POR MARIELA CASTAÑÓN
mcastanon@lahora.com.gt
¿Cómo se sentiría usted de ser el que narra diariamente el dolor que viven miles?
Todos los días son diferentes en Guatemala, un país que anualmente acumula un promedio de 5 mil muertes violentas de niñas, niños, jóvenes, adultos y ancianos. Es un desafío informar sobre cada persona muerta, porque la espiral de violencia se mueve tan rápido que humanamente es imposible cubrir todo, aunque exista intención de hacerlo.
La primera notificación llegó por medio de un audio a un grupo de WhatsApp. La voz del portavoz de los Bomberos Municipales, Danilo Yancos, alertó sobre la muerte de una mujer en la entrada a la colonia Villa Lobos II, en la zona 12 de Villa Nueva.
Los únicos detalles que se tenían a las 06:05 horas del 12 de mayo, era que se trataba de una mujer de aproximadamente 50 años.
Las dudas surgieron sobre la cobertura de ese día: indagar en la muerte de la mujer o continuar con la investigación de dos decesos que acontecieron antes, pues entre el 9 y 10 de mayo una mujer joven murió lapidada y fue encontrada con posibles señales de violencia sexual en la aldea Chichimecas en Villa Canales y, por otro lado, estaba el caso de un automovilista asesinado en carretera a El Salvador, por problemas con otro conductor.
Son tantos los hechos que se dan, que se debe priorizar aunque se entiende que en ese trabajo de selección y decisión, habrá quienes crean que se desvaloriza la muerte de unos para cubrir a otros, extremo que no es así.
Minutos después los socorristas compartieron fotografías en las redes sociales y trascendió que la mujer fallecida era Blanca Estela Asturias, de 55 años, una vendedora de periódicos y lideresa comunitaria que, el 2 de mayo, acaparó la atención de los medios de comunicación por ser la voz de los vecinos de Villa Nueva y bloquear el ingreso a la Central de Mayoreo y Transferencias (Centra) para exigir al alcalde, Edwin Escobar, agua potable y mejoras en los drenajes.
No hubo más dudas, pues la cobertura de esa noticia requería de la movilización inmediata al lugar donde ocurrió el incidente violento.
El trayecto resultó complejo, pues era la hora de mayor tránsito en las calles del departamento de Guatemala y principalmente en la ruta a El Pacífico, que es una de las más congestionadas.
Al llegar al lugar, ya estaban los investigadores de la Policía Nacional Civil (PNC) y los fiscales del Ministerio Público (MP) trabajando en la escena donde falleció “doña Blanca”. En este caso, la movilización para recolectar las evidencias del hecho fue pronta por parte de las autoridades.
Del otro lado se encontraban los familiares de Asturias, llorando inconsolablemente. Querían estar ahí, cerca del cadáver inerte de la lideresa comunitaria que todos los vecinos admiraban y apreciaban por las mejoras que llevó a esa colonia, según relataron.
Las hijas de Asturias estaban conmocionadas, las lágrimas no dejaban de salir de sus ojos. Por momentos, en silencio, observaban la escena donde pereció su progenitora y después el daño emocional se reflejaba en sus actitudes, al lamentar la muerte en voz alta y llorar.
Estaban en tan malas condiciones, que solo preguntar si podían contar cómo era “doña Blanca” hubiera sido una falta de respeto. Por eso ni siquiera se contempló esa posibilidad por parte de algunos miembros del gremio periodístico, que realizaban su trabajo atrás de la línea amarilla, como lo requirieron las autoridades.
A pesar de la cantidad de escenas del crimen que anualmente cubren las y los periodistas, nunca deja de afectar el dolor ajeno. Muchas veces, sin querer, se crean vínculos con los familiares de las personas o hasta con los fallecidos, sin ni siquiera conocerlos.
Mirar por un largo rato el escenario tétrico de una muerte violenta genera sentimientos que van desde la nostalgia hasta la frustración. Algunas imágenes se quedan grabadas en la mente y difícilmente se borran por el impacto que provocan.
El caso de doña Blanca es uno de esos. Su lugar de trabajo –donde vendió periódicos- se quedó ahí, manchado de sangre. Los sicarios ni siquiera le dieron tiempo para acomodar sus ejemplares y guardar las 29 monedas y quetzales que le servirían para dar cambio a sus clientes. Los asesinos “profesionales” acertaron un solo disparo en la cabeza de la señora, el cual acabó con su vida.
Finalmente, los policías y fiscales concluyeron con su labor. Los agentes acercaron la autopatrulla y acomodaron el cuerpo de la lideresa en la palangana del automotor, mientras sus hijas lloraban. El cadáver fue llevado a la morgue del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif).
La fiscal del MP, concentrada en documentar los últimos datos, concluyó. Un grupo de periodistas se acercaron para preguntar sobre los datos que podía compartir del caso. La fiscal respondió que todavía no había mayor información y que tenían que indagar sobre el entorno de la lideresa comunitaria.
Regularmente, cada escena del crimen es similar: ahí están los fiscales e investigadores policiales que trabajan en la escena del crimen, los familiares y amigos de las personas muertas, los famosos testigos, quienes dicen haber visto algo, aunque no sea cierto. Incluso el mismo asesino puede volver a la escena del crimen para asegurarse que la persona que mató realmente pereció.
Con cada uno de estos actores hay interacción: los fiscales e investigadores, que son una fuente importante; los familiares, que humanizan el relato de un periodista y son la fuente primaria; los testigos, que no siempre pueden ser fuentes confiables o en el peor de los casos, se les puede poner en riesgo; los asesinos o sicarios, que muchas veces filman videos de la gente que está en la escena, confirman la muerte de su víctima o quieren escuchar lo que los otros dicen.
EN UN PAÍS CON MÁS DE 5 MIL MUERTES ANUALES
En un país con un promedio de 5 mil muertes violentas anuales, resulta complicado cubrir e investigar todos los crímenes que ocurren. (Lea el recuadro Muertes violentas).
La diferencia entre las muertes y las sentencias que alcanza el Organismo Judicial (OJ) son distantes. Los datos oficiales indican que anualmente se emiten entre 137 a 551 sentencias por asesinato y tampoco todas logran cubrirse por el gremio periodístico. (Lea el recuadro Sentencias por asesinato).
Lo mismo sucede con los homicidios, que el año pasado alcanzaron más de 400 sentencias condenatorias y absolutorias. (Lea el recuadro Sentencias por homicidio).
El director de la Liga de Higiene Mental, Marco Antonio Garavito, ha reiterado que los medios de comunicación y el gremio periodístico juegan un rol importante para sensibilizar a la población sobre la violencia, sin embargo, resulta complejo cuando se difunde información e imágenes que fortalecen la deshumanización.
Por otro lado, la cantidad de muertes violentas persisten y, aunque existen mayores esfuerzos por contrarrestarla, aún son insuficientes.
El director de la PNC, Nery Ramos, dijo recientemente que buscan “despistolizar” a quienes portan armas ilegales y continúan desarticulando bandas que se dedican a diferentes delitos, entre otras acciones.
En tanto, en abril pasado, el MP presentó la Política Criminal Democrática de Estado, que basa sus acciones en los ejes de: prevención, investigación, sanción y reinserción.
Rottman Pérez dijo recientemente a La Hora, que para lograr la implementación de los cuatro ejes de la Política, requieren de un esfuerzo de Estado, pero también de los sectores público y privado.
Tipificación de los delitos
ASESINATO
De acuerdo con el artículo 132, del Código Penal, comete asesinato quien matare a una persona:
1. Con alevosía.
2. Por precio, recompensa, promesa, ánimo de lucro.
3. Por medio o en ocasión de inundación, incendio, veneno, explosión, desmoronamiento, derrumbe de edificio u otro artificio que pueda proporcionar gran estrago.
4. Con premeditación conocida.
5. Con ensañamiento.
6. Con impulso de perversidad brutal.
7. Para preparar, facilitar, consumar y ocultar otro delito o para asegurar sus resultados o la inmunidad para sí o para copartícipes o por no haber obtenido el resultado que se hubiere propuesto al intentar el otro hecho punible.
8. Con fines terroristas o en desarrollo de actividades terroristas.
Al reo de asesinato se le impondrá prisión de 25 a 50 años, sin embargo se le aplicará la pena de muerte en lugar del máximo de prisión, si por circunstancias del hecho y de la ocasión, la manera de realizarlo o los móviles determinantes, se revelare una mayor particular peligrosidad del agente.
A quienes no se les aplique la pena de muerte por este delito, no podrá concedérsele rebaja de pena por ninguna causa.
HOMICIDIO
Según el artículo 123 del Código Penal, comete homicidio quien diere muerte a alguna persona. Al homicida se le impondrá prisión de 15 a 40 años.








