Foto: Archivo.

Por Redacción La Hora
lahora@lahora.com.gt

La Agencia Guatemalteca de Noticias publicó esta tarde el discurso completo que dio ayer el Nuncio Nicolás Thevenin, en ocasión de la celebración de los cinco años desde que el papa Francisco fuera elegido Pontífice, el cual se reproduce a continuación.

Ante todo quisiera agradecer de modo especial a sus excelencias, el señor presidente Jimmy Morales y vicepresidente Jafeth Cabrera por honrar esta misión diplomática de manera tan especial y atenta en este quinto aniversario de la dirección del Papa Francisco en la sede de San Pedro, además de manifestar así su respeto y aprecio para la persona del Papa Francisco y de la obra discreta y muy eficaz de la Iglesia Católica en Guatemala. Considero que es un acto de deferencia muy particular hacia el cuerpo diplomático en Guatemala, que tengo el gran honor de representar en mi calidad de Decano del Cuerpo Diplomático.

En estos últimos cinco años, el Papa Francisco no ha dejado a nadie indiferente, y en modo muy particular, su sencillez y su modo directo con las exigencias de la fe y la pertenencia a la humanidad, nos ha permitido hacer un serio examen de conciencia sobre los deberes de cada uno, no solo como católicos, sino también como ciudadanos, la elección de su nombre, Francisco, es en sí mismo un programa inspirado por el modelo de Francisco de Asis, que se puede resumir en tres ejes: primero, la atención particular a los más pobres, sea material y espiritualmente, para que puedan descubrir y amar a Dios misericordioso, es el sentido de ir a las periferias; segundo, buscar la paz y ser personas de paz en todas nuestras acciones; tercero, respetar y promover lo creado, la naturaleza y eso empieza con recordarnos que Dios ha puesto al hombre al centro de su creación para ayudarlo a reconocer su bondad infinita que quiere compartir con nosotros. Implica, por lo tanto, el respeto de la vida en todas sus formas: vida natural de las personas, vida naciente y vida del anciano y enfermo, naturaleza física que está para el servicio del hombre, pero no para una explotación desordenada, sino únicamente basada en la búsqueda del provecho a toda costa.

Para lograr vivir y desarrollarnos según estos tres ejes, es necesario tener principios morales básicos sin olvidar que sin ellos la reconstrucción de nuestra sociedad, afectada por la violencia en sus diversas formas, la migración, la corrupción generalizada, el deterioro de los servicios básicos de salud y educación no puede realizarse. No basta contar con la buena voluntad de muchos, como decía el año pasado, y tampoco contar con buenas leyes y reglamentos, sino también es imprescindible tener principios y valores humanos de base para formar y dar ejemplo a las nuevas generaciones, porque esos valores y principios llevan a trabajar a todos en conjunto y no en oposición y desconfianza con tal de lograr el bien común. En la realización del bien común, el principio de solidaridad tiene que conjugarse con el principio de subsidiaridad, como recordaba ya los años pasados.

Pero podemos constatar que existen grandes obstáculos para la realización del bien común. Preocupa la paralisis casi general que uno puede constatar que hay en el país, con tanto flujo de migrantes que continúa, con un desempleo creciente y una disminución de las inversiones tan necesarias para crear nuevos empleos para la población.

Preocupa el hecho de que no se deja trabajar a nadie con la multiplicación de acusaciones, fundadas o no, las iniciativas se paralizan, todos tienen miedo de ser acusados por algún medio de comunicación que critican a las personas que no son de su agrado, simplemente tratan de actuar sin ser coaccionadas. Preocupa que unos pocos estén tratando de paralizar a los tres poderes del Estado, no dejando trabajar a nadie y matando de raíz cualquier proyecto, limitando la iniciativa y la libertad de expresión, para obligar a actuar en un determinado modo.

Como lo he dicho en varias ocasiones, reitero la absoluta necesidad de luchar contra la corrupción y contra la manipulación en todos sus niveles. De modo particular quiero manifestar mi profunda decepción y preocupación porque en estos últimos cinco años no he visto aún ningún cambio radical en un ámbito tan esencial para la población guatemalteca y en modo particular la más desfavorecida. Quiero hablar de la corrupción más inmoral que se manifiesta en el precio demasiado alto de la salud y de las medicinas en Guatemala. Nada concreto, muy poco se ha hecho, para denunciar las mafias –no hay otra palabra- del mundo de las grandes empresas multinacionales de las farmacéuticas, nada se ha escuchado de aquel mundo asqueroso, que se realiza penalizando a los más pobres. No se ha tocado el tema por miedo, por la corrupción que está en medio de los que deberían denunciarla. No se toca por miedo, o porque hay personas comprometidas o compradas por el crimen organizado y que prefieren desviar la atención sobre otros temas. No se ve casi ningún título de periódico que denuncie las mafias de los precios de los medicamentos y me estoy preguntando ¿por qué? Hay que ver dónde está la corrupción que más afecta al guatemalteco en su vida ordinaria, el guatemalteco que se pregunta cómo voy a enfrentar los gastos para curar a mi esposa, mi esposo, mis hijos, las personas más pobres a veces no pueden curarse, por los precios establecidos y si logran pagar caro las medicinas esenciales, es al precio de comer aún menos y de desatender otras necesidades vitales.

Valoro por lo tanto, el coraje del ministro de Salud, Dr. Carlos Soto, que ha decidido que Guatemala debe por fin utilizar la posibilidad de las compras conjuntas del Sistema de Integración Centroamericano (SICA), y de las compras por medio de la Organización Panamericana de la Salud. Si no se levantan oposiciones de personas corruptas, cómplices o indiferentes, los guatemaltecos podrán por fin acceder a medicinas de calidad y mucho más baratas. Son pasos decisivos que necesitan mucha valentía y perseverancia. Cuento con el sentido ético y de justicia de todas las personas comprometidas en la cadena de decisión, para que ese proyecto destinado a mejorar la calidad de vida de millones de personas, pueda lograrse sin demora ni discusiones inútiles para el mayor bien de millones de guatemaltecos.

Preocupa la violencia verbal y física, que nos recuerda tiempos de persecución que se está desarrollando últimamente por parte de grupos microscópicos pero dotados de fondos financieros poderosos y no demasiado controlados, y provenientes de “lobys” internacionales que quieren imponer a Guatemala una agenda totalmente ajena a su cultura y religiosidad en temas de vida y familia y que no respetan a las demás personas en su dignidad y religiosidad. Se visten de puros y anticorruptos para esconder su verdadero objetivo que es acabar con la cultura de paz y de respeto a la vida y promover el egoísmo, el relativimso y el consumismo más descarnado y despiadado.

Preocupa la expansión de la cultura del enfrentamiento, de la exclusión, de las acusaciones y calumnias permanentes que paralizan al país y a las personas que tienen que tomar decisiones. Es cierto, que todos tenemos que hacer un examen de conciencia permanente sobre nuestra relación con la verdad, la honradez, la rectitud. Pero aunque uno esté sin mancha, no puede hacer depender sus decisiones y toma de posición por el miedo que tiene de los que lo acusan.

Otro tema preocupante es el tráfico de armas que están entrando impune e ilegalmente en nuestro país. ¿Cuál es el objetivo que se está buscando? ¿Reavivar las tensiones? ¿Suscitar el odio, la división? ¿Quién aprovecha tal maniobra: los grandes criminales, quienes no quieren desarrollo para poder seguir controlando poblaciones pobres y carentes de recursos y abandonadas por décadas por el Estado? Para con el contrabando y en modo particular el tráfico internacional de drogas. Lo decía ya el año pasado: urge que todas las fuerzas vivas de Guatemala se pongan a dialogar, y no basta con tender y lanzar inventivas de todo tipo. Urge salir del inmovilismo y del miedo paralizante que hace que muchos no se atrevan a tomar decisiones, escondiéndose detrás de procesos burocráticos, siempre más complicados e ineficientes, decía el año pasado.

Guatemala corre el riesgo de paralizarse porque unos pocos no deciden y otros bloquean o amenazan. Cada uno de los actores de la vida política, social y económica de Guatemala, tiene que considerar en conciencia si su modo de pensar, de concebir las cosas, y de actuar, contribuye a un desarrollo armónico y constructivo del país. Hay que considerar si de verdad se está buscando la cooperación de todos, sin exclusión, para realizar el objetivo común de mejorar y elevar la condición del guatemalteco de a pié, lo decía el año pasado en las mismas palabras.

Pero estas preocupaciones no deben hacernos pesimistas, sino más conscientes de la urgencia de rectificar nuestras actitudes y actuaciones para lograr estos objetivos que son las líneas de acción que nos recuerda Papa Francisco: atención a los más abandonados, búsqueda de la paz y de la armonía, respeto de la creación.

Quisiera hoy agradecer una vez más a todas las personas, que rezan por el Santo Padre, como él lo pide, siempre para cumplir su misión, agradezco a la vez a las numerosas personas, a menudo anónimas, que me aseguran sus oraciones y apoyo espiritual para que pueda cumplir sin fallo la misión que el Santo Padre me ha confiado hace cinco años, en fidelidad a la fe y a la misión de la Iglesia que tanto contribuye en Guatemala, al desarrollo en modo muy discreto sin ruido, pero de modo concreto y eficaz. En ocasión de mis numerosos viajes al interior del país, en las aldeas más remotas puedo encontrar la Guatemala profunda, trabajadora, esperanzada y constructiva y eso me conforta y anima a perseverar. Agradezco todos los testimonios concretos de tantas personas generosas, pienso en particular en mis hermanos sacerdotes, religiosas, muchos laicos, al igual que muchas otras instituciones con su labor, entregado y abnegado. Los testimonios concretos de estas personas generosas que comparten sus recursos y sobre todo su tiempo para aliviar los sufrimientos de los otros.

Hoy no puedo dejar de recordar la memoria de su excelencia, monseñor Óscar Julio Vian Morales, arzobispo de Santiago de Guatemala, recién fallecido, su entusiasmo, su entrega, su deseo de servir a todos nos ha impactado, y las manifestaciones de cercanía de pésame de todos los sectores de la sociedad en los días de su funeral nos ha mostrado la capacidad del pueblo de Guatemala de ser unido en el dolor y agradecido a Dios por las personas que Él pone en nuestro camino para animarnos a ser más fieles en nuestro compromiso de ser más fieles a nuestros compromisos de creyentes y de ciudadanos.

Artículo anteriorUn voto razonado y bien fundamentado (jurídicamente) que le puede traer problemas a Arzú
Artículo siguienteBarcelona supera 3-0 a Chelsea y pasa a cuartos con un Messi genial