POR REDACCIÓN LA HORA*
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Guatemala no tiene influencia en la política mundial y no es determinante en la toma de decisiones a nivel global, pero sí se encuentra entre los países más vulnerables ante los efectos del cambio climático. Esa posición ha llevado a representantes del Gobierno a sumarse a las voces de otros países que reclaman compromisos serios de las potencias para reducir las emisiones de gases con efecto invernadero, limitar el incremento de las temperaturas y adoptar estrategias frente a los migrantes climáticos (personas que migran como consecuencia de las inclemencias del clima).

Estos son los temas del país en la COP 21.

Un grupo de guatemaltecos busca encontrar eco en una propuesta elaborada para enfrentar el cambio climático, negociarla y posicionarla en la Conferencia de las Partes-COP21- que se realiza en París, Francia, entre el 30 de noviembre al 11 de diciembre.

Esta delegación busca alcanzar un acuerdo global, ambicioso y jurídicamente vinculante, con una respuesta efectiva y apropiada. “Este acuerdo debe fundamentarse en un compromiso ético, moral y justo sobre la base de la equidad, los derechos humanos, incluyendo los derechos de los pueblos indígenas, y estar de conformidad con las responsabilidades comunes pero diferenciadas y las respectivas capacidades de las partes”, expresó Andreas Lehnhoff, ministro de Ambiente y Recursos Naturales.

El reconocimiento de Centroamérica como región vulnerable, encabeza la lista de peticiones de dicha comisión, pero Guatemala también aboga por limitar el incremento de la temperatura por debajo de 1.5°C, especialmente en los países desarrollados, promover modelos de desarrollo, producción y consumo que reduzcan la emisión de gases de efecto invernadero, promoviendo prácticas y conocimientos de los pueblos indígenas.

Entre las propuestas, según el Ministerio de Ambiente, Guatemala también pretende alcanzar para el año 2030 una meta no condicionada de reducción de gases de efecto invernadero de 11.2% respecto al año base del 2005, y otra meta aún más ambiciosa de 22.6%.

La postura del país fue desarrollada por una delegación de Guatemala, encabezada por el vicepresidente Juan Alfonso Fuentes Soria; el Ministro de Ambiente; autoridades del Ministerio de Relaciones Exteriores, Ministerio de Agricultura, entidades campesinas, educativas, de la sociedad civil y entidades privadas.

Ante una crisis que empeora, Guatemala pide en la COP 21 que se debe asumir la responsabilidad internacional ante los migrantes climáticos y brindar las condiciones para garantizar el respeto de sus derechos humanos; esto porque se espera que los cambios climáticos sean un causante más de las migraciones en los próximos años.

La Comisión guatemalteca busca lograr un acuerdo que permita encontrar fuertes incentivos para frenar la deforestación y la degradación de los bosques, así como fomentar la restauración de los ecosistemas. Además, acuerdos que incluyan un compromiso de las partes para aumentar la transferencia de tecnología que permita el avance a los países en desarrollo.

El documento de la propuesta establece un acuerdo que contribuya al establecimiento de un precio global por las emisiones de gases de efecto invernadero y el desarrollo de nuevas tecnologías y el crecimiento verde.

Los especialistas guatemaltecos concuerdan que es fundamental alcanzar la meta de 100 millardos de dólares a nivel mundial para la acción climática, durante el período post 2020, y poder realizar una acción climática transformadora. “Se busca que en los acuerdos se negocien los flujos financieros significativos para los países vulnerables, y administrarlos de forma eficaz y transparente”, resaltó Lehnhoff.

NO SE HABLA DE PENAS

En este punto de las negociaciones en la COP 21 parece claro que aunque el acuerdo global sobre clima que se intenta cerrar en las inmediaciones de París sea legalmente vinculante, no incluirá medidas que penalicen su incumplimiento, como sanciones al comercio o embargos a los países rezagados.

La única sanción por quedarse corto en los esfuerzos para combatir el calentamiento global sería el aguijón de la vergüenza.

Y eso no es necesariamente algo negativo, dicen muchos analistas. En diplomacia internacional, la presión social y el riesgo de perder el honor pueden ser fuertes motivaciones para que un país mantenga una promesa, especialmente en un asunto de alto perfil como el cambio climático.

