Mateo Labbé Gálvez-Sobral es un niño con diabetes tipo 1. Foto: Cortesía

Un niño de 10 años que vive con diabetes tipo 1 y que dio positivo de COVID-19 cuenta su historia. Demanda vacunas para los menores que padecen esta y otras enfermedades de alto riesgo.

Mateo Labbé Gálvez-Sobral tiene 10 años recién cumplidos. Tenía 4 cuando le diagnosticaron Diabetes tipo 1, una condición autoinmune en que las células del páncreas dejan de producir insulina. Es una enfermedad crónica, por lo cual necesita inyectarse a diario este medicamento para estar vivo.

Debido a las complicaciones que enfrentó ahora busca que se promueva la vacunación de los menores de edad con este padecimiento. Foto La Hora/Gobierno de Guatemala

Estos días no han sido de los mejores, pues luego de casi dos años de cuidarse para no contagiarse de COVID-19, finalmente se le diagnosticó positivo, situación que le disparó los niveles de glucosa, fiebres altas, tos y garganta irritada.

A pesar de las dificultades, el pequeño Mateo lleva una bitácora que registra su condición en estos días de COVID-19: “Hoy ha sido un buen día, no tengo fiebre, oxigenación mejor que ayer y anteayer, pero un poco desesperado”, comenta con soltura y un rostro pálido en el que resaltan dos enormes ojos negros.

Lleva varios días de encierro al lado de su mamá, Ana María Gálvez-Sobral, quien se encarga de monitorear cada síntoma que observa y de entretenerlo en su habitación, en donde tiene un espacio con suficientes juegos de mesa que hacen más llevadero el aislamiento.

Mateo es el vocero de la Asociación Creciendo con Diabetes. Es uno de los 74 menores del grupo, de 5 a 11 años de edad, quien forma parte de las 297 familias registradas en esta agrupación.

Se trata de personas extremadamente vulnerables pues su sistema inmunológico está comprometido. Con la pandemia han tenido un deterioro en su calidad de vida debido al aislamiento al que han estado sometidos, lo que afecta su salud física y mental, comenta la directora de esta Asociación, Janina Argueta.

Mateo, junto a su mamá, hace un llamado a las autoridades del Ministerio de Salud a agilizar el plan de vacunación para el grupo de 5 a 11 años de edad que padecen enfermedades de alto riesgo, ante el peligro de contagio por nuevas variantes del coronavirus.

DIABETES Y COVID: UNA MALA COMBINACIÓN

Desde que fue diagnosticado positivo de COVID-19, el pasado 4 de enero, Mateo experimentó días de intensa fiebre, glucosa arriba de 580 (lo normal es de 80 a 130 miligramos por decilitro mg/dL) que no bajaba con nada, con el peligro de que podía conducirlo a una cetoacidosis diabética, que puede ser mortal, cuenta su mamá, Ana María. Ese fue el principal drama que vivieron hace varios días.

Explica que esta es una complicación grave que ocurre cuando el cuerpo no tiene suficiente insulina para permitir que el azúcar en la sangre ingrese a las células para usarlo como energía. En su lugar, el hígado descompone grasa para obtener energía, un proceso que produce ácidos llamados cetonas, los cuales si son abundantes pueden acumularse y ser peligrosos en el cuerpo.

Por lo anterior, cada hora su mamá revisa sus signos vitales y nivel de azúcar. Utiliza unas tiras especiales para medirla en la orina y aparatos que le permiten monitorear igual que un niño de primer mundo.

Mateo tiene 10 años y nos cuenta su historia. Foto: Cortesía

“Ahorita mismo estoy bien. Bajó la fiebre y el azúcar está controlada”, afirma Mateo, quien terminó 4to grado de primaria en el Liceo Javier. Se entretiene en su cuarto con una Tablet, pero con mala señal de Internet, por lo que opta por alternar con juegos como katamino, ajedrez, monopoly, laberinto, dados, faraón, rompecabezas y otros más. Aunque, cuando está sano, prefiere salir a jugar con su mejor amigo quien vive cerca de su casa. “No me preocupo por el futuro, pero me gustaría probarme a mí mismo que soy bueno tocando el piano”, confiesa.

Ahora que ha sufrido los embates de este virus, le gustaría estar protegido con una vacuna contra el COVID-19. Pone de ejemplo a su hermano mayor, quien se contagió y gracias al inmunizante, pudo superar la enfermedad mejor que su mamá.

VIGILANCIA 24 HORAS

Para Mateo y su familia cada día es un reto. Se le cuida para que lleve una vida lo más saludable posible. Cada día debe inyectarse con una dosis de insulina basal (acción prolongada) y otra de acción rápida. Las dosis deben aplicarse puntualmente. El retraso puede ser letal, explica su mamá.

La dieta, el ejercicio, las emociones, el estrés u otras enfermedades pueden alterar los niveles de glucosa en la sangre -excepto los padecimientos gástricos-, lo cual puede afectar algunos órganos. “Puede levantarse con un nivel de 98 de glucosa y dos horas después tiene 240”, comenta.

El cuidado de esta enfermedad crónica implica una inversión promedio de Q4 mil mensuales, entre tiras reactivas de glucosa y el medicamento.

Cuando fue diagnosticado de diabetes, su madre renunció a su trabajo. Los primeros seis meses del primer año escolar, Ana María los pasó en el parqueo del colegio por si se daban imprevistos. “Nos cambió la vida por completo. No se le deja solo nunca, cada salida de casa implica llevar una lonchera con su tratamiento, aunque se puede cuidar muy bien (puede inyectarse solo) y con el tiempo ha sido más llevadera la enfermedad”, afirma.

Mateo Labbé Gálvez-Sobral tiene 10 años recién cumplidos. Foto La Hora/Cortesía

Actualmente Ana María Gálvez-Sobral colabora con una proyección educativa en la Asociación Creciendo con Diabetes desde donde apoya a familias de escasos recursos a proveerles de medicamentos, así como compartir su experiencia con los nuevos casos diagnosticados, sobre la forma de tratar en casa a un niño con esta condición.

“Mateo es un niño sano, se alimenta bien, practica ejercicio, es responsable y disciplinado. Muy maduro para su edad por lo que le ha tocado vivir”, comenta con orgullo su mamá, aunque la angustia de su condición los obliga a ella y su esposo, Mauricio Labbé a no bajar la guardia cada día.

 

FALTA ACCIÓN CON LOS MÁS PEQUEÑOS

Janina Argueta, directora ejecutiva de la Asociación Creciendo con Diabetes, explica que desde el pasado 9 de agosto presentaron un oficio al Ministerio de Salud con copia a la Procuraduría de Derechos Humanos, solicitando vacunas contra el COVID-19 de manera urgente para los niños y jóvenes de esa agrupación por su alta vulnerabilidad.

“Queríamos ser escuchados pues los contagios siguen y nuestros niños y jóvenes no podían esperar a que las autoridades los dejaran esperando”, comentó la directiva.

La respuesta llegó y lograron cobertura para el grupo de 12 años en adelante. Sin embargo, los pequeños, mayores de 5 años en adelante quedaron excluidos, comenta Argueta, quien fundó esta asociación hace unos 15 años por su hijo.

 

Actualmente trabaja con 297 familias registradas, para brindar atención a pacientes con edades de 0 hasta 24 años; de cuyo total, el grupo de 5 a 11 años lo conforman 74 menores. Sin embargo, asegura que hay un subregistro de esta enfermedad en todo el país, por lo cual se carece de datos confiables de cuántos la padecen.

De igual manera, sobre enfermedades en riesgo como cáncer, espina bífida y otras se carece de una estadística a nivel nacional que permita dimensionar la magnitud de pacientes sin diagnóstico o registro que en este momento tengan necesidad de un inmunizante contra el coronavirus.

“Queríamos ser escuchados pues los contagios siguen y nuestros niños y jóvenes no podían esperar a que las autoridades los dejaran esperando”

Janina Argueta, directora ejecutiva de la Asociación Creciendo con Diabetes

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