Por Grecia Ortiz
gortiz@lahora.com.gt

Trabajar jornadas extenuantes para conseguir mejores ingresos que los que podrían recibir en su país y junto a su familia, es uno de los múltiples sacrificios que los migrantes realizan para enviar remesas a sus países de origen.

Así son las historias de Gilda, Julio, Erick, Edwin, quienes son un ejemplo de lucha por salir adelante, con la firme esperanza de darles una vida mejor a las personas cercanas que dejaron en el país. La realidad tampoco cambia en países como Honduras y El Salvador, donde las condiciones similares también impulsan la migración de personas a otros países, principalmente a Estados Unidos.

A pesar del desvelo, cansancio y horas sin alimentarse adecuadamente, guatemaltecos, salvadoreños y hondureños coinciden en que todo su esfuerzo radica en proveer a sus familias mejores condiciones de vida.

A diario, miles de guatemaltecos trabajan largas jornadas con la finalidad de mejorar las condiciones de vida para sus familias en Guatemala, aunque eso signifique que no duerman y no se alimenten adecuadamente, porque aunque se gana más que en sus países de origen, siempre deben considerar el pago de alimentos y vivienda, dejando muchas veces un margen muy pequeño para sus gastos personales.

EL SOLOLATECO QUE SOÑABA CON UN FUTURO DISTINTO PARA SU FAMILIA

Cuando dejó a su familia, Edwin Ajcalón soñaba con cambiar el futuro de sus padres y hermanos que se quedaron en Sololá, quienes estaban esperanzados en que su partida significaría mejores condiciones de vida, aunque eso no fue precisamente lo que sucedió.

Ajcalón tenía solo 14 años y en noviembre de este año cumplió apenas un año de haber llegado a Estados Unidos, país donde permaneció sin empleo por unos seis meses, porque su edad y el no tener documentación legal en ese país impedían que obtuviera un trabajo.

Durante un tiempo el niño vivió junto a un familiar pero luego decidió mudarse a otro lugar, siempre en el condado de Brooklyn en Nueva York.

Para saldar sus deudas y enviar remesas a Sololá decidió aceptar un empleo como repartidor de comida en un restaurante. En promedio, migrantes señalan que las jornadas de trabajo pueden alcanzar unas 12 horas.

Aunque ya tenía algunas semanas realizando dicha labor, el joven jamás imaginó que el sábado 25 de noviembre, cuando se encontraba en la Quinta Avenida, calle 24 de Sunset Park, se vería involucrado en un trágico incidente cuando se conducía en su bicicleta. Un vehículo lo arrolló, ocasionando su muerte en el lugar.

Un residente de la localidad que conoció a Edwin lo recuerda como una persona que aunque joven siempre buscó trabajar arduamente para darle mejores oportunidades a su familia en Guatemala.

El adolescente no logró completar sus estudios y apenas cursó hasta quinto grado de primaria. Al ver que en Guatemala no podría encontrar un empleo para cubrir sus necesidades y las de su familia decidió migrar, pese a los peligros a los que se enfrentaba.

Residentes y autoridades distritales del área donde sucedió el accidente mostraron su solidaridad con la familia del menor de edad, le rindieron homenaje y colocaron una bicicleta blanca para honrar su memoria.

Ahora, familiares enfrentan el dolor de haber perdido a su hijo, y también asumir las deudas del viaje que emprendió el joven.

GILDA BLANCO: TRABAJÉ VARIOS AÑOS LIMPIANDO CASAS

-Vive en Seattle Washington y es originaria de Izabal-

La historia de Gilda Blanco, originaria de Izabal, no es diferente a la de muchos guatemaltecos que con la falta de oportunidades han decidido dejar el país.

Cuando llegó a Estados Unidos, tenía 26 años y lo hizo a pesar de que familiares le advirtieron que hacerlo era una experiencia difícil. Pero la situación de sus seres queridos era caótica y eso la llevó a tomar esa decisión.

“Me estaba esperando una pesadilla muy difícil”, aseguró Blanco. En un principio pensaba que lograría visitar a su familia pronto, pero para volver a su país pasaron más de diez años en los que trabajó por muchas horas, no importando que no se le remunerara adecuadamente, al tiempo que era humillada en los lugares en donde trabajaba.

“Hice trabajos de limpieza en casas por 14 años en Estados Unidos porque era la única forma en que podía subsistir allá. La falta de documentación no te permite tener otro tipo de trabajo, ir a esas casas es irte a meter al ojo del huracán y los dueños de casas tienen estabilidad económica favorable y hay una violación latente”, afirmó.

