POR CLAUDIA PALACIOS
cpalacios@lahora.com.gt
¿Cuántas formas de ser hombre existen? ¿Sufren los hombres también por el machismo? ¿Pueden los hombres trabajar al lado de las mujeres en la lucha por la igualdad de género? En Costa Rica, el instituto Wem comenzó a plantearse estas preguntas en 1999.
Wem es un vocablo del grupo indígena costarricense Bribri, que significa “hombre”. Por más de 15 años la organización se ha dedicado a trabajar los problemas de género con población masculina, abordando temáticas de violencia, equidad de género, juventudes, promoción de nuevas masculinidades, paternidades y sexualidades.
Esteban Navarro, un experto en masculinidades del Instituto, visitó Guatemala en fecha reciente y habló con La Hora sobre su trabajo con hombres que decidieron dejar sus posiciones de poder y control para establecer relaciones más equitativas y armoniosas con los demás.
¿Por qué hablamos de masculinidades en plural y no masculinidad en singular?
Por lo general, el término masculinidad lo usamos en plural para decir que hay muchas formas en las que se puede ser hombre. Tradicionalmente la gente ha asociado que ser hombre tiene que ver mucho con tu cuerpo, con tener genitales de hombre, etcétera; sin embargo el tema de masculinidades es cómo los hombres nos hemos construido una forma de ser y simbolizamos nuestra presencia en la sociedad.
¿Qué es lo que pasa con el tema de masculinidades? Como tenemos una condición de género nos han dicho que tenemos el poder y el control en la sociedad. Entonces, mucho de lo que es ser hombre en todas las culturas ha significado que tenemos el poder y control sobre otras personas, en este caso sobre otros hombres, sobre mujeres, sobre niños.
A nivel de nuestra cultura, para demostrar ese poder que se tiene se utiliza la violencia. Un hombre para demostrar que es hombre en Centroamérica consume mucho alcohol, tiene muchas parejas sexuales, podríamos decir también que incurre en situaciones peligrosas.
En nuestra cultura tenemos que demostrar que somos hombres desde que nacemos, desde un niño al que le preguntan, ¿sos hombrecito? él se va a poner serio, no va a expresar emociones. Y también un adulto mayor ¿usted es hombre? Entonces demuestre que no está viejo, que puede seguir haciendo las cosas, que no debe pedir ayuda.
Si bien es cierto tenemos una posición de poder y de control, también nos pasa facturas. Por ejemplo, a nivel de salud, en toda la región los hombres morimos alrededor de 10 años antes que las mujeres, padecemos de enfermedades como cáncer de pulmón, cáncer gástrico, casi el 50 por ciento más que las mujeres. En Costa Rica, por ejemplo, por cada mujer con VIH hay seis hombres con VIH.
Padecemos más de enfermedades porque al demostrar que somos hombres, tenemos que hacernos daño a nosotros mismos y a otras personas. Ese tipo de masculinidad se llama masculinidad hegemónica y es la masculinidad más primitiva que existe.
Usamos masculinidades para decir que hay otras formas de ser hombres que no necesariamente tienen que ver con el uso del poder y del control, sino que tiene que ver con varias formas de relacionarnos con los demás, que tiene que ver con, por ejemplo, ser un mejor papá con los hijos, ser una mejor pareja.
Si el machismo coloca a los hombres en una posición cómoda de poder y control, ¿por qué querrían renunciar a esta situación?
Es una posición de poder y control, pero que te trae muchas consecuencias. Es cierto, no tenemos tanto miedo cuando caminamos en la calle como cuando una mujer camina en la calle; sin embargo, esta posición de poder y control la tenemos que mantener a través de la violencia, la violencia hacia nosotros mismos y hacia otras personas.
Por ejemplo, esto que está tan de moda de las maras, hay una mara muy famosa que tiene un ritual de iniciación que es ser golpeado fuertemente para poder decir que ya es parte de ella. Esto es un componente que se relaciona mucho con la masculinidad, tenés que recibir daño para ser merecedor de este privilegio.
Los hombres, creo que aunque tengamos una posición de poder y control en la sociedad, las consecuencias son muy claras, para la salud mental y física.
