POR DELIA BONILLA
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Siendo aún una niña, Ana Santana migró a los Estados Unidos junto con sus padres. A los 9 años de edad enfrentó un radical cambio de vida que le permitió convertirse en una mujer fuerte e independiente para superar los retos que el destino le ha puesto en el camino.

Originaria de la ciudad capital, Ana y sus padres radicaron en Nueva York, Estados Unidos desde que migraron a ese país. En entrevista con La Hora Voz del Migrante narró que la adaptación a esa ciudad fue un proceso difícil, ya que había dejado a más familiares y amigos en Guatemala, sintiéndose triste y confundida, por ejemplo, le restringían salir a jugar a la calle y además, toda la comunicación fuera de casa era en inglés.

Estudió en una escuela católica, y las cosas empezaron a facilitarse cuando aprendió el inglés, “no hubo privilegios en la escuela así que me tuve que poner las pilas ya que mis padres no hablaban el idioma”, comentó Santana.

Cada verano, si obtenía buenas notas sus padres la enviaban a Guatemala con su abuela, para ella eso era felicidad total, porque podía salir a jugar a la calle, iba a reuniones y fiestas con su abuela; situaciones que apreciaba ya que el ambiente para la niñez en Estados Unidos es diferente; su madre era muy estricta, sin embargo, logró hacer buenos amigos con los que todavía se comunica.

LOGROS ALCANZADOS

A pesar de los obstáculos aprendió el idioma inglés y se graduó con honores como Secretaria Ejecutiva. Aunque empezó a trabajar desde muy joven, a los 12 años tuvo su primer empleo cuidando niños.

Por azar del destino llegó a trabajar en actividades relacionadas a las finanzas, a pesar de que nunca le gustó la matemática ni los números. En la Junta de Educación en Finanzas laboró por 11 años. Posteriormente, por recomendación de un amigo ingresó a trabajar para la Corte Federal en Finanzas y tiene 23 años de desempeñar sus labores en esa entidad.

Ana indicó que es la única mujer hispana y migrante que tiene un puesto de jefatura en la Corte, lo que ha representado un importante logro en un área donde la mayoría de empleados son estadounidenses.

La guatemalteca estuvo casada por 14 años pero se separó. De esa relación tuvo dos hijos, el mayor tiene 22 años y estudia Leyes Criminales en la Universidad y la menor tiene 15 años y sueña con ser veterinaria. Asegura que sus hijos son su orgullo y su fortaleza, a la vez, destaca la excelente relación con ellos.

Ana está comprometida actualmente y espera casarse pronto, ya que asegura esta nueva relación ha sido muy buena y el trato que tiene su prometido con sus hijos es cariñoso y cordial. Además, colabora con él en el proyecto de producción de eventos musicales que tiene en Estados Unidos, ella es su mano derecha y asegura que lo apoya en todo lo que él emprende.

REPRESENTANDO A GUATEMALA

Santana ha podido incursionar en diversas actividades que se han puesto en su camino, diferentes a su carrera en las finanzas, desde el año 2014 fue nombrada “Princesa de Señoras” de la Organización Latinos Unidos donde representa a Guatemala.

A raíz del nombramiento ha participado en desfiles, eventos culturales, eventos para recaudar fondos por diferentes causas. También pertenece a diferentes grupos para ayudar a personas desamparadas y a niños víctimas de violencia doméstica.

Ana tiene gratos recuerdos de su estancia en Guatemala, su “mamá Anita” vivía en El Progreso donde montaba a caballo, subía a los árboles de mango y nadaba en el río que pasaba por la casa. Mientras, su “abuelita Bertila” tenía tierras en Patulul, Suchitepéquez, donde comía chicharrones, tamales y ponche; su abuela organizaba fiestas patronales y recuerda disfrutar de las posadas y procesiones.

“Yo le digo a la comunidad migrante que luchen para progresar en este país, que no pierdan las tradiciones y las enseñen a sus hijos, así mismo que hagan lo posible por tener sus papeles en orden para evitar deportaciones. También los insto a que luchen por un futuro mejor, conozco personas que tienen 30 años de vivir acá y no hablan inglés ni tienen papeles, todo es perseverancia”, comentó la guatemalteca.

A sus 49 años, recuerda también las enseñanzas de su madre, mismas que enseña a sus hijos, enfatizando en la importancia de ser humildes, agradecer a Dios y luchar para lograr todas las metas que se propongan.

 

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