POR MARIELA CASTAÑÓN
mcastanon@lahora.com.gt

Juan Carlos Molina es el director de Guatemaltecos Extraordinarios, una asociación sin fines de lucro que trabaja con familias y jóvenes en riesgo, que viven en áreas aledañas al Relleno Sanitario de la zona 3.

La asociación fue fundada en el año 2011 y busca alcanzar la sanación y la superación de la niñez y la juventud guatemalteca. Actualmente un promedio de 225 niños, niñas y jóvenes son beneficiados con este proyecto.

Molina, además, es psicólogo de profesión y ha dedicado 15 años de su vida a la prevención del delito, a la rehabilitación y reinserción de adolescentes y adultos en correccionales y cárceles.

El director de Guatemaltecos Extraordinarios concedió una entrevista a La Hora y explicó las acciones que implementan para apoyar a la niñez y juventud en alto riesgo, los desafíos y la importancia del involucramiento de la ciudadanía en estos temas.

La Hora ¿Cuál es el trabajo que realiza la asociación Guatemaltecos Extraordinarios?

Juan Carlos Molina. Atendemos a población que está en riesgo y que generalmente ha sido expulsada alguna vez del sistema educativo normal, ya no los aceptan en escuelas y no tienen financiamiento para pagar un colegio. Este es un colegio donde ellos no tienen que pagar. Son personas que viven alrededor del Relleno Sanitario, no es gente que vive en el basurero, todo el mundo confunde eso.

El fin solo se puede reducir en dos cosas, sanación y superación. La sanación la hacemos a través de historias personales, que es conocer a una persona como realmente es, todas sus heridas, su pasado. Hasta que uno conoce eso, entiende dónde debe abordar la vida de esa persona, hacemos un programa de sanación para los jóvenes y señoritas. Se divide en tres o cuatro campos grandes, uno sería el programa de sanación con los mayores que son de 12 a 18 años, el segundo programa sería del colegio que estamos atendiendo de 7 a 25 años, desde primaria a cuarto bachillerato, y después tenemos una residencia que es para los hermanos menores de los niños que están acá.

Tenemos un programa de fútbol que se imparte en las noches, para que los que salen de aquí no tengan oportunidad de consumir drogas o delinquir.

L. H. ¿Cuáles son los desafíos de trabajar en la sanación y superación de los jóvenes?

J. C. M. Lo más complejo es lograr que una persona esté verdaderamente sana internamente, creo que nadie llega al cien por ciento de la sanidad y siempre podemos mejorar como seres humanos. Lo más difícil que existe es una persona que, a través de la sanación de sus heridas, haya encontrado que su propósito de vida es servir, eso es lo más difícil, la calidad humana es lo que nos cuesta. Una calidad humana comprometida con un propósito más alto que es Dios. Esas personas que ya tuvieron esa sanación puedan tener una relación auténtica con Dios, porque solo a través de esa relación es cuando Dios de verdad se convierte en un ducto espiritual.

L. H. ¿Cuáles son los canales para llegar a la sanación?

J. C. M. El grupo de “Doble A”, no es un grupo tradicional, es un grupo de gente que es experta, que viene de México y tiene una metodología en donde usted llega al fondo de sus heridas y las confronta. Lo que a usted más miedo le da lo trabaja, lo enfrenta a las demás personas, y usted empieza a estar consciente de lo que sus acciones provocan en su alma.

No es un “Doble A” de una queja o un retroceder en el tiempo, sino es una indagación de sus heridas más profundas y el rescate más sincero de donde usted olvidó a su niño o niña, que es donde usted dejó de ser usted y comenzó a servir al mundo, su alma dejó de ser auténtica.

Lo que ellos hacen es quitar toda esa basura y permitirle a uno sentir quien era antes. Ahí se va a dar cuenta que cuando usted no tenía la preocupación de comer, que sus papás le iban a pagar el colegio, en el momento en el que usted no se preocupaba de su financiamiento, en el alquiler de su casa, usted vivía de otra manera y uno ya no se recuerda de eso. Es un proceso de limpieza que toma como diez meses.

L. H. ¿Eso se trabaja con los niños y jóvenes?

J. C. M. Solo con las personas que son mayores de 14 años y tienen la madurez para poder confrontarse asimismo, sin desarmarse. Estos reportajes son un poco difíciles, porque hay muy poca gente que entiende lo espiritual.

L. H. ¿Dónde inició su experiencia?

J. C. M. Comprendiendo a niños de la calle, gente que cuidaba carros, después me fui como voluntario a las prisiones de menores, a Gaviotas y Etapa II, después fui director de Rehabilitación en el Sistema Penitenciario (SP). Trabajé para un proyecto de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID) en reinserción social de expandilleros y para rotarios en reinserción de expandilleros.

