POR MARIELA CASTAÑÓN
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En un promedio de dos años y ocho meses, 1 mil 487 mujeres han muerto violentamente, según las necropsias realizadas por el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif) y entre septiembre de 2017 a septiembre de 2019, el Organismo Judicial (OJ) ha emitido 170 sentencias, de las cuales 45 han sido absolutorias y 125 condenatorias, sin embargo, más allá de cada número, hay una historia de dolor en las familias y un vacío irreparable en los hijos, hermanos, padres y seres queridos de las mujeres que han muerto violentamente.
Gabriela Lucía Villacinda Montepeque tenía 34 años de edad y su amiga colombiana, María Carolina Laverde Sastoque, tenía 30 años, fueron asesinadas el 21 de octubre de 2017 y sus cuerpos fueron abandonados en ruta a Ciudad Peronia, Villa Nueva.
Gabriela era madre de un niño que tenía 1 año y 8 meses cuando ella murió. Además, prácticamente era la mamá de sus dos hermanas menores, a quien cuidó desde niñas y quienes hoy, que son mujeres adultas la recuerdan como una parte fundamental de su vida.
Xiomara Villacinda, hermana de Gabriela, recuerda el día en que Gabriela fue asesinada como si el evento hubiera ocurrido ayer. La joven no olvida ninguno de los detalles de la muerte de su hermana y aún le causa un profundo dolor.
“Fue un sábado a las 03:45 a 04:15, perder un hermano no es fácil, pero en este caso a mí me llamaron y me dijeron que mi hermana estaba herida. Yo vivo lejos de mis papás, ellos no quisieron decirme la verdad en el momento, yo padezco de la tiroides”, recuerda Villacinda.
Xiomara relata que los últimos días estuvo muy cerca de su hermana porque su vehículo se había descompuesto; Gabriela estaba atormentada por las constantes amenazas que recibía de la estructura criminal que la mató.
“A mí hermana se le había arruinado el vehículo y por eso yo la estaba llevando a hacer todas sus cosas, ella vendía ropa colombiana. Tenía muchas clientas. Días antes de morir yo la estuve llevando a hacer sus cosas”, indica la entrevistada.
El día que ocurrió el crimen, Xiomara relata que su hermana estaría en un lugar en San Cristóbal, zona 8 de Mixco, que le denominan la Fonda del Che y también en el Sport Bar Caguama, en el mismo municipio, donde estaría, en teoría, con algunos de sus amigos, sin embargo, fue asesinada junto a su amiga colombiana.
“A mí me llamaron y me dijeron que mi hermana estaba herida, porque yo empecé a preguntar desde las ocho de la mañana. Yo soñé que mi hermana había muerto, pero nadie me quería decir la verdad. A las once de la mañana salí de la casa el sábado, fui a traer al nene -de mi hermana Gabriela-”, indica.
De acuerdo con la entrevistada, Gabriela tenía tiempo de estar sufriendo acoso y amenazas de la banda delincuencial que la mató y todo habría sido por la amistad que mantenía con la esposa de uno de sus asesinos. Ella defendía a su amiga de los abusos cometidos por el cónyuge, actualmente detenido.
“Ella tenía como dos meses de estar sufriendo acoso de esta gente, yo le decía que pusiéramos la denuncia y ella me decía ¿para qué poner una denuncia? Para que después me agarren en cualquier momento y me maten peor de lo que me van a matar”, indica la entrevistada.
Agrega: “Mi hermana empezó a despedirse de todos, semanas antes, mandó mensajes de voz a mis primos, a mi mamá, a mí, inclusive el último día que la vi fue jueves a mediodía. En la mañana me dijo sí podía ir a traerla a un salón de belleza en la zona 9, pero ese día estaban mal -con su amiga colombiana- “.
Xiomara indica que días antes que mataran a su hermana, le regaló dos pares de zapatos y le pidió que cuidara a su hijo.
“Ese día salió con un par de zapatos café -me dijo que los usara- cada vez que fuera a verla a un solo lugar. Después salió con otro par de zapatos blancos con brillantes y me dijo: estos zapatos son los que vas a usar para el bautizo de mi hijo, y cuando los uses será como si yo estuviera ahí. Cualquier cosa me juras que me cuidas al nene, recuérdate que pase lo que pase lo único que vas a tener de mi va a ser a mi hijo”, reitera la hermana de Gabriela.
La manera como se enteró y confirmó la muerte de su hermana fue muy dolorosa, explica Villacinda, pues fue por medio de fotografías impactantes que le mostraron fiscales del Ministerio Público (MP). Ella siempre creyó que su hermana únicamente había sido herida y por eso llegó hasta la Fonda del Che, pensando que su familiar seguía con vida, pero no fue así.
