Para el exembajador e internacionalista Luis Fernando Andrade, el gobierno del presidente Bernardo Arévalo debe ser hábil para explicar a la comunidad internacional la situación que atraviesa Guatemala luego de que asumió el cargo el pasado 14 de enero.
En una plática que sostuvo con La Hora, habló de la política exterior que ha manejado el Gobierno de Guatemala, hacia qué debe ir dirigida y sobre las posibilidades de que Donald Trump regrese a la Casa Blanca en enero del próximo año.
La Hora: ¿Hay quienes creen que una victoria de Donald Trump sería un retroceso para la lucha contra la corrupción en Guatemala?
Luis Fernando Andrade: El gobierno y los sectores sociales debemos hacer una causa común, como se hizo el año pasado, en defensa de la democracia. El Gobierno tiene la alta responsabilidad de saber vender la situación que está enfrentando internamente en temas de Estado de Derecho.
A Trump le preocupan los migrantes y él simpatiza con regímenes autoritarios, pero en función de que pueden hacer las cosas, no es un asunto ideológico, sino práctico —y— el Gobierno ha demostrado ser en estos meses poco práctico.
L.H. ¿Cómo sería una segunda presidencia de Trump?
L.F.A.: La presidencia de Trump es de acciones y muy ejecutiva y a este gobierno —de Guatemala— le ha faltado capacidad de ejecución y de iniciativa y Trump va a exigir resultados, bilaterales y multilaterales. Para trabajar con Trump uno debe tener la capacidad de cumplir lo que ofrece, esa es su historia, por eso se lleva bien con los presidentes autoritarios.
L.H.: ¿Cómo ha visto la relación de Guatemala con el actual Gobierno de Estados Unidos?
L.F.A.: El gobierno americano ha sido generoso y le ha abierto todas las puertas de las agencias de Estado y de cooperación, y han jugado un papel interno para facilitarle diálogos y acuerdos hasta donde es posible, pero el Gobierno de Guatemala ha tenido muchas dificultades para consolidar un equipo, dar resultados y comunicar oportunamente lo que se hace.
L.H.: ¿Qué opinión tiene del manejo de la política exterior en estos primeros seis meses de gestión?
L.F.A.: El presidente —Bernardo Arévalo— es el que ha asumido el liderazgo, pero como tiene tantos temas simultáneos y presiones, se ve que tienen problemas para delegar y toma decisiones abruptas. No hay una filosofía de equipo con certeza, sino que hace públicas las diferencias y ante el temor de que alguien pueda ser destituido se vuelve una gestión centralizadora y cuando eso pasa se van quedando rezagadas decisiones.
L.H.: Y en política exterior: ¿Qué efectos tiene esa centralización de funciones en el presidente?
L.F.A.: En no capitalizar los espacios internacionales que tienen. ¿Cuántos viajes ha hecho el Canciller para proponer cosas, como una coordinación regional en materia migratoria o que vengan los cancilleres a Guatemala? Hay que buscar, planificar y organizar eventos y reuniones que tengan una visión estratégica. Guatemala debe buscar estas agendas regionales.
L.H.: Hablando de China y Taiwán ¿Debe seguir Guatemala siendo aliado de la isla?
L.F.A.: Habría que evaluar los pros y los contras. Hay una realidad, que las importaciones desde China llegan a más de US$5 mil millones. China es un socio de muchas empresas, muchas dependen del comercio con China, eso no se discute. Taiwán tiene un componente histórico de defensa de la democracia, han cultivado muy bien a los políticos, militares y ciertos sectores, son muy generosos, pero no hacen inversiones estratégicas, que se traduzcan en empleos sostenibles y competencia, hace falta profundizar y enraizar esa relación.
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También hay que ver la relación con Washington. Taiwán con Israel influyen mucho en Estados Unidos, pero nosotros no hemos tenido una estrategia. Estas relaciones históricas no se han profundizado ni llevado a los pasillos del capitolio de forma estratégica, hay una visión bilateral —con estos países—, pero no integral.
L.H.: A propósito: ¿Cómo analiza la relación con Israel luego del voto de Guatemala a favor de Palestina en la ONU?
L.F.A.: Ellos —la Cancillería— se dejan llevar por el ‘by the book’, es decir, por lo que se ha hecho, pero en esa situación se estaba dando una guerra, Israel sufrió un ataque por parte de Hamás y Guatemala no podía llegar a tener una posición tradicional, Israel apelaba a los amigos, y con los amigos hay que jugársela en momentos importantes. Guatemala tiene que reformular su política, no es que sea despectivo, pero hay una vieja escuela de la diplomacia que ya está superada en el mundo, hace falta cambiar eso.
L.H.: ¿Por qué forma de diplomacia está siendo sustituida la vieja escuela?
L.F.A.: Los países empiezan a dinamizarse, se posicionan, tienen propuestas con las que ponen al país en una situación para atraer inversiones o turismo. La diplomacia tiene que redundar en beneficios para Guatemala y ahí entra la capacidad de convencer a multinacionales, por ejemplo.
L.H.: ¿Qué le hace falta al Ministerio de Relaciones Exteriores para llegar a ese cambio?
El Minex ha sufrido de nombramientos políticos. En los últimos años, ya no hay capacitaciones y el mundo cambia constantemente. No se preparan cuadros, no hay un reciclaje de funcionarios que unos entren y otros salgan a capacitarse y luego regresen. Hay un desfase enorme y se quedan cuadros por años haciendo lo mismo y cualquier cosa que sea distinta la ven con suspicacia y es difícil cambiar esa dinámica.