Blanco, incluso, recuerda que trabajó hasta 16 horas al día, es decir más de 40 horas a la semana sin que se contemplara el pago de horas extras, pero ante la falta de documentación siempre lo consideró normal. Además era con la idea de poder ayudar a su mamá que se había quedado en Izabal.

Los años pasaban y la guatemalteca trabajó de casa en casa. La situación siempre era la misma, sin que conociera de sus derechos y con la presión de no contar con una estadía legal en ese país.

La connacional vivió en Nueva York pero se estableció en Seattle Washington, en donde viven sus familiares, permaneció varios meses sin poder trabajar porque no contaba con un seguro social y fue así como llegó hasta una organización local, en donde finalmente se empoderó y buscó ser educadora sobre los derechos de las mujeres en la industria de la limpieza de casas.

En el 2015 fue galardonada como una de las dos primeras becarias de la Dorothy Bolden Fellowship de la ANTH y en la actualidad está creando bases organizativas en Seattle con trabajadoras inmigrantes y afrodescendientes de la diáspora. Pero para lograrlo, la connacional asegura que vivió momentos difíciles y por eso entiende la realidad en que vive la comunidad migrante, que cada día se esfuerza por enviar remesas al país.

Por eso asegura que es vital que las familias no olviden que cada uno de los recursos que reciben desde el extranjero son difíciles de adquirir, “detrás de cada dólar, hay humillación, muchos llantos… hay tanto dolor y eso quiero que la gente entienda que no enviamos remesas por placer… es para que tomen conciencia que con ese dinero hay que hacer algo”, afirmó.

JULIO ACETÚN DESDE BROOKLYN: COMO REPARTIDOR SE TRABAJAN LARGAS JORNADAS

-Vive en Brooklyn y es originario de Sololá-

Julio Acetún, guatemalteco radicado en Brooklyn asegura que a veces los migrantes trabajan hasta 16 horas al día con un sueldo de 350 dólares a la semana, que sería la recompensa por la soledad y el cansancio.

En el caso de Acetún, lleva 11 años viviendo en Estados Unidos, y al igual que Edwin es originario de Sololá, específicamente de San Jorge La Laguna. En una entrevista para La Hora Voz del Migrante relató algunas de sus anécdotas.

Afirma que dejó su país por necesidad, además de que nunca vivió con sus papás porque ambos murieron cuando era muy joven. Su infancia transcurrió al lado de sus abuelos.

En su experiencia también hay recuerdos de su trabajo en restaurantes en donde laboró por largas jornadas y el cansancio fue el que lo obligó a retirarse y buscar un trabajo en el sector de la construcción.

“Trabajar en un restaurante, ese fue mi primer trabajo y tengo esa experiencia incluyendo trabajos en Car Wash en donde pagan 4.50 dólares con un gran frío porque eso más se trabaja en el tiempo de nieve”, explicó.

Recordó que hubo una temporada en la que no encontró un trabajo por lo que decidió aceptar un empleo en el que vendió agua pura embotellada, porque siempre debía estar atento al pago de agua, luz, comida y otros.

Tener que migrar para encontrar un trabajo para el connacional es lamentable, y eso se lo atribuye a la falta de conciencia del Gobierno en prestar atención a salud y educación a la población.

“Los jóvenes y niños se meten a la cabeza que no quieren estudiar y prefieren irse para los Estados Unidos… hablando de esto yo veo que en Guatemala no hay problema, lo que pasa es que tantos gobiernos que han pasado, se han llevado y robado todo lo que tenemos y ese es precisamente lo que pasa con Guatemala”, opinó.

ERICK BARRERA: EL JARDINERO DEDICADO Y EMPEÑADO EN DESTACARSE

-Desde Nueva York-

Ilusiones, sueños y esperanzas por cambiar su futuro y el de sus seres queridos llevaron a Erick Barrera a dejar su hogar en la aldea de Amberes, en Nueva Santa Rosa, porque no encontró las oportunidades que deseaba para superarse.

Asegura que tomar la decisión de migrar a Estados Unidos fue complicado porque el idioma le resultaba extraño, pero eso nunca lo desanimó, a pesar de saber que pronto su vida no sería como la recordaba.

El guatemalteco sabía que podría optar a un empleo mejor pagado, pero el esfuerzo que debía hacer era doble. Estando en ese país aprendió el oficio de la jardinería que con el tiempo fue perfeccionando.