“Me llevaron -fiscales y policías- casi arrastrada a la parte de atrás de la Fonda del Che. Llegaron unos investigadores y me dijeron si podían enseñarme unas fotos de unas mujeres fallecidas que encontraron ruta a Ciudad Peronia, yo dije imposible… pero igual enséñeme, pero no van a ser ellas”, señala.
Agrega: “Siéntese me dijo la fiscal, el estado en el que estaban ellas es muy duro. Me sentaron en una caja de cerveza, ella me dijo vamos a proceder a mostrarle las fotos. Cuando vi las fotos estaban lejos, yo dije no es, es una mujer gorda, es imposible que sea mi hermana, ni Carito -Carolina Laverde- porque era delgada, después me fueron mostrando fotos más cercanas y yo decía que no eran ellas, me dijeron que no entrara en negación”, recuerda.
A medida que iban acercando las fotos, Villacinda iba reconociendo la piel de su amiga y su hermana y recordando cada una de las características físicas.
“Cuando vi el brazo, dije es Carolina, procedieron a preguntarme… Me enseñaron en el celular y agrandaron –las imágenes- el puro rostro de mi hermana. Era un rostro deforme, tenía tantos tiros en la cara, entradas y salidas, pero tenía tantos agujeros en la cara, ella siempre se cuidaba el rostro, iba al dermatólogo cada mes, pero cuando yo vi esa mujer con la cara reventada por un tiro y, por un lado. Iba viendo por partes, le pedí que me agrandara la foto, cuando llegué a la parte de los ojos no lo dudé porque teníamos la misma forma de los ojos, dije es mi hermana”, dice entre lágrimas Xiomara.
Su negación era tan grande que salió del lugar donde habrían muerto su hermana y amiga y se dirigió al Hospital San Juan de Dios, creyendo que su hermana solo fue herida, sin embargo, su familia le dijo que era mejor que llegara a la morgue del Inacif.
“Pensaba que mi hermana nunca iba a morir, pensaba que iba a morir toda mi descendencia, pero ella nunca”, indica.
El impacto fue duro cuando llegó a la morgue y después a la funeraria, porque debía vestir a su hermana. Ella quería hacerlo junto a su otra hermana menor, porque prácticamente habían sido las hijas de Gabriela.
“Nos fuimos a la funeraria, seguía sin creer que era ella, cuando nos llamaron a la habitación que tienen para vestir a los cuerpos, entré con mi hermana pequeña, me derrumbé porque vi que era mi hermana -Gabriela- y la reconocí porque en la camilla donde estaba le habían dejado el pelo al aire. Es algo bien extraño porque yo miraba que movía las manos y los ojos y le dije mamita levántate, todos le decíamos la madrecita porque nos había cuidado. Le dije vámonos de aquí, la cuestión es que empecé a besarle los pies y le dije levántate porque vos dijiste que nunca me ibas a dejar sola”, indica.
Xiomara y su hermana se negaban a creer que Gabriela había muerto y creen que la vieron mover el brazo y los ojos, se la querían llevar a su casa, pero sus otros familiares las cuestionaron porque Gabriela ya estaba muerta; sepultarla fue aún más duro.
“En la caja iba lo que más amábamos, lo que más nos unía, es como que me hubieran dicho en esta cajita va su corazón. Mi hermana era mi corazón, mis ganas de vivir, mi hermana era mi vida desde que éramos pequeñas”, recuerda Xiomara.
La entrevistada lamenta la forma como algunos medios de comunicación presentaron la noticia el día que fueron encontrados los cuerpos, pues justificaron las muertes al estigmatizar a su hermana y a su amiga, sin embargo, señala que su hermana era una mujer “luchadora” que trabajaba y que la razón por la que ella continúa es porque quiere alcanzar justicia.
Además, dice que las familias que han sido afectadas por un femicidio deben luchar para alcanzar justicia. Su hermana murió de seis disparos y su amiga Carolina de cuatro impactos. Las imágenes del crimen denotan misoginia, pues sus rostros fueron destrozados y ellas torturadas antes de morir, según las imágenes observadas.
“Le rogaría con todo mi corazón que le haga saber a esas familias que están allá afuera que nunca están solas, que siempre hay ángeles en el camino, que levanten la voz y nunca la apaguen. Porque si dejamos leña encendida y no la apagamos por voltearnos, podemos causar un incendio. Y el incendio debe de estar por dentro para tener fuerzas de continuar y nunca rendirse”, dice Xiomara.
La forma de honrar la memoria de Gabriela Villacinda y Carolina Laverde por parte de las familias, es por medio de la página de Facebook “Justicia por Carolina Laverde y Gabriela Villacinda Montepeque”.
Por otro lado, por el femicidio de estas jóvenes hay tres personas capturadas y en prisión, ellas son: Antonio de Jesús Jerez, Jennifer Beatriz Pérez Mercado y Luis Fernando Cardona Rodríguez.
LOS CASOS
Del 1 de enero de 2017, (año en que asesinaron a Gabriela y Carolina) al 31 de agosto de 2019, han muerto violentamente 1 mil 487 mujeres por causas asociadas a hechos criminales en investigación, entre estas por arma de fuego, arma blanca, asfixia por estrangulación y decapitación, según las necropsias realizadas por el Inacif. (Lea el recuadro Muertes violentas de mujeres).
En tanto, del 1 de septiembre de 2017 al 1 de septiembre de 2019 han ingresado 316 casos por el delito de femicidio al OJ, de los cuales 170 han obtenido sentencia: 45 absolutoria y 125 condenatoria. (Lea el recuadro Casos ingresados y sentencias).
Mario Sievavizza, vocero del OJ, fue consultado por la cantidad de sentencias comparadas con la estadística de muertes violentas de mujeres.
Sievavizza respondió que todo depende del trámite que lleva cada proceso y para ello debería evaluarse cada juzgado, sin embargo, señala que las acciones interpuestas por las partes podrían tener incidencia.
“Depende mucho de la tramitología de los procesos, no todos se van en los mismos tiempos y plazos por los recursos que las partes -involucradas- puedan interponer. Si bien es cierto ingresan en el mismo periodo, pero unos se resuelven más rápido que otros, por el tema de la tramitología, es bien complejo porque se tendría que analizar cada uno de los juzgados y ver qué incidencias han tenido ellos con relación a la tramitación de ese tipo de procesos”, explica.
De acuerdo con el entrevistado, el OJ lleva los procesos en base a los plazos legales, pero las acciones legales interpuestas inciden en que un caso avance o no.
“Los retos que siempre va a afrontar el OJ es que se lleven los procesos en la forma establecida y cumpliendo con los plazos legales, pero eso no exime a las partes de poder accionar legalmente a través de recursos, amparos, una recusación frente a un juez”, reitera.
MÁS ALLÁ DE LAS ESTADÍSTICAS, EL IMPACTO DE UN FEMICIDIO
Hilda Morales, exprocuradora adjunta de la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH), señala que un femicidio no solo deriva en estrés postraumático en las familias, sino después viene una serie de retos como la búsqueda y las dificultades para el acceso a la justicia, la falta de apoyo y la vida material donde faltan recursos, no hay reparación, indemnización, acompañamiento del Estado en caso fueran identificados los victimarios, además se cambia el estatus social y económico.
“Tiene que ver mucho con el aporte que las mujeres dan a la familia y no se ve mucho en nuestro medio, porque todo el trabajo que las mujeres realizamos en nuestra casa no se ve como que tuviera un valor económico, y si se trabaja con un ingreso formal o no formal de trabajo también no se ve, se siente como si fuera un apoyito, algo que dan las mujeres, pero es fundamental el acompañamiento con los hijos o las hijas, la pareja, la mamá, el papá”, detalla Morales.
La entrevistada refiere que en la sociedad estas muertes también tienen un impacto que afecta y atemoriza a todas las mujeres.
“Tiene un impacto increíble en el grupo familiar cercano, pero también desde el punto de vista psicológico como afecta a las mujeres, a la sociedad, porque cada vez las mujeres vivimos con más miedo de lo que pueda pasarnos a nosotras, o a las otras mujeres que conocemos o no conocemos. Es un pánico que vivimos”, indica.
Morales lamenta la estigmatización que surge cuando matan una mujer, sin llegar a las causas reales que deben orientar a una investigación y ejemplifica el caso de las jóvenes María Isabel Véliz Franco y Claudina Isabel Velásquez Paiz (desaparecidas, asesinadas y que en su memoria se nombró la alerta Isabel-Claudina, para la búsqueda de mujeres desaparecidas), a quienes se les señaló que andaban en lo que comúnmente se conoce como en “malos pasos” y en actividades que “no eran normales para una señorita”, esto como una justificación que nunca debió ser tolerada.
La profesional reitera la necesidad de las políticas públicas y de la evaluación que debe hacerse del papel de cada institución para alcanzar resultados.
“Hay que apelar a las políticas públicas, porque es la responsabilidad del Estado, han surgido por la insistencia de las organizaciones de mujeres de la sociedad civil, pero el Estado tiene que responder con esas políticas públicas, cuando hablo del Estado, hablo de los tres Organismos, no solamente ver las leyes, sino que se cumplen y cómo, quien tiene que aplicar la justicia, cómo la aplica, cuánto tiempo pasa”, indica.
La entrevistada agrega: “Las estadísticas nos dicen cuántos femicidios, pero no se impugnan, no se protesta contra ese plazo entre la muerte de una mujer y el tiempo que transcurra en que el caso sea formalmente ingresado por el MP al OJ y después como se desarrollan todas las fases del proceso, hasta llegar a una sentencia y todas las equivocaciones que pueden haber, derivadas del mal funcionamiento o incumplimiento de los operadores de justicia para plantear un caso”, concluye.