Por eso, muchos hombres han visto que cuando empiezan a vivir con relaciones igualitarias, se puede vivir mejor.
Esta cuestión de poder y control no es algo que nos haya hecho bien, yo les explicaba a los hombres: ¿cómo se celebra el Día del Padre aquí en Costa Rica o en Guatemala?, ¿cómo se celebra el Día de la Madre?, ¿cuál es la mayor celebración? Esto es un producto de cómo los hombres han vivido, tienen el poder y el control, pero sus familiares les tienen miedo, los ven distantes. Entonces, los hombres también queremos que nos quieran, queremos darnos a querer y eso es muy importante para nosotros.
¿Cómo deconstruir una identidad tan arraigada en nuestras culturas?
Voy a ser muy sincero. Cuando un hombre tiene una posición de poder está muy cómodo, todo mundo le rinde pleitesía, y es si no hasta ahora que estamos viendo que hay pequeñas crisis en los hombres, las separaciones, los divorcios, es una de ellas.
Ahora, tenemos las leyes muy importantes para prevenir la violencia en contra de las mujeres y obligan a que el hombre no esté cerca en este período de separación o divorcio. Imagínese, por ejemplo, un señor de 40 o 60 años que llegue y la esposa le diga ya no voy a estar más con vos, me trataste mal, me golpeaste, me gritaste, te vas a ir de la casa y no podrás acercarte durante un año. El hombre comúnmente cuando sale de esto dice: ¿ahora qué hago? Se quedan preguntándose y se dan cuenta de que hicieron las cosas mal. Dirá: Sí, le hice mucho daño a mi esposa, sí le hice daño a mi hija o a mi hijo, entonces es la oportunidad para empezar a construir estas masculinidades, es a partir de las crisis que los hombres empiezan a cambiar, porque si no hay crisis difícilmente se van a movilizar.
Curiosamente también lo estamos viendo ahora en las nuevas generaciones, ahora hay muchachos que dicen: “Yo no quiero ser como mi papá, que maltrató tanto a mi mamá, a mis hermanos”.
¿Cómo se relacionan los movimientos de hombres con los movimientos feministas?
En el último simposio mundial que tuvimos de masculinidades se crearon dos líneas: una que llamamos los men’s rights, que ven solo por los derechos de los hombres, y otra que es el trabajo de la masculinidad en los derechos humanos.
Al ver que los hombres, por ejemplo, que estamos tratando de hacer cambios para mejorar las relaciones y ser aliados con los movimientos de mujeres, salen otros movimientos que dicen: no, las mujeres son las que están violentando a los hombres, las que se toman provecho de los hombres; eso ha supuesto una división en el trabajo de los hombres.
Efectivamente hay trabajo de los hombres que busca ser aliado del movimiento feminista, aliado con las posiciones de lograr un cambio social donde buscamos la equidad y la igualdad de género, pero hay otro movimiento que más bien quiere echarnos para atrás.
Entonces, hay hombres que quieren seguir manteniendo esa posición de privilegio. Se construyen muchas masculinidades, pero no siempre son masculinidades tan positivas o tan constructivas como las que tratamos de hacer nosotros en el trabajo que realizamos aquí en la región. Vamos a tener una diversidad muy grande, no todo el trabajo con hombres es trabajo de derechos humanos y en relación a la equidad y la igualdad.
De nuestra posición, en donde trabajamos con los derechos humanos, somos aliados de las mujeres, de las luchas sociales, no estamos para llegar y contradecir las luchas que han tenido durante mucho tiempo. Somos también personas que tenemos nuestra agenda, también complementaria. Por un lado, somos aliados de las mujeres y por otro lado tenemos luchas relacionadas para una salud mejor, tratar de que los hombres tengamos más accesos, como licencias de paternidad.
Mucha gente puede estar diciendo que trabaja con hombres, pero replica el mismo machismo y patriarcado, y hay que tener mucho cuidado. Al trabajar como aliados con las mujeres, siempre hay que tener diálogo con ellas porque nos ayudan también a ver las cosas que estamos haciendo mal.
