El simple cómputo del costo humano del horrible accidente de camión en el que murieron 55 migrantes y más un centenar resultaron heridos es estremecedor, incluso para quienes sobrevivieron al desastre en una carretera del sur de México.
Cerca de 40 de los sobrevivientes estaban ingresados con “múltiples contusiones” en hospitales de la zona el viernes en la noche, y eran los que salieron mejor parados.
Casi 20 más presentaban fracturas óseas, sobre todo en brazos y muñecas, lo que sugiere que trataron de amortiguar la fuerza el impacto cuando el tráiler abarrotado de migrantes en el que viajaban volcó y se estrelló contra un puente peatonal.
Otros tenían cuadros de mayor gravedad: lesiones cerebrales o daños internos, a menudo con el pecho, el abdomen o la pelvis aplastados. La fuerza del choque golpeó a los migrantes entre sí, los empujó contra las paredes de acero de la caja del camión y arrojó a algunos al asfalto.
Enmanuel Ramón Hernández, uno de los residentes que corrió a ayudar tras el accidente, dijo que el propio peso de las víctimas pudo haber causado muchas muertes. Aunque la mayoría de los heridos sufrían contusiones o lesiones y golpes internos, los primeros 45 muertos que sacaron no presentaban evidencia de fracturas, lo que indicaría que se asfixiaron, añadió.
Desde los hospitales, los sobrevivientes contaron cómo su ubicación en el interior del tráiler marcó la diferencia entre la vida y la muerte.
Quienes tuvieron la mala suerte de viajar apretados contra las frágiles paredes del contenedor de mercancías casi con toda seguridad fallecieron, señalaron. Los que estaban ubicados en medio del compacto grupo sobrevivieron, protegidos por sus compañeros de travesía cuando el vehículo volcó sobre la calzada.
“Los que murieron fueron los que iban pegados a los muros del tráiler”, dijo un joven guatemalteco que estaba siendo tratado por una fractura en un brazo en un hospital local. “Gracias a Dios, nosotros íbamos a la mitad».
El migrante, que no dio su nombre porque no tenía documentos de estancia legal en México, describió una horrible escena de gritos y sangre justo después del impacto del camión contra la base de un puente peatonal de acero el jueves. Según sus estimaciones, a bordo del vehículo viajaban alrededor de 250 personas.
Los sobrevivientes tuvieron que abrirse paso entre la maraña de migrantes ya muertos o moribundos.
“Cuando yo caí, los compañeros se cayeron encima de mí. Eran como dos o tres que estaban encima de mí”, recordó.
Entonces comenzó la lúgubre tarea de intentar sacar a los heridos.
“Al levantarme, otro compañero aún estaba gritando”, explicó. “Yo jalé, lo saqué, lo puse en la orilla, pero él falleció”.
El joven contó que el conductor del camión, que está en paradero desconocido, tomó una curva cerrada a gran velocidad y perdió el control en una carretera hacia Tuxtla Gutiérrez, la capital del estado de Chiapas.
Aunque el gobierno de México está tratando de apaciguar a Estados Unidos con una política de contención en el sur, intentando disolver las caravanas de migrantes a pie y permitiendo el restablecimiento de la política de “Permanecer en México”, no ha podido evitar que miles de migrantes crucen el país hacinados en camiones gestionados por redes de traficantes que les cobran miles de dólares para llevarlos a la frontera estadounidense.
El ministro de Exteriores de Guatemala, Pedro Brolo, pidió el viernes que se endurezcan las condenas para quienes se lucran con la migración.
Los sobrevivientes contaron que la mayoría de los que iban en el camión eran de Guatemala y Honduras. Según las autoridades, había también migrantes de Ecuador, República Dominicana y México.
Quienes hablaron con los sobrevivientes dijeron que se habían subido al vehículo en México, cerca de la frontera con Guatemala, y que pagaron entre 2.500 y 3.500 dólares para ir hasta el estado de Puebla, en el centro del país. Una vez allí, probablemente habrían contratado a otros contrabandistas para que los llevasen a la frontera.
A pesar del aviso del siniestro, muchos migrantes seguían su camino hacia Estados Unidos. El jueves, después del accidente, un grupo de unas 400 personas, en su mayoría centroamericanas, recorrían a pie una carretera hacia la Ciudad de México, ignorando los pedidos de las autoridades migratorias y los soldados de la Guardia Nacional para entregarse.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, culpó a la pobreza y a la falta de empleo de obligar a la gente a emigrar y dijo que Washington está avanzando lentamente para atender su reclamo de más inversión en programas de desarrollo en Centroamérica.
El papa Francisco, que visitó Chiapas en 2015 y ha hecho de la difícil situación de los migrantes uno sello distintivo de su papado, envió el viernes un telegrama de condolencias al arzobispo de Tuxtla Gutiérrez, ofreciendo oraciones por los muertos y sus familias, y por los heridos.