La conclusión fue que todo lo externo que uno le da a la gente, becas, dinero, casas, todo eso no cambia el corazón de las personas, siguen teniendo el mismo tipo de conducta hacia su esposa, sus hijos, el corazón no cambia y ahí entendí que ellos tenían que sanar el corazón, por eso se formó la asociación, como un programa auténtico de prevención, enfocado en la sanación de las heridas del pasado.

L. H. ¿Cómo trabajan la prevención del delito?

J. C. M. Escogemos el perfil de niñas, niños, jóvenes o señoritas que hayan sido expulsados de algún centro educativo, o que no exista la presencia permanente de sus papás, que tengan que trabajar y generalmente que sean de hogares monoparentales y de recursos bajos económicos, vienen a un colegio a recibir la educación que se merecen. También tenemos relación con las familias que es muy importante. Si usted no trabaja la dinámica familiar continúan viviendo la misma dinámica de vida, no solo hay que trabajar con los beneficiarios, sino también con los papás, y tratar de sanar la dinámica familiar.

L. H. ¿Cómo funciona todo este plan?

J. C. M. En la tarde tenemos media jornada con los niños que están en primaria, en las tardes vienen a tutorías, en las noches van al programa de fútbol. Y para los que están con heridas más grandes pasan al programa de sanación, necesitan confrontarse muy fuerte. Y los alumnos que no pueden estar en este colegio por su edad, están en la residencia, los cuida una señora que tiene un corazón gigante.

L.H. ¿Cómo obtienen el financiamiento?

J. C. M. De personas que dan una cuota de Q300 al mes, pero ahorita tenemos muy pocos, estamos llegando tal vez a Q2 mil. Este mes ya nos quedamos sin financiamiento. Tenemos al Banco Industrial que nos da parte del financiamiento que es un 15 por ciento de lo que se gasta acá y de un azucarero de muy buena voluntad, que da un 30 por ciento de lo que se consume aquí, siempre estamos en números rojos, siempre existe un déficit, pero también hay ángeles que vienen en el camino y aparecen cuando uno menos espera.

L. H. ¿Cuánto personal tienen?

J. C. M. Somos trece en total, que son maestros, directores de programa de sanación, de la residencia, del colegio, de futbol, el contador y yo como director general.

L. H. La gente cree que los jóvenes que han estado detenidos y que salen de prisión no pueden cambiar su conducta ¿usted cree que sí se puede? ¿Qué se debe hacer por estas personas?

J. C. M. Sí pueden cambiar, si el ser humano tiene la voluntad de enfrentar de nuevo sus heridas y su pasado. El ser humano por naturaleza es cómodo, cree estar bien y dice ser feliz, pero no entiende que es vivir en plenitud la presencia absoluta de su alma y eso no lo puede vivir hasta que no ha limpiado las cosas de su pasado y no ha resuelto sus heridas, dolores, rencores y frustraciones, porque siempre lo tendrá como basura encima de su alma. Tiene que enfrentar lo que no le gusta y no está dispuesto a aceptar. Son muy pocas personas las que están dispuestas a confrontarse para encontrar la verdad.

L. H. ¿Cuál cree que debe ser el papel de la sociedad ante los problemas? Por ejemplo nos quejamos de los hechos delictivos –cometidos por adolescentes-, pero no vemos el contexto de lo que les está sucediendo.

J. C. M. Yo creo que hay dos opciones, o se involucra directamente con las personas que va a ayudar y si lo quiere en el contexto espiritual que es la ayuda al prójimo real, como decía el Papa Francisco, quiero que salgan de la iglesia, que vayan a las comunidades, que convivan con las personas.

Tener un encuentro personal con otro ser humano, conocer su situación y su alma le va a permitir que hacer por esa persona, porque ya conoció, no solo juzgo desde afuera.

En resumen, es el involucramiento directo con la persona en riesgo o apoyar a asociaciones que están dedicadas a la auténtica prevención. Lo otro sería la apertura a que personas que tengan empresas les puedan dar empleo a quienes viven en zonas rojas, pero tal vez con el aval de una asociación.

L. H. ¿Qué hacen los niños que usted tiene en su asociación, después de terminar sus estudios?

J. C. M. Generalmente consiguen un trabajo propio y es impresionante la variedad que tenemos. Hay uno –un joven- que se fue a New York, está trabajando y le manda las remesas a su mamá y esposa. O personas que trabajan en organizaciones no gubernamentales similares a esta, o trabajan en mecánica, mensajería, limpieza, es muy variado, según lo que la persona quiera. Acá se le trata de orientar en su camino para que escoja lo que realmente le gusta en su ámbito.

L. H. ¿Cuáles cree que son los desafíos que enfrenta la niñez y la juventud en la actualidad?

J. C. M. Lo más difícil es ser ellos mismos dentro de un contexto familiar, que los empuja a hacer lo contrario, cuando hay mucho abuso físico, verbal y un rechazo severo por parte del padre o madre, el niño lo que hace es huir de su casa, porque lo único que busca es el amor.
Cuando yo trabajé en el Preventivo de la zona 18, un pandillero me decía que lloraba todas las noches, yo decía cómo es que -esta persona- toda tatuada llora. Un día me dijo: Me metí a las pandillas cuando tenía 9 años, no sabía a qué iba, según yo iba a encontrar una familia y sí la encontré, pero me obligaban a hacer cosas que realmente no quiero. Entendí que un pandillero no es feliz, se meten a la boca del lobo donde no pueden salir.

L. H. ¿Cuáles son las satisfacciones que ha encontrado al trabajar con estos niños y jóvenes?

J. C. M. Entender que ellos son los maestros y no yo, si no es por ellos yo no me obligaría a trabajar tan profundamente en mi área espiritual, porque he entendido que lo espiritual es lo único que sana el corazón y para hacer eso yo me tengo que despojar de todo lo que creo ser y llegar a tener conciencia de lo que el alma es.
Muy superficialmente le diría que me iría mucho mejor teniendo mi propia clínica, pero si la tuviera estaría cómodo y eso significa que: número uno tendría el dinero para estar viajando todo el tiempo, atendería a los pacientes y haría una vida muy cómoda, pero no sería una vida de progreso espiritual. La asociación me ha obligado a que si quiero servir de verdad debo hacer un proceso personal para servir auténticamente, no con mi inteligencia, sino con el espíritu.

L. H. ¿Cuál es la experiencia que más le impactado?

J. C. M. La que más me ha impactado es –la experiencia que tuve con un joven- que aprecio un montón y lo considero un amigo. Ver que cuando él se estaba bajando de mi carro y estaba entrando a su casa con el agua hasta las rodillas, yo le pregunté ¿todo esta agua qué? Él me dijo es que cuando aquí llueve se hace como un lago. Me dijo que las camas las colocaban sobre blocks. Le pregunté qué es lo que está flotando ahí, él dijo que eran todos los desechos humanos que salen de las reposaderas, después yo sabía que él llegaba a su casa e iba a seguir dentro del lago.

Yo me metí a mi carro, lo primero que hice fue subir la temperatura para ambientar, cuando marqué el botón, dije él está descalzo, entrando a su casa así. Yo estoy cambiando el ambiente dentro de mi carro.

Cuando llegué a mi casa, abrí la refrigeradora y saqué un jugo de naranja, pensé que seguramente él no tendría eso. Me impactó la diferencia de vidas que puede existir -las casas ubicadas a inmediaciones del Relleno Sanitario- están a cinco minutos del Obelisco ¿cómo puede existir una vida tan radicalmente distinta a la de alguien que yo quiero?

L. H. ¿Cómo evalúa la participación de la ciudadanía en los temas de prevención y atención a la juventud?

J. C. M. Nadie está dispuesto a hacer el esfuerzo de entender a un ser humano que sea distinto a uno. Cuando yo no quiero ver, no voy a ver. Lo que voy a creer es lo que me dicen las noticias, pero eso no habla de la persona.
La gente está tratando de sobrevivir, no delinque porque le parece lo más lindo del mundo. Un 99 por ciento de los pandilleros no se mete a una pandilla por matar, nadie quiere matar a otro ser humano, pero están dispuestos a hacer lo que sea, con tal de ser aceptado en un lugar.

L. H. ¿Cree que se deben crear programas para las familias?

J. C. M. Yo creo que la ciudadanía debería enseñarle a las personas a salir adelante, el desafío es romper la cultura de acomodamiento, si existiera un programa que le diera esperanza a las familias, para que pudieran tener solvencia económica, sería espectacular y aparte si las personas de las iglesias se involucraran en la sanación espiritual, las cadenas espirituales que pasan dentro de las familias.

L. H. ¿Cuántos niños, niñas y jóvenes son atendidos aquí?

J. C. M. En el colegio de la mañana tenemos 80, en la tarde 80, 35 en la guardería, 30 en futbol, en total 225.

¿Cómo apoyar a la niñez y juventud?

De acuerdo con Juan Carlos Molina, la ayuda económica es importante para continuar con los proyectos.

Pero también es vital el voluntariado que las personas puedan hacer. Actualmente esta organización necesita voluntarios de nueve a diez de la mañana o de dos a tres de la tarde, de lunes a jueves, 50 minutos para que alfabeticen a la niñez e impartan cursos de matemáticas básicas.

Matemáticas se impartiría los lunes y miércoles, y lectura y alfabetización los martes y jueves. A los voluntarios se les asignaría dos niños por persona.

Para mayor información puede enviar un correo a jcmolina@guatemaltecosextraordinarios.org

“Siempre estamos en números rojos, siempre existe un déficit, pero también hay ángeles que vienen en el camino y aparecen cuando uno menos espera”.

“Si existiera un programa que le diera esperanza a las familias, para que pudieran tener solvencia económica, sería espectacular y aparte si las personas de las iglesias se involucraran en la sanación espiritual”.

“La asociación me ha obligado a que si quiero servir de verdad debo hacer un proceso personal para servir auténticamente, no con mi inteligencia, sino con el espíritu”.

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