POR REDACCIÓN LA HORA
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El drama de los guatemaltecos migrantes que arriesgan su vida durante la búsqueda en Estados Unidos del «sueño americano» tiene un símil con la ola de migración de árabes de Oriente Próximo y Oriente medio que buscan refugio en el «sueño europeo», no menos trágico e impactante.

Los 89 mil 843 guatemaltecos deportados este año de Estados Unidos y México son la imagen visible del problema de la migración, que por la falta de controles, no deja en claro cuántas personas abandonan el país.

Ahora, la crisis económica y de seguridad que afectan a Oriente Próximo y Oriente Medio dejan ver una nueva faceta del drama de las migraciones, que a pesar de las diferencias coyunturales, tiene similitud con la a situación de los americanos.

Odai Ahmed pedalea con energía a diario y sueña con llegar a Inglaterra. Pero mientras las semanas se convierten en meses, este sirio de 24 años siente que está en una carretera a ninguna parte.

Como la mayoría de los que acampan cerca de Calais con la esperanza de cruzar el canal de La Mancha, ha intentado más de una docena de veces eludir las medidas de seguridad en el cercano puerto de transbordadores y en la más distante terminal de los trenes que cruzan el canal. Cada vez, lo derrotaron las nuevas cercas de 5 metros (15 pies) de alto, coronadas de alambre de cuchillas, y las patrullas de policía redobladas. En una ocasión fue detenido y pasó cinco días retenido en Calais tras casi abordar un tren.

Desilusionado, Ahmed pasa la tarde recargando su Smartphone en una bicicleta estática con un generador manual. Llenar la batería le lleva dos horas y media de pedaleo.

Eso le da tiempo para pensar. Que quizá, él y sus compañeros de tienda sirios puedan tener que regresar y pedir asilo en otro lugar del continente. Esta idea le parece especialmente frustrante porque ha estudiado inglés durante la mitad de su vida y apenas conoce una palabra de francés o alemán.

«De haber sabido que la situación era así, quizá habríamos intentado asentarnos en Alemania en su lugar», dijo. «No podemos vivir aquí. Siria es mejor que esto».

Cerca de donde pedalea Ahmed, un cartel con avisos enumera a más de 200 residentes del campamento por nombre, nacionalidad y número de celular. Todos han pedido asilo en Francia y esperan ser asignados a viviendas financiadas por el estado. Eso puede llevar meses en el sobrepasado sistema de asilo francés, especialmente para los hombres solteros porque tienen menos prioridad a la hora de recibir cobijo.

Zerdulá Jan, un paquistaní de 50 años, busca su nombre, pero aún no está en la lista. «Quizá la semana pasada», dice, y describe sus intentos fallidos de escalar cercas o esconderse en trenes.

«Los jóvenes pueden sentirse libres de arriesgar su vida, pero yo soy demasiado mayor para esto», dijo. «Intentaré aprender francés».

Jennifer Wilson escribe las palabras «hot» y «cold» («caliente» y «frío») en la pizarra e invita a sus estudiantes – una docena de hombres de Afganistán, Irán, Etiopía y Sudán – a decir otras palabras en inglés para referirse a la temperatura. «Freezing» («helado») dice uno de los alumnos con alegría.

Muchos migrantes aprenderán el concepto de primera mano mientras se preparan para pasar el invierno acampados en Calais, en la orilla francesa del canal de la Mancha.

Para combatir el aburrimiento y mejorar sus destrezas con el idioma, cientos de ellos acuden cada día a las clases de Wilson y a una biblioteca levantada cerca bajo lonas impermeables. Los zapatos se quedan en la puerta para evitar que se llene de barro.

Wilson, nacida en Zimbabue, imparte tres lecciones diarias de inglés de una hora de duración y con una dificultad que va en aumento. Además enseña francés y espera que la demanda crezca a medida que los solicitantes de asilo de Calais desistan de viajar a Gran Bretaña y decidan quedarse en el país que les acoge ahora.

En la biblioteca, un sudanés devuelve una copia de un libro de cuentos de Ernest Hemingway, hojea unos ejemplares de Harry Potter y sale de la tienda con las aventuras de Sherlock Holmes bajo el brazo. Junto a un mapa de Europa, afganos y eritreos debaten sobre las diferencias entre Inglaterra, Escocia, gales e Irlanda – y en donde tendrían mayores oportunidades de obtener estatus de refugiado y un empleo.

Rowan Farrell, un fotógrafo inglés que ayuda a gestionar la biblioteca, incluidas sus computadoras portátiles con programas de clases de inglés, dice que en la tienda se promueve «un ambiente relajado en un lugar muy caótico».

Cerca de allí, trabajadores voluntarios ayudan a organizar actividades de cine, baile y música en el Good Chance Theatre, una carpa de lona levantada por artistas activistas ingleses el mes pasado. Los niños recorren los encharcados caminos del campamento en bicicletas destartaladas, algunas con llantas sin neumáticos. Algunos hombres se sientan en sillas plegables junto a sus tiendas y, por turnos, tocan melodías folclóricas en una guitarra a la que le falta una cuerda.

Por la noche, muchos socializan a la luz de una linterna a pilas o una vela en sus propias tiendas, o se reúnen en uno de los cinco restaurants gestionados por cristianos africanos que, nada más accionar una pequeña bola de discoteca, se transforman en austeros cubes nocturnos donde se puede tomar una cerveza por un euro (1,10 dolares) la lata.

La mayoría musulmana del asentamiento prefiere reunirse para fumar y comer algo sobre los cojines de los restaurants afganos donde televisores activados por generadores muestran películas de Bollywood en DVD.

Incompetencia complica la crisis

La llegada de cientos de miles de migrantes representa la peor crisis de este tipo que enfrenta Europa en medio siglo, la cual se ve complicada por la incompetencia del bloque para resolver los nuevos desafíos, cuando no su indiferencia, según admite el propio jefe del bloque.

Las ambiciones exceden las capacidades de los países, no se cumplen las promesas y reina el caos, la obstrucción y la ineptitud.

«Los países se movilizan a paso cansino cuando deberían estar corriendo», sostuvo recientemente el presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker ante legisladores.

«Hay que acortar la brecha entre lo que se promete y lo que se pone sobre la mesa», agregó. «De lo contrario, vamos a perder toda credibilidad».

El arribo de más de 700 mil personas este año está exacerbando las tensiones. Muchos países acusan a Alemania, el destino preferido de muchos de los que buscan santuario o trabajo en Europa, por alentar a las masas a que sigan emprendiendo el peligroso recorrido en busca de refugio o de una vida mejor.

Los polémicos alambres de púas que colocó Hungría en sus fronteras, que traen a la memoria un pasado oscuro, empiezan a asomar como una opción razonable en Eslovenia y Austria. Hay policías y militares apostados junto a los guardias regulares en las fronteras de Europa.

La celeridad es fundamental para resolver la crisis. Un clima cada vez más frío es el nuevo enemigo y las naciones se afanan por abrir refugios a lo largo de los miles de kilómetros que recorren los migrantes desde Grecia hasta Austria.

La Unión Europea generalmente destina grandes sumas para resolver sus asuntos, pero esta vez lo hace con cierto recelo. El dinero y las políticas que se han establecido, no obstante, han resultado inadecuados.

Ni las trágicas muertes de migrantes en el mar Egeo, ni las escenas de individuos tembloroso que avanzan entre el barro por los Balcanes, ni el caos y la mugre de los centros para personas que piden asilo, incluso en la misma Alemania, deberían sorprender a nadie. Desde que la muerte de más de 350 migrantes que se ahogaron frente a la costa italiana hace dos años obligó a las autoridades europeas a buscar una respuesta, ha habido mala voluntad y disputas.

En el centro de la crisis está Grecia, adonde han llegado más de medio millón de personas este año, la mayoría de ellas sirios que le huyen al conflicto interno de su país y tratan de arribar a Europa a través de Turquía.

Grecia, que enfrentaba una profunda crisis económica, ha sido desbordada y su gobierno no puede contener el flujo, ni registrar y tomar huellas digitales a los migrantes.

Ni siquiera ha sido capaz de aceptar ayuda de los demás. Vacila cuando le ofrecen dinero y bloquea a organizaciones humanitarias que quieren instalar carpas en islas donde no hay refugios.

El primer ministro Alexis Tsipras se comprometió a mejorar la capacidad de admisión de personas y llevarla de 10 mil personas a 50 mil, pero no parece haber ningún plan concreto para lograr ese objetivo.

Dada la magnitud de la deuda de Grecia y la austeridad impuesta a sus ciudadanos, sin embargo, nadie osa criticar al país en público y el gobierno se muestra demasiado orgulloso como para recibir ayuda.

Después de una reciente minicumbre entre la UE y los países de los Balcanes, Tsipras dijo que se habían hecho «propuestas absurdas», que él rechazó.

Una de ellas hubiera creado «una ciudad entera de 50 mil refugiados». Otra hubiera permitido a los países bloquear el ingreso de refugiados, lo que, según Tsipras, hubiera creado un «efecto dominó» que se habría sentido en Grecia.

«Mi principal sugerencia es ir al sur y defender las fronteras de Grecia si ellos no pueden hacerlo», expresó el primer ministro húngaro Viktor Orban. «Pero nadie nos escuchó».

Se habla de un programa para coordinar a los migrantes que pasan por los Balcanes, pero hay numerosos obstáculos y desacuerdos.

Cuatro naciones –Austria, Croacia, Eslovenia y Serbia– prometieron crear centros de recepción para 12 mil personas. Cada uno, sin embargo, elige el sitio por su cuenta, sin coordinar con sus vecinos.

En cuanto a ayuda financiera, las naciones de la UE prometieron aportar 2 mil 300 millones de euros hace poco más de un mes y hasta ahora se han recaudado apenas 86 millones.

Por otro lado, un plan para sacar decenas de miles de refugiados de Grecia e Italia está casi paralizado. Hasta ahora apenas 86 refugiados fueron reubicados en países de la UE. Otro 30 deben ir a Luxemburgo pronto.

«Nueve estados nos han hecho saber que pronto podrán aceptar 700 personas», dijo Juncker. «Pero no nos olvidemos de que tenemos que reubicar a 160 mil refugiados».

*Con información de la Agencia AP

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