Historias de Barrilete: «Una luz para los difuntos»

Sergio Osegueda

Tierra de tradición y color en donde el arte y la espiritualidad se mezclan para que cada 1 de noviembre las familias de Sumpango, Sacatepéquez, se unan en un solo sentir: elevar los coloridos barriletes en memoria de los santos difuntos.

Desde hace cuatro meses, aproximadamente, los sumpangueros comienzan el proceso para trabajar sendas obras que serán expuestas en el campo comunal de la localidad como parte del festival de barriletes.

Para esa actividad, se dividen en tres categorías. La de mayor arraigo es la A, en la que participan al menos 15 grupos en la elaboración de barriletes que van de los 10 metros hasta los 22 metros, según el diseño.

Gabriel Gallina, integrante del grupo Corazón Juvenil, cuenta cómo desde hace 29 años, ese colectivo ha sido integrado por personas que mantienen la tradición, hasta quedar ahora en manos de hijos, primos y otros familiares.

«De por sí, aquí en Sumpango, la mayoría trabajan barriletes», explica Gallina, de cómo surge el deseo de continuar con la tradición.

Sin embargo, más allá del arte que cada 1 de noviembre se refleja en papel, cada grupo tiene una historia, que va desde la expresión de la plástica hasta el ceremonial espiritual que incluye.

«Lo que cuentan los abuelos, nuestros ancestros, es que los barriletes también representan una luz para los espíritus, ya que también son una guía para las almas que ese día vuelven a la tierra de los vivos», cuenta Gallina.

Semanas de esfuerzo, se ven reflejados en el grupo Corazón Juvenil. Foto La Hora: Sergio Osegueda
Semanas de esfuerzo, se ven reflejados en el grupo Corazón Juvenil. Foto La Hora: Sergio Osegueda

Agrega que «cuando un barrilete se rasga, le pasa más de algo, nosotros venimos y lo quemamos en ofrenda para todos los difuntos», expresa Gallina.

El trabajo arduo continúa, todos con expectativas altas, recelo en su trabajo, pero con la plena convicción de plasmar en el arte del papel, el pensar del pueblo de Sumpango.