El oficio, Barrera lo describe como muy sencillo y consiste en aprender a cortar la grama, podar árboles con precisión y cuidado, además de cuidar las plantas.

“Es bastante complicado porque todo el tiempo uno tiene miedo de hacer algo que no está legal, o que no es lícito pero hay muchos lugares en donde le dan conocimiento a uno para guiarlo cómo hacer las cosas bien y no tener problemas”, afirmó.

Erick comenta que su motivación para superarse fueron sus padres. No obstante, ya lleva 23 años viviendo lejos de su Guatemala.

“A veces me pongo triste de no estar cerca de mis papás pero hice una familia acá y tengo mis hijos que los veo a diario y cinco hermanos más y entonces es difícil, sí los extraño y quisiera regresar un día pero por el momento mis hijos necesitan de mí”, aseguró.

Aunque las jornadas de trabajo han sido largas y extenuantes ayudar a sus papás siempre ha sido su recompensa. En sus oraciones asegura que nunca faltan sus familiares, “los llevo grabados en mi pensamiento”.

KARLA RODRÍGUEZ: “HAY QUE BUSCAR LA MANERA POSITIVA DE SALIR ADELANTE”

-Originaria de El Salvador y residente en México-
Karla Rodríguez dejó El Salvador cuando tenía 20 años y se estableció en México, posee estudios de licenciatura en idiomas, pero la situación económica y de inseguridad la obligaron a dejar sus estudios, recibió amenazas y decidió ya no continuar.

“Mi hermana estaba trabajando en una zapatería de ciudad Hidalgo, en México, y me dijo que viniera a trabajar con ella. Decidí venir a México y trabajando aquí conocí a mi esposo. Él es de Guatemala y también vino por trabajo a México”, explicó para el sitio electrónico de Soy Migrante del OIM.

Con el ánimo de salir adelante, la salvadoreña relató que junto a su esposo decidió poner un restaurante de comida salvadoreña para poder ganar algo más para lo cual ahorraron dinero.

Empezamos con una estufa muy pequeña, y todo pequeño, pero con las ganas de trabajar, afirmó Rodríguez, quien aseguró que al principio fue difícil porque no los conocían e incluso sufrieron de discriminación por ser de Centroamérica.

“Al principio, no teníamos ningún empleado. Mi esposo era el mesero y yo la cocinera. Cuando el negocio fue creciendo, fuimos necesitando más ayuda y pudimos contratar personal. Tenemos 3 empleadas centroamericanas de Honduras, de El Salvador y de Guatemala. Ellas son migrantes que también vienen en busca de algo mejor”, añadió.

Ser migrante le dio el impulso y la motivación para emprender su negocio, “hay que buscar la manera positiva de salir adelante” señala y afirmó que sabe de otros migrantes que con esfuerzo han logrado tener éxito.

IRMA: “AQUÍ HAY MUCHAS OPORTUNIDADES QUE EN HONDURAS NO HAY”

-Originaria de Honduras y residente en México-

En tanto Irma, una joven hondureña, madre de dos pequeños, manifestó que fue su deseo y ambición por una mejor vida lo que le ha hecho superar todos los obstáculos que hasta hoy ha encontrado en su camino.

Hace nueve años emprendió un viaje dentro de un furgón de tráiler para llegar a Estados Unidos, pero el destino le cambió los planes.

“Aquí hay muchas oportunidades que en Honduras no hay. No me arrepiento de estar en México… Regresaré a Honduras sólo para ver a mi gente, pero a vivir no”, dijo.

La hondureña relató a la OIM que ha tenido que luchar arduamente por lo que posee, trabajar todo el día de sol a sombra, pero la remuneración y los incentivos que ha encontrado para ella y sus hijos la motivan a seguir radicando en el país vecino.

UN EMPLEO CON MEJOR SALARIO

De acuerdo con el informe Matriz de Seguimiento de Movilidad Humana de 2016 del Organismo de las Naciones Unidas para la Migración (OIM), un 99.7 por ciento de guatemaltecos elige como país de destino para migrar, Estados Unidos.

Se estima que en ese país viven más de 1.8 millones de guatemaltecos que aportan con remesas al país. Un estudio del Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (Cemla) apunta que los flujos migratorios internacionales no se originan solamente por la falta de oportunidades de empleo sino que responden a la búsqueda de uno que permita obtener un mejor salario.

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