Nuestro objetivo es también ser partícipes en la erradicación de la violencia en contra de las mujeres, no solamente porque mujeres pueden ser nuestras mamás, primas, hijas, sino porque son seres humanos y como seres humanos también tienen derechos.
También luchamos en contra de la homofobia, es muy importante. El machismo se compone de misoginia, odio a las mujeres, y homofobia, odio no solamente a las personas que les gusta el mismo sexo, sino también a las expresiones de afecto entre personas del mismo sexo. Hay hombres que no se pueden abrazar porque se pueden volver gays, no pueden decir te quiero mucho a otro hombre porque ya es homosexual.
¿Cómo definir si una masculinidad es positiva o negativa?
¿Qué significa masculinidades positivas? Hombres que tratan, primero, la situación de las emociones. Nos han socializado que llorar es malo, que si me siento triste, que tengo miedo, es malo. Un hombre que construye una nueva masculinidad es un hombre que puede hablar de lo que siente, y puede llorar, y puede expresar afecto y ternura.
Otra parte que es muy importante tiene que ver con la parte del cuido. Hay un famoso filósofo latinoamericano, Leonardo Boff, que decía que había un género que está asociado al cuido y a la nutrición, que era el de las mujeres, y otro que era el que hacía la guerra y que destruía, que era el de los hombres.
Nosotros estamos tratando de involucrar a los hombres en el ejercicio de la paternidad responsable, de una paternidad activa; esa es una nueva forma también de masculinidad, un hombre que se encarga de estar cerca de sus hijos o hijas, que da más cariño, aceptación, que sabe escuchar y que sabe acompañar.
También a nivel de pareja es muy importante, porque tiene que ver con saber comprender a otra persona, construir y expresar afecto, participar de las labores domésticas. En Costa Rica estamos viendo que hay 50 por ciento de probabilidades de divorcio y eso creció en los últimos 10 años al 70 por ciento.
Entonces, ahora la gente se está divorciando casi a un mismo ritmo que se está casando y muchos hombres están buscando como poder vincularse de una forma diferente, donde puedan tener una relación de pareja satisfactoria para poder crecer. Muchos me lo han dicho así: Mira, Esteban, el problema que tenemos es que nos educaron para tener una mujer sumisa, para esperar a una mujer que simplemente estuviera para la casa. Y hoy la mujer ha cambiado, la mujer estudia, la mujer trabaja, la mujer es activista política, es líder de comunidades.
¿Qué pasa con el hombre? al hombre como que ese cambio no le ha llegado mucho, hay hombres que se dedican al rol de proveedores y hasta ahora están empezando a entrar en crisis porque hay una nueva mujer que ya no nos permite seguir con este rol y, por dicha, leyes también. Ahora estamos con cambios para construir una relación con las mujeres desde la equidad, desde la igualdad.
Desde su trabajo con los hombres en Costa Rica, ¿qué descubrimientos han realizado sobre el cambio de masculinidades negativas a positivas?
Primero que el cambio sí es posible, que a pesar de lo que diga mucha gente los hombres sí podemos cambiar y no tenemos que esperar e intervenir con niños y adolescentes, si no con adultos.
El cambio es posible y tiene que darse en tres niveles: un nivel personal, en donde los hombres hablan de las emociones, de lo que sienten y todos estos rituales de virilidad que los dañan.
Después, el otro nivel, que es trabajar con la familia, la pareja, el vínculo más cotidiano, en donde ellos tratan de volver a construir vínculos de parejas en el marco de la igualdad, a establecer una relación con los hijos.
Un último nivel es el social, que es más de políticas públicas, hay hombres que tras pasar por un proceso se vuelven activistas políticos y van con nosotros a las manifestaciones, ayudan a promover proyectos de ley.
En Costa Rica tenemos ahora una ley que es la Ley de Salud Masculina. Somos el segundo país en Latinoamérica que tenemos una ley en salud que hace ver la necesidad de los hombres. También estamos tratando de ver si podemos impulsar leyes que se relacionen con el derecho de los hombres en participar en cuido de las hijas y los hijos, que tengan licencias de paternidad.