Por Regina Pérez
rperez@lahora.com.gt

El misionero español Luis Gurriarán ha vivido en Guatemala más de la mitad de su vida. Empezó su trabajo en Santa Cruz del Quiché, con los Misioneros del Sagrado Corazón, en donde en la década de 1960 ayudó a fundar varias cooperativas, una de las cuales, la de Ahorro y Crédito, sigue siendo una de las más grandes del país.

_Repo6_1bEn 1970, junto a 114 campesinos, ayudó a fundar la aldea Santa María Tzejá (SMT), en la selva inhabitada del Ixcán, fronteriza con México, donde tuvo su primer encuentro con la guerrilla guatemalteca. Expulsado dos veces del país, tildado de comunista y subversivo, salió al exilio a mediados de 1970 para luego regresar en 1986 con las Comunidades de Población en Resistencia (CPR).

Tras el fin de la guerra, y ya retirado, nos habla en esta entrevista sobre sus dos expulsiones del país por “subversivo”, su trabajo con las cooperativas y con la población más oprimida y abandonada en Guatemala, hacia quienes guarda un profundo aprecio, así como su percepción de cuánto ha cambiado el país desde que llegó, en 1961.

El veterano sacerdote señala que la esperanza de cambio en Guatemala no está en los políticos sino en “el pueblo más humilde” y la capacidad que este tenga para salir de su ignorancia y su opresión para lograr un cambio fundamental, cambios que nunca se darán de manera rápida o urgente. “Los cambios siempre son lentos” indica.

“ME SENTÍ EVANGELIZADO”

Inicialmente, tres años después de haber sido ordenado sacerdote, Gurriarán tenía planeado irse a Papúa Nueva Guinea como misionero del Sagrado Corazón.

Pero ese año en que tenía destinado salir de España, los sacerdotes de su congregación les dijeron a los misioneros que era mejor que no viniera gente nueva a Papúa Nueva Guinea ya que estaba en marcha un proceso de independencia.

“Entonces dije, si no puedo ir a Papúa Nueva Guinea, ¿A dónde voy? Y como hacía pocos años que habían venido compañeros de mi Congregación a Guatemala, me ofrecí para venir”.

Comenta que vino a Guatemala con la idea de traer la buena noticia del reino de Dios, que eso es “evangelizar” -la palabra Evangelio significa “buena noticia”-. Pero tenía una idea que tuve que reacomodar porque me sentí evangelizado, señala.

Venía en parte como era, heredero de un país que había sido colonizador y en Guatemala fueron colonizados por españoles y venía con esa idea de continuar con esa obra religiosa. Desde el principio, al estar aquí, empecé a ver la religión de una manera diferente.

Cuando uno se encuentra con problemas de pobreza y miseria, causada fundamentalmente por la misma herencia que dejó la colonización, un sistema de opresión y un sistema político que no le daba oportunidad a los más pobres, empecé a pensar en la buena noticia que yo les traigo, al traer el Evangelio no es simplemente decirles, “conviértanse a Jesús”, sino traten de cambiar las circunstancias de ustedes como gente pobre y humilde.

Empecé a descubrir que mi tarea como misionero tenía que salirse del molde, de simplemente traer las enseñanzas de Jesús, sino que además tenía que ayudarles a ellos a encontrar el camino de su transformación, de no tener que seguir siendo gente explotada, añade.

EL IMPULSO DE LAS COOPERATIVAS

En Santa Cruz del Quiché ayudó a impulsar las cooperativas a pocos años de su llegada, en la década de los 60, luego de recibir una invitación de la Diócesis de Quetzaltenango para participar en un curso, junto a líderes y curas.

“Fui con un grupo y al regreso ya venían diciendo, ‘Padre, ¿cuándo vamos a fundar cooperativas?’”.

Recuerda: Yo había ido a escuchar hablar de cooperativas por primera vez, más profundamente, sabía de estudios de lo que era una, pero no tenía ni la menor idea de cómo iniciar una cooperativa, o en qué circunstancias podía ser un instrumento de cambio.

