POR DOUGLAS GÁMEZ
dgamez@lahora.com.gt

A las puertas de la elección de un nuevo Procurador de los Derechos Humanos (PDH), el actual magistrado de conciencia, Jorge de León Duque, enumera las falencias y precariedades del país en materia de derechos humanos, debido a un Estado que “no da resultados” y es incapaz de asegurar a su población derechos básicos como la seguridad alimentaria, salud y educación. Además, responde a quienes señalan que la PDH se dedica a “defender delincuentes” y habla sobre el fallido intento de reformas constitucionales.

Al final de su mandato, el Procurador reiteró a “La Hora” su posición sobre el Estado fallido en el que vivimos, declaración que ya le ha valido críticas y ataques en el pasado.

¿Cuál es la situación actual de los derechos humanos en Guatemala?

Desafortunadamente son pocos los avances que históricamente ha presentado el país y al día de hoy derechos como la libertad de expresión, como la libertad de asociación son quizás los pocos avances que hemos logrado en materia de los derechos humanos.

Los derechos individuales, como el derecho de la vida por ejemplo, –el derecho a –vivir dignamente o derechos como los económicos, sociales y culturales, salud y educación, vivienda, trabajo… siguen siendo una tarea pendiente para el país.

Los hospitales, las mismas cifras de desnutrición crónica, que condenan al ser humano a vivir un infierno. Tomando en cuenta que uno de cada dos niños nace con desnutrición crónica, eso nos pinta, diría yo, la realidad de nuestro país, -que es de- un Estado incapaz de garantizarle bienestar a su niñez. Ese es el mejor reflejo de la incapacidad que hemos tenido para salir adelante y tratar de luchar contra esta miseria, estas injusticias, estas desigualdades que Guatemala ha presentado; reitero, ha habido algunos avances.

¿Cómo cuáles?

No hay como política de Estado perseguir, asesinar o callar a aquellos que se manifiestan en contra de un Gobierno. La libertad de expresión, a pesar de que no es absoluta, porque algunos abusan de ella e incluso incitan odio, por ejemplo; pero hoy hay libertad de expresarse, eso es un avance.

Libertad de asociación también. Hay diferentes asociaciones, grupos, que salen a la calle, que manifiestan. En fin, diría que esos son los dos grandes logros que hemos tenido como país. Creo que hay mucha más conciencia también de lo que son los derechos humanos, de cómo los grupos saben que tienen derecho y que tienen además esa libertad y derecho de exigirlos ante un Estado que es muy lento y que no da respuesta.

En cuanto a su administración ¿Cómo encontró a la PDH cuando asumió, cómo estaba el país, qué ha cambiado?

Debo decirlo con absoluto conocimiento de causa y con muchísima certeza, entregaré una institución mucho más ordenada, en recursos humanos, en lo administrativo, en la misma confianza y credibilidad de la institución, entrego una institución mucho más sólida y más ordenada.

Por ejemplo la supervisión a los hospitales, antes no se daba, hoy hemos dejado el estándar bastante alto, con mucha denuncia, con mucha supervisión del tema de salud que es lo que más denuncias nos presentan acá. Es decir, no es casualidad que se esté viendo a una Procuraduría muy activa en el tema de salud, porque es lo que más denuncias recibimos y es uno de los peores flagelos de este país.

Y otro tema, diría yo, es el acceso de información. Cuando asumí como procurador, el tema del acceso a la información brillaba por su ausencia; hoy hemos hecho una mejor fiscalización, presentado denuncias a ministerios, fideicomisos, alcaldías, gobernadores, y hemos elevado ese nivel de cumplimiento de la Ley de Acceso a la Información Pública. Falta mucho por hacer, pero creo que las bases están sentadas.

¿Qué le responde a los que dicen que los derechos humanos solo sirven para defender a los delincuentes?

Primero, que se instruyan un poquito y que lean. Es importante la lectura –para– uno poderse plantear sus argumentos, pero con sustento.

Lo que no se vale es que se dejen llevar por un meme o por un tweet -con unos- pocos caracteres, o que lo hagan como respuesta a que la PDH se ha puesto del lado de la justicia, de lado de la lucha contra la impunidad, contra la corrupción. Ese es el ataque y esa es la genialidad que se les ocurrió para atacar la Procuraduría de los Derechos Humanos.

Me parece que hay que ser un poquito más proactivos, más inteligentes en el sentido de buscar cuál es el mandato del Procurador. Por supuesto que la PDH tiene falencias como las tenemos todas las instituciones, pero hay que dejar ya ese discurso que solo confronta, que viene de la Guerra Fría y –en el cual– se decía que los que defendían los derechos humanos eran los izquierdos humanos, porque era la gente que estudiaba, la gente que agarraba un libro y que le exigía cuentas al poder público.

Quedó esa cantaleta, reitero, ya vieja, ya en desuso, pero –la utiliza– aquel que no lee, aquel que no se entera, que no tiene ni siquiera 20 minutos o media hora para leer el mandato de Procurador y después entender la Constitución, y saber que los derechos son inherentes al ser humano. –Si lo hicieran– no dirían ese argumento tan pobre.

Y de paso no ve a la PDH defendiendo a ningún delincuente. De hecho, nosotros defendemos derechos, eso es lo que hacemos. No defendemos a ningún delincuente, no estamos en los juicios, no somos Defensa Pública Penal, quien lo resuelve son los jueces, como PDH no somos nada. Eso creo que es importante, que la gente con mucha responsabilidad, ejerciendo ciudadanía responsable, sepa cuál es el mandato de cada institución.

Esto nos lleva a un tema que tal vez levantó este discurso, y son las reformas constitucionales, ¿qué pasó con ellas? ¿Considera que se pueden dar por muertas?

Yo todavía guardo una leve esperanza de que pueda retomarse la discusión y –se logre– su entera aprobación en el Congreso. Sabía que era un riesgo y sí, efectivamente, como consecuencia de mi participación en esta Secretaría Técnica, casualmente, coincidentemente, arreciaron estos ataques a través de las redes. Pero a mí me queda honestamente la satisfacción de que la gente seria, el periodismo serio, reconoce lo que se ha hecho, apoya estos esfuerzos de la lucha contra la corrupción.

Siempre hay algunos ahí que insultan, sin argumentos, sin sustento. Porque debo decirlo y lo he reiterado, yo respeto a aquellos que, con argumentos, disienten. Eso es característica normal y sana para una democracia, y es perfectamente válido que haya gente que no esté de acuerdo con la reforma. Pero que lo hagan con respeto, habiéndose enterado o habiendo leído. Además sería importante que propongan: mire no nos parece esto, proponemos esto. Esas son discusiones inteligentes que además aportan al país, pero no me extraña, porque ahí se da cuenta uno que con estos intentos está tocando fibras muy delicadas, que reaccionan y saben reaccionar bien –porque– tienen recursos, mueven redes sociales. Pero como he dicho siempre, para mí la mayor satisfacción es seguir actuando de forma transparente.

Si hoy me plantearan la posibilidad de apoyar de nuevo las reformas al sector justicia, lo volvería hacer sin dudar un solo segundo.

¿Qué efecto tuvo en el avance de las reformas constitucionales la actitud del presidente Morales? En un principio las apoyó, pero con el caso de su hermano e hijo (Botín Registro de la Propiedad) se distanció.

Indudablemente el apoyo del Presidente de la República, sobre todo en este país que es tan presidencialista, afecta, indudablemente. Él ejerce un liderazgo, es el Presidente de la República, tiene hoy el puesto más importante del país y, por supuesto, el mensaje es que el Presidente se quedó un poco más tranquilo con el tema de las reformas, ya no como un impulso. Seguramente para la bancada oficial manda un mensaje de tranquilidad, de: vamos con calma, discutamos; es decir, no hay un impulso. Seguramente si los tres presidentes del Estado en plena armonía y coordinación le hubieran dado otro impulso, otro empuje, quizás, no estoy seguro, pero hubiera podido tomar otro camino.

Con el Caso del Hogar Seguro tocó fibras en el ambiente político, al Presidente, al Congreso, el decir que Guatemala era un Estado fallido en ese momento, ¿cómo evalúa la reacción que tuvo esa declaración?

Ya la había hecho antes, y cabalmente La Hora sacó la nota. Hace poco vi el recorte. En ese entonces el presidente Otto Pérez dijo que mi discurso, que mi declaración era muy irresponsable, gente del sector privado también; pero yo sigo creyendo que basta hacer un listado de cómo estamos como país, para decir que somos un Estado que no da resultado.

En salud, educación, vivienda, trabajo y seguridad, el Estado no da resultado y hay que preguntarle a la población, al guatemalteco de a pie, al trabajador o al que no tiene trabajo qué interés tienen en las próximas elecciones. La gente le dice: yo quiero trabajo, yo quiero comer, yo quiero que no me asesinen, que no me extorsionen, esa es la gran preocupación de la gente.

Creo que es momento de una reflexión, de qué tipo de Estado tenemos, qué resultados está dando este Estado. Porque además, -contamos- con un presupuesto grande de cientos de miles de millones de quetzales al año y no somos capaces ni siquiera de garantizar una nutrición adecuada a los niños, y seguimos teniendo esas cifras escandalosas. No podemos garantizarle a los niños una adecuada nutrición, seguimos mal con las escuelas, seguimos con un colapso en los hospitales; que no estoy diciendo que sea responsabilidad de este Gobierno, pero sí hay una corresponsabilidad de todos los que han estado y han dirigido al Estado. Hoy seguimos viendo los problemas, hace muchísimos años, hoy siguen siendo exactamente los mismos, significa que algo estamos haciendo mal.

He venido reiterando –que– debemos hacer un gran frente todos los guatemaltecos y todos los sectores, medios de comunicación, sector empresarial, sector político, la academia, grupos de sociedad civil y fijarnos dos o tres metas; enfocarnos en el tema de salud y del tema de educación, por ejemplo, y juntos unir esfuerzos y luchar de manera incansable para que Guatemala en algunos años, no de inmediato, pero por lo menos podamos tener esos dos derechos fundamentales satisfechos para la población. Pero tristemente no, lo que hacemos es enfrentarnos, polarizar las posturas; no hay discusión seria, ni sana, y lo que logramos es eso, mucho veneno, mucha incitación al odio y eso no genera nada para el país.

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