Sochi, Rusia
DPA
La selección uruguaya de fútbol se clasificó hoy para los cuartos de final del Mundial al vencer 2-1 a Portugal gracias a dos maravillas de Edinson Cavani, el indicutible protagonista de un duelo oscuro para Cristiano Ronaldo.
El equipo de Óscar Tabárez apeló al talento de sus delanteros y a la sufriente disciplina colectiva para pasar de ronda, donde le espera Francia. A cambio, Cristiano Ronaldo abandonó Rusia el mismo día que Lionel Messi. Y como el argentino, lo hizo casi en silencio, sin apenas muestras de rebelión contra la derrota.
El partido salió bueno, bastante mejor de lo que los agoreros pronosticaban. A ello contribuyó sin duda el tempranero gol de Uruguay, que obligó a Portugal a cambiar su plan e intentar asumir el mando del encuentro. Justo lo que no quería.
El tanto celeste fue una maravilla. En la previa, Tabares había dicho que «el fútbol es de los futbolistas», una definición perfecta para el gol. Ocurrió a los siete minutos, cuando Cavani cambió en largo para Suárez, continuó la jugada con ansia, su compañero le puso el balón donde quería y el impecable cabezazo completó la arquitectura. Una acción que cambiaría el destino del duelo.
Uruguay se encontró pronto en el lugar que había soñado, el paraje en el que más brilla la construcción contemporánea de Tabárez. Son ocho leones defendiendo y dos cracks descolgados en la punta y capaces de volver loco al mismísimo diablo.
La segunda parte de su plan también le funcionó: Cristiano Ronaldo fue intrascendente. Los defensores uruguayos lograron sacar al delantero de las zonas en las que más peligro genera y con frecuencia lo llevaron a la banda, donde es menos dañino. Al jugador del Real Madrid también le faltó ayuda de sus compañeros. Sólo Bernardo Silva enseñó algo en un centro del campo con déficit de talento.
El descanso llegó con trabajada paz para Uruguay y con un fuerte dolor de cabeza para Portugal, obligada a gobernar un duelo en contra de su naturaleza. Era el duelo que Tabárez había pedido al Pozo de los Deseos.
Lo que tampoco entraba en los planes es que el primer gol recibido por Uruguay en este Mundial llegara en un saque de esquina. Pero así es el fútbol y este torneo tan trufado de tantos en jugadas a balón parado. El empate ocurrió a los 55 minutos, obra del central Pepe en una jugada mal defendida por los celestes.
Para entonces, Uruguay estaba demasiado metida en la cueva y defendiendo cada vez más cerca de su arquero. Pero reencontró el poder del contraataque y, ante todo, la clase de Cavani. Otra vez el juego en poder de los futbolistas.
A los 57 minutos, el delantero del PSG culminó un vertiginoso contraataque con un espectacular remate con la diestra para superar a un Rui Patricio mal ubicado. Otra vez Cavani al servicio de la causa uruguaya, otra vez el marcador en terreno charrúa, otra vez Portugal obligada a lo que no quería.
Uruguay recibió a los 71 minutos la pésima noticia de la lesión de Cavani. Con un fatigadísimo Suárez, casi nada le quedaba en la punta. La misión era defender, defender y defender. Y con mucho tiempo por delante.
El paso de los minutos fue cayendo a plomo sobre la torturada paciencia de Portugal, incapaz de encontrar el ariete de Cristiano Ronaldo para derribar un muro charrúa armado con once ladrillos. No lo consiguió porque le faltó imaginación y a Uruguay le sobró destreza. Pocos defienden mejor que los de Tabárez.
De esta esforzada manera, y con Cavani en el recuerdo, Uruguay se metió entre los ocho mejores del mundo, un éxito de enormes dimensiones. Con pocos pero sólidos argumentos, tumbó al campeón de Europa y despidió a Cristiano Ronaldo, quién sabe si en el último Mundial de su carrera. Hola, Uruguay; adiós, Cristiano.