El proyecto ahora es ambicioso, pero necesita apoyo para concretizarse. Foto La Hora/Cortesía

¿Sabía que la canela puede ser útil para tratar la diabetes? ¿Y que la hoja de cordoncillo puede aliviar los síntomas de la menopausia? También se sabe que las hojas de eucalipto y de guayaba son dos plantas que pueden aliviar los síntomas del Covid-19.

Esto es una pequeña parte de los hallazgos que el químico biólogo, Armando Cáceres, catedrático de la Universidad de San Carlos (Usac) y director de investigaciones del laboratorio Farmaya, ha descubierto a lo largo de más de 40 años de investigación científica, con el apoyo de un equipo multidisciplinario que incluye botánicos, biólogos, médicos y químicos, quienes se han dedicado al rescate, cultivo y estudio científico de estas plantas medicinales en el área rural, para otorgarles validez científica.

Cáceres es el autor del emblemático manual: “Vademécum Nacional de Plantas Medicinales”, que va por su 3ª edición, y el de mayor demanda en la Editorial Universitaria. Una guía de consulta que contiene 101 monografías de plantas curativas en Mesoamérica. Un conocimiento ancestral que se llevó al nivel científico y ha servido para capacitar a personal rural para la atención primaria en salud, así como para estudiantes universitarios.



La medicina tradicional es milenaria. El conocimiento de los usos de las plantas nativas ha sido heredado a lo largo de generaciones. Se trata de un recurso aceptado en la mayoría de la población, especialmente en Centroamérica, donde el acceso a los medicamentos es precario e inaccesible en ciertas zonas rurales. “Además, cuando se impone un sistema hegemónico basado en patentes y empresas transnacionales”, sostiene Cáceres.

Recientemente el científico participó en un conversatorio virtual con la biblioteca de la Usac para retomar la importancia de esta publicación en tiempos de crisis de salud y económica por la pandemia. Pero también para socializar su proyecto más ambicioso y por el cual busca fondos: el Vademécum Centroamericano, una edición que recogería el conocimiento curativo tradicional de ocho países: Centroamérica sumado a Belice, Panamá y República Dominicana. Pero necesita fondos para concretarlo.

La documentación se ha fundamentado en investigaciones científicas. Foto La Hora/Cortesía

REFERENTE RURAL

El recorrido para llegar a este momento ha sido largo e involucra a varias instituciones. Desde 1977, el Centro Mesoamericano de Estudios sobre Tecnología Apropiada (CEMAT) inició los procesos de rescate, validación, cultivo y usos de plantas medicinales en el área rural. “Para entonces la Usac lo consideró un trabajo irrelevante”, recuerda.

Esta información sirvió para capacitar a unas 500 personas con dos series de fichas populares sobre plantas medicinales y así promover su uso en la atención primaria en salud.

En la década de 1990, el autor editó un ejemplar más amplio con 120 monografías: “Plantas de uso medicinal en Guatemala”. En el 2000, la Comisión Nacional de Plantas Medicinales solicita que la obra se transformara en el “Vademécum Nacional de Plantas Medicinales”. Por tanto, se convirtió en el manual oficial en recursos terapéuticos para la atención primaria en salud. A lo largo de más de 300 páginas, el Vademécum recoge 101 monografías de 42 plantas nativas, 48 introducidas y 11 importadas.

Otra de sus virtudes es que es un documento de apoyo regulatorio oficial en la Unión Aduanera de Centroamérica, Brasil y Colombia.



UNA MEDICINA INTEGRADORA

Desde el 2013, Cáceres se ha dedicado a ampliar su trabajo en una versión centroamericana. Está diseñado con 150 monografías, 520 páginas, y toma en cuenta el estudio de 70 plantas nativas, 60 introducidas y 20 importadas. “Se ha solicitado apoyo financiero a más de 10 instancias nacionales, internacionales y multilaterales que han mostrado interés, pero a la fecha no se ha recibido ningún apoyo”, expresa.

Para llevar a cabo este proyecto, necesita completar tres fases. La primera parte de un equipo de ocho expertos nacionales e internacionales para revisar los borradores en un plazo de seis meses, en promedio. Una segunda fase es la evaluación de estos por terceros y por último, una serie de talleres de capