Centro de migrantes en Reynosa, México. FOTO LA HORA/MSF/ARLETTE BLANCO / EUROPA PRESS

MADRID/EUROPA PRESS

El bloqueo en el que se ven obligados a vivir miles de migrantes en la frontera entre México y Estados Unidos deriva en problemas físicos y mentales, según Médicos Sin Fronteras (MSF), que ha denunciado el «alto grado de vulnerabilidad» de un colectivo que arrastra en muchas ocasiones cicatrices de la violencia sufrida durante la peligrosa ruta.

Ciudades como Reynosa, Nuevo Laredo o Mexicali, en el extremo norte de México, se han convertido en puntos obligados de tránsito y espera para quienes buscan amparo en Estados Unidos. El presidente estadounidense, Donald Trump, ha abogado por frenar el flujo migratorio, lo que se ha traducido en una incertidumbre generalizada para quienes quieren conseguir asilo.

MSF ha denunciado que las ciudades mexicanas del norte carecen de la mínima capacidad de asistencia humanitaria, lo que repercute en la salud de los migrantes. El albergue de Reynosa, de 180 plazas y que estaba prácticamente vacío, se ha visto obligado a acoger ahora al menos a 400 personas.

Entre junio de 2018 y junio de 2019, el 45 por ciento de los 2 mil 315 pacientes de salud mental atendidos por MSF en Reynosa y Matamoros dijeron que habían sido víctimas de algún tipo de violencia durante la ruta. De este total, el 33 por ciento denunció agresiones físicas, mientras que el 19 por ciento daba cuenta de casos de violencia sexual.

La responsable de apoyo social de la ONG en Reynosa, Anayeli Flores, ha denunciado que las ciudades fronterizas «no cuentan con las condiciones humanitarias para recibir personas que llegan en un grado alto de vulnerabilidad» y que también recalan en estas zonas tras un proceso de deportación desde Estados Unidos.

«Deportados que llevaban cinco, diez o 20 años en Estados Unidos y que de repente se encuentran en la frontera, sin lazos sociales o familiares en México, muchos con problemas de salud crónicos que han sido trasladados de la cárcel a la frontera», ha lamentado la coordinadora médica de MSF en México, Carol Bottger, en un comunicado.

Un migrante se apoya en una cerca del Puente Internacional Gateway que conecta el centro de Matamoros, México, con Brownsville, Texas.
FOTO LA HORA/AP

TESTIMONIOS

El endurecimiento de la política migratoria por parte de Estados Unidos ha convertido Tamaulipas en un punto de espera obligatorio para los solicitantes de asilo, abocados a quedarse contra su voluntad en lugares peligrosos donde cada día hay al menos un incidente con armas de fuego entre bandas.

«Estuve un mes en la ‘hielera’ (centro de detención), un espacio muy pequeño para 15 o 20 personas, pero éramos más de 40», cuenta Julio (nombre ficticio). Mari, de 27 años, también recuerda una situación similar: «Dormíamos en el suelo, había mujeres embarazadas y niños separados de sus familiares».

Una psicóloga del MSF en Reynosa, Nora Valdivia, ha señalado que «lo que expresa la mayoría son malos tratos, discriminación, sobre todo, y que sus peticiones no son escuchadas». Entre los maltratos que sufren las personas internadas en estos centros se encuentran la complicación de afecciones médicas que no son atendidas de forma adecuada.

En la mayoría de casos, los pacientes presentan enfermedades respiratorias o gastrointestinales que pueden estar causadas por el hacinamiento que vivieron en las ‘hieleras’. A los problemas físicos se añaden diagnósticos de salud mental atribuidos a traumas vividos en los países de origen, en la ruta migratoria o por los malos tratos durante su proceso de deportación.

MSF ha instado a los gobiernos de los dos países vecinos a poner freno a las políticas migratorias que ponen en peligro vidas y a aplicar medidas que garanticen la asistencia humanitaria, en la medida en que ciertas restricciones «ponen en riesgo deliberadamente la vida de seres humanos vulnerables».

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