Pero esa misma gente que yo promoví para que fueran a recibir ese curso, me decían: por lo menos usted tiene la oportunidad de prepararse, entonces prepárese, estudie y después nos enseña a nosotros a organizar cooperativas.

Así fue como a través de su contacto y tras enviar una carta a una Universidad consiguió una beca para estudiar cooperativismo en Canadá por un año.

Regresé con un bagaje que me permitiera promover el sistema de cooperativas y comenzamos a trabajar en eso. Entre el 63 y 64 se fundó la primera Cooperativa de Ahorro y Crédito en Santa Cruz del Quiché, hoy es una de las más grandes de Guatemala, tiene cerca de 3 mil asociados y a pesar de que por un tiempo en la época de la guerra tuvo que trabajar de manera oculta, es una cooperativa que ha progresado, rememora.

Cuenta que la población empezó a ver que podía ser algo que les podía aliviar un poquito la situación de pobreza en que vivían. “No es que les vaya a aliviar la pobreza, sino que la gente a través de una cooperativa encuentre el camino para aliviarla”.

A la cooperativa de Ahorro y Crédito le siguieron otras en Joyabaj, Chichicastenango y Zacualpa, municipios en donde conoció a los campesinos con quienes posteriormente fundaría la aldea Santa María Tzejá (SMT) en 1970.

AL MOVIMIENTO COOPERATIVO LO DECLARARON SUBVERSIVO

Gurriarán fue expulsado del país y amenazado de muerte en diversas ocasiones por el trabajo social que realizaba. Esto lo adjudica a que los que forman parte del sistema dominante siempre se opondrán al cambio legítimo impulsado por los más oprimidos. Al consultarle sobre esta parte de su vida, señala: Los políticos de Guatemala no han cambiado tanto.

“Para el que forma parte del sistema dominante y que es parte de la sociedad que domina a la mayor parte de la población en un país, siempre se opone a los intentos legítimos y democráticos de cambio”.

Si uno estudia el movimiento cooperativo, hay pocas cosas en el mundo que sean tan democráticas como una cooperativa, que no viene de arriba sino que nace del propio pueblo, que es quien la organiza, que establece sus objetivos y que pone en marcha todo el sistema cooperativo para obtener sus objetivos, recalca.

Pero aquellos que forman parte de la clase dominante no están de acuerdo con los que hasta el momento han sido sus súbditos o sometidos a ellos y ven el movimiento cooperativo como una posibilidad de cambio y en ese tiempo a ese movimiento lo declararon subversivo, cosa que es absurda.

Por otro lado, reconoce que el movimiento cooperativista sí era ‘algo’ subversivo: “yo por subversivo entiendo lo que trata de ‘subvertir’ y eso es cambiar el sistema socioeconómico y político”. Pero de ahí a declarar a uno “ilegal” por estar promoviendo el movimiento cooperativo es absurdo, agrega.

Recuerda que fue declarado “enemigo del pueblo”. El que era entonces gobernador de Quiché, el coronel Rubén González Rivera, conocido como el “coronel Veneno”, lo declaró enemigo de la sociedad y de la democracia. “Me denunció públicamente, envió cartas a El Gráfico, y aprovechando que yo había salido por primera vez de Guatemala de vacaciones, a visitar a mi madre y a mi familia, al regreso en el Aeropuerto me dijeron: Usted está expulsado de este país”.

La segunda vez que fue expulsado de Guatemala fue en 1976, luego de que apoyara a 114 parcelarios a buscar tierras y fundar la aldea Santa María Tzejá, en la región selvática de Ixcán, Quiché, que en ese entonces aún no era un municipio.

Años después, la guerrilla vino a hacer presencia en esa zona alejada del país, lo que también significó una mayor presencia del ejército guatemalteco. La región de Ixcán, donde vivió de manera permanente durante siete años, posteriormente se convirtió en una zona de guerra.

