aérea Guatemalteca, que brinda contención emocional y ayuda en las reconexiones familiares. “Se trata de decirles que están bien, que se reencuentren y que sus familias los vengan a traer. A quienes no logran comunicarse, la casa les ofrece un espacio de espera hasta que puedan ser recogidos”, detalló Pérez.

La casa funciona bajo un principio de “puertas abiertas”: los migrantes pueden entrar y salir según sus necesidades, pero siempre respetando las reglas.

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VULNERABILIDAD EN EL CAMINO

Los testimonios recogidos en la casa reflejan las dificultades del tránsito por México, donde muchos son víctimas de secuestros, robos y despojo de documentos o dinero.

“Las situaciones que vive cada persona son únicas. Hay historias muy distintas cada día, de quienes buscan asilo, están en tránsito o retornan”, indicó Pérez.

Una de las experiencias más duras es la de quienes salen de Guatemala y vuelven meses después, retornados, mientras sus familias permanecen en Estados Unidos, comentó Pérez.

“Regresan a un país que los vio nacer, pero no los vio desarrollarse ni darles las primeras oportunidades. Vuelven a Guatemala con una incertidumbre que nos marca”, concluyó Pérez.