La ambulancia del Cuerpo de Bomberos Voluntarios (CVB) abrió la sirena, las luces se reflejaban entre los carros, a toda marcha se dirigía hacia el Hospital Nacional de Escuintla.
Una mujer angustiada y sudorosa acompañaba a los paramédicos. Los nueve meses se habían cumplido y una nueva vida se avecinaba. El tiempo corría y aceleraban para llegar de inmediato al centro asistencial.
En un nuevo día para salvar vidas, los socorristas de la novena compañía se pusieron las botas, camisa blanca con mangas negras con el escudo del cuerpo al que pertenecen y con el principio fundamental de que la vida es primero.
Un día caluroso como todos en Escuintla, el sudor pegado a la piel cuando llegaron a traer a la embarazada, la mujer había esperado nueve meses para el momento. Y era momento de traer vida a este mundo.
La marcha de la ambulancia los llevó por la carretera a Puerto Quetzal. El recorrido eterno tuvo que ser detenido porque el bebé se aproximaba a ver la luz de este planeta.
En el kilómetro 73 pararon, el bombero se puso sus guantes azules, y comenzó a apoyar a la mujer, la cabeza salió, el parto era inminente. No había tiempo para seguir hacia el hospital.
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Los socorristas apoyaron a la mujer con las contracciones, las respiraciones, y en un parpadear una nueva persona los acompañaba en la unidad de emergencia.
Dieron la atención prehospitalaria, pero la prisa ya no era necesaria, lograron llegar al Hospital Nacional de Escuintla, en donde las enfermas rápidamente ingresaron a la mujer, ahora convertida en madre.
“No todo es mala noticia”, afirmaron los paramédicos orgullosos de sus compañeros, que lograron traer al mundo a un nuevo ciudadano guatemalteco.