PRIMER ENCUENTRO CON LA GUERRILLA

Al consultarle sobre si alguna vez imaginó las consecuencias del acrecentamiento del conflicto entre el ejército y la guerrilla en Ixcán, hacia la población que él ayudó para salir de las condiciones de miseria en Quiché, indica que sí lo pensó y evoca su primer encuentro con guerrilleros en la selva.

“La primera vez que yo conocí a un guerrillero, fue en Santa María Tzejá, creo que fue en enero de 1972”. Gurriarán vivía en una casa “tosca pero grande” conocida como la “Casa del Padre”, construida de palo pique y palma, junto a tres promotores sociales que apoyaban a la comunidad recién fundada.

Una noche en que ya estábamos todos dormidos, alguien llega a tocar a la puerta. Tenía el sueño más ligero que ellos, oí rápidamente y me levanté, abrí la puerta y vi a un muchacho de la comunidad y le dije: ¿Qué hay Tereso, alguien de la casa está enfermo? Y me dijo: No padre, es que hay unos militares que llegaron a nuestra casa y lo están buscando.

Un grupo de 13 hombres había llamado a una de las primeras casas y había preguntado por el sacerdote, por lo que el padre del muchacho lo mandó a que le avisara. Recuerda que la población no podía distinguir en ese tiempo entre un miembro del ejército y uno de la guerrilla, pese a que estos últimos no vestían uniforme y portaban armas diferentes.

Le pedí al muchacho que los trajeran a la casa: “Yo no tengo nada que ocultar a un militar”.

A los 15 minutos llegaron ahí 13 hombres armados. Antes había despertado a los promotores sociales que se alojaban en la llamada “Casa del Padre”, para avisarles que tendrían una visita. Les dije que no sabía quiénes eran, pero que si venían a esa hora, seguro ni habrían cenado.

Cuando llegaron los supuestos militares preguntaron: ¿Usted es el padre Luis? Yo les dije, sí.

Pero nada más al verlos me di cuenta que no eran militares ordinarios. Nada de uniforme, armas diferentes. Y les dije: ¿Y ustedes quiénes son y qué hacen aquí?

Me respondieron: como ven, somos militares que venimos a hacer una inspección de esta región porque hemos oído en los medios de comunicación de México que un grupo de guerrilleros han entrado en Guatemala y queremos ofrecerles nuestra protección a las comunidades.

Y efectivamente, había salido en los medios de comunicación del vecino país. Porque ese primer grupo fundador del Ejército Guatemalteco de los Pobres (EGP), ya había tenido posiblemente algún lugar donde se empezaron a reunir y entrenarse militarmente en México, hicieron público en ese país que eran guerrilleros guatemaltecos y que regresaban a Guatemala para continuar la guerra, en la cual los subversivos de la época de la región de Oriente, habían sido derrotados, señaló.

(El escritor Mario Payeras relata en el libro “Los días de la Selva”, la acción realizada en territorio mexicano por los subversivos guatemaltecos antes de adentrarse a la selva de Ixcán, que fue tomar una pista de aterrizaje y las estaciones aforo, para dar fuego a dos avionetas cuyos propietarios estaban vinculados al asesinato del comandante guerrillero Marco Antonio Yon Sosa).

Desde el primer momento me di cuenta que no eran militares ordinarios y como ellos no informaban, tampoco les pregunté a qué venían. Simplemente le dije: ahí tienen fuego, si quieren calentar algunas tortillas, a lo mejor aquí hay alguien que les quiera vender algunas.

Dijeron que harían un poco de arroz porque “hoy no hemos comido”.

En un momento sí le dije a quienes ellos llamaban ‘capitán’: mire, ya que usted es el capitán de este grupito, por qué vienen en esta facha, esto no parece un ejército regular. (Tiempo después sabría que el ‘capitán’ de ese grupo de guerrilleros era Cesar Montes Macías).

Y me contesta: no somos parte de un ejército regular, somos parte del ejército de Guatemala, pero formamos parte de un grupo específico que trata de proteger a la gente cuando hay movimientos subversivos.

Desde ese momento caviló: Aquí va a recomenzar la guerra que teóricamente se había terminado en Oriente y empecé a pensar, aunque esto sea legítimo para ellos y para mucha gente en Guatemala, levantarse con un gobierno opresivo, pero esto le va a traer un montón de problemas a la población.

En ese tiempo llevaba viviendo al menos dos años de manera permanente en Santa María Tzejá por lo que no podía dejar de pensar en los graves problemas que traería a la población la presencia de la guerrilla en el lugar.

Si bien creí que tenían el derecho de organizar un movimiento y un levantamiento contra un gobierno que destruía las esperanzas del pueblo, la situación no sería fácil para la gente que vivía en la región. “Yo siempre creí que si eso se iba a convertir en una zona de guerra, iban a venir momentos muy difíciles para la población”.

(En febrero de 1982, Santa María Tzejá, al igual que otras aldeas de la región de Ixcán, que entonces aún no era municipio, sufrió lo que organizaciones denominan como “Tierra Arrasada”. El 13 de febrero una patrulla de soldados ingresó a la aldea pero no encontró a nadie, sus moradores habían huido a las montañas. El 15 de febrero, una patrulla del ejército masacró a 16 pobladores).

¿QUÉ TANTO HA CAMBIADO GUATEMALA?

Ante la pregunta de si Guatemala ha cambiado desde que llegó, reacciona afirmativamente, haciendo énfasis en la infraestructura: Ha cambiado, la carretera en Ixcán es una, hay más medios de comunicación (infraestructura), no dentro de la ciudad de Guatemala, que esto es un desastre, sigue teniendo el doble de habitantes y las carreteras y calles no han mejorado, pero al menos en el país los medios de infraestructura sí son evidentes.

También considera que lo ha hecho en el aspecto educativo, cambio que no achaca al gobierno por mejorarlo sino a la misma población. La población, llega un momento en que empieza a pensar, ‘yo puedo ser analfabeta pero si mi hijo también es analfabeta, va a seguir siendo explotado igual que yo, entonces voy a tratar de que mis hijos estudien’.

EL FUTURO DE GUATEMALA NO ESTÁ EN LOS POLÍTICOS

¿Cómo ve el futuro del país con una mayoría muy pobre (el 59 por ciento de la población según los últimos estudios) y con un gobierno casi inexistente? Gurriarán contesta enfáticamente: Yo creo que la esperanza de futuro del pueblo de Guatemala no está en los políticos. Creo que está en el pueblo más humilde y en la capacidad que tenga de salir de su ignorancia, de su opresión, liberarse ellos mismos y no digo violentamente, -porque la violencia sigue acarreando más violencia-, pero que busquen ellos mismos la manera de liberarse y abrir el camino para que las cosas puedan ir cambiando.

Tampoco podemos esperar que los cambios sean rápidos o urgentes. Los cambios siempre van a ser lentos, subraya.

Hasta hace algunos años el sacerdote todavía promovía proyectos de desarrollo en el municipio de Ixcán, una de las más pobres del país. Actualmente Gurriarán está jubilado y sigue manteniendo una relación de amistad con la población de Santa María Tzejá, lugar al que viaja con frecuencia, como el pasado 30 de enero, cuando celebró su cumpleaños número 83.

“Voy para visitar a mucha gente con quienes he compartido años de mi vida, desde el año que se comenzó el proyecto de SMT, desde el 69 hasta ahora. Para mantener esa relación humana, de amistad”, puntualiza.

“Para el que forma parte del sistema dominante y que es parte de la sociedad que domina a la mayor parte de la población en un país, siempre se opone a los intentos legítimos y democráticos de cambio”.

“No es que les vaya a aliviar la pobreza, sino que la gente a través de una cooperativa encuentre el camino para aliviarla”.

Artículo anteriorKarina González la estilista de talla pequeña a la que ninguna barrera le ha impedido seguir sus sueños
Artículo siguienteUn Congreso sin rumbo, beneficiando a los mismos de siempre