«Cumplir el compromiso nacional de emisiones puede surgir como una medida clave de integridad moral y diplomática internacional tras el acuerdo de París, con los países más reacios a rebajar sus objetivos enfrentándose al riesgo de ser tratados como parias», dijo Paul Bledsoe, exasesor de clima de Clinton en la Casa Blanca.

Algunos países liderados por la Unión Europea siguen insistiendo en que los gobiernos acepten objetivos legalmente vinculantes para reducir la contaminación por gases de efecto invernadero dentro del acuerdo de París, que se supone se adoptará a finales de esta semana. Pero esto es un punto innegociable para Estados Unidos por razones políticas. Por lo que las negociaciones se centran cada vez más en crear normas de transparencia para determinar qué países siguen realmente sus propias promesas.

La postura de Guatemala, según el Ministro de Ambiente, es el llamado a acciones concretas y palpables. “La crisis climática global demanda un cambio de nuestros modelos de desarrollo, consumo y producción, y una rápida transición hacia economías bajas en emisiones. El acuerdo de París debe impulsar esta transición, que incluye un precio global a las emisiones, para descarbonizar las economías y propiciar el desarrollo de nuevas tecnologías limpias y un crecimiento verde y sostenible”, insistió Lehnhoff en su discurso.

POTENCIALMENTE HUMILLANTE

La idea es garantizar que, incluso aunque los objetivos no sean vinculantes a nivel internacional, los países sí tendrían la obligación de informar sobre si logran sus marcas, lo que podría convertirse en una experiencia potencialmente humillante si no lo hacen.

«Tres palabras: Nombre y vergüenza», dijo Li Shuo, experto en política climática de Greenpeace China.

Esencialmente, el sistema que sale de la cumbre de clima de Naciones Unidas tiene unas normas claras pero carece de un mecanismo para sancionar a quienes las incumplan, algo similar a jugar un partido de futbol sin árbitros sobre el campo.

«Todo pasa a la vista de todos en el estadio», explica Li. «Así que si alguien comete una falta sobre otro jugador, aunque no vea la cartulina roja, será abucheado por el público».

¿Eso funciona en realidad en relaciones internacionales? ¿No es el incentivo de ignorar las reglas, si implica una cierta ventaja competitiva, mayor que el miedo a ser criticado públicamente por una falta?

No hay respuestas fáciles. Pero hay ejemplos de acuerdos internacionales sin normas vinculantes que sin embargo han tenido un impacto en el comportamiento de los países, según el experto en legislación medioambiental Dan Bodansky de la Universidad Estatal de Arizona.

En artículo académico reciente, Bodansky escribió que la Declaración de Helsinki de 1975 sobre derechos humanos tuvo éxito a pesar de su naturaleza no legal «porque conferencias de revisión habituales (…) que centraron el escrutinio internacional en los derechos humanos en el bloque soviético».

LA EXPERIENCIA DE KIOTO

Por el contrario, el pacto climático de 1997 conocido como Protocolo de Kioto fracasó pese a tener objetivos de emisiones vinculantes para las naciones ricas. Estados Unidos nunca se sumó al acuerdo en parte por la naturaleza de los compromisos. Y cuando Canadá se dio cuenta que no iba a alcanzar su meta, simplemente lo abandonó.

«Incluso tener objetivos jurídicamente vinculantes no es garantía de que los países hagan lo que se han comprometido a hacer», dijo Elliot Diringer, Center for Climate and Energy Solutions, un centro de estudios medioambientales en Arlington, Virginia.

La presión entre iguales, por su parte, suele influir en países para cambiar sus posiciones en negociaciones sobre clima de la ONU.

El extraño sentimiento de sentirse solo contra el mundo puede hacer que incluso las naciones más poderosas se dobleguen, como en Indonesia en 2007, cuando los negociadores de Estados Unidos bloqueaban una decisión sobre cómo hacer avanzar el diálogo. En un memorable momento David contra Goliat, un delegado de Papúa Nueva Guinea imploró a Estados Unidos que fuese un líder o «por favor, apártese del camino».

Su petición fue recibida por una ovación, y poco después los negociadores de Washington retiraron sus objeciones.

Desde que el último intento para lograr un pacto global contra el cambio climático para países ricos y pobres no lograra su objetivo en 2009, Estados Unidos ha jugado un papel de liderazgo para alejarse de un enfoque como el empleado en Kioto. Esfuerzos conjuntos con China han acercado a los dos máximos emisores de gases con efecto invernadero del mundo y mejoraron las posibilidades de éxito de la cumbre de París, según analistas.

Reconociendo que los objetivos vinculantes tendrían pocas posibilidades de ser aprobados por el Senado, el gobierno de Obama se mostró a favor de dejar que cada país decida sus propias metas. Washington presionó para que las naciones enviasen sus cuotas antes de la conferencia de París para que pudieran ser analizadas por gobiernos, científicos, expertos en medio ambiente y medios de comunicación antes de integrarse en el pacto. Más de 180 países atendieron a su petición, aunque muchos otros esperaron al último minuto.

Aunque parece que en París hay una creciente tendencia a aceptar un pacto con objetivos no vinculantes pero sí con normas de transparencia obligatorias, esto no supone que no vaya a haber discusión. La ruptura del pacto de Kioto dejó a muchos preguntándose cómo sería será la postura de los países ricos ante metas que no les obligan a nada.

«Creo que esa es una muy buena pregunta», dijo Ashok Lavssa, negociador de la delegación india. «En el pasado, muchos países no han cumplido con sus compromisos».

*Con información de agencias.


Acciones clave

Después de décadas de advertencias de los científicos de que las emisiones de gas invernadero estaban calentando al planeta, los gobiernos comenzaron a reunirse en la década de 1980 para combatir el problema. A continuación, una cronología de los momentos clave en los esfuerzos diplomáticos para frenar el cambio climático de cara a la XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático (COP21) que se realiza en París del 30 de noviembre al 11 de diciembre.

1987: MONTREAL —Los gobiernos adoptan un tratado comprometiéndose a restringir las emisiones de productos químicos que dañan la capa de ozono. Si bien no aborda en concreto el tema del cambio climático, el Protocolo de Montreal se convierte en un modelo de cómo frenar las emisiones provocadas por el hombre a través de acuerdos internacionales.

1988: NUEVA YORK —La Asamblea General de la ONU aprueba la creación del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). Lo establecieron el mismo año la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA), para evaluar los conocimientos existentes sobre el cambio climático.

1990: LONDRES —El IPCC publica su primera evaluación científica del cambio climático. Dice que los niveles de gases de efecto invernadero en la atmósfera están aumentando debido a la actividad humana, lo que resulta en el calentamiento de la superficie terrestre.

1992: RÍO DE JANEIRO —Los líderes mundiales reunidos para la primera Cumbre de la Tierra firman la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) aprueban el primer tratado internacional destinado a limitar las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, no establece objetivos de emisiones vinculantes.

1997: KIOTO, JAPÓN —Se adopta el Protocolo de Kioto, el cual establece objetivos de emisiones obligatorias para los países ricos. Estados Unidos no ratifica el tratado porque dice que, además de perjudicar su economía, no incluye a los grandes países en desarrollo como China e India.

2004: MOSCÚ —El presidente ruso Vladimir Putin ratifica el Protocolo de Kioto. Esto significa que los países que generan más del 55% de las emisiones globales apoyan el tratado, una condición para que entre en vigor.

2007: OSLO —El exvicepresidente estadounidense y activista climático Al Gore y el IPCC obtienen el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para crear conciencia sobre el calentamiento global.

2009: COPENHAGUE —Fracasa el primer intento por forjar un acuerdo climático que reemplace al de Kioto —el cual expira en 2012— debido a las diferencias entre países ricos y pobres sobre quién debe hacer qué. Las amargas negociaciones terminan con un acuerdo voluntario que invita a los países a presentar propuestas no vinculantes sobre metas de emisiones para el año 2020.

2011: DURBAN, Sudáfrica —Negociaciones de la ONU producen un avance importante porque los países se ponen de acuerdo en adoptar un pacto universal sobre cambio climático en 2015 que entre en vigor cinco años después.

2013: ESTOCOLMO —El IPCC dice que es «extremadamente probable» que la influencia humana sea la razón dominante de las cálidas temperaturas registradas desde mediados del siglo XX.

2015: PARÍS —Más de 190 gobiernos se reúnen en la capital francesa para terminar lo que se prevé sea un histórico acuerdo para limitar las emisiones de gases de invernadero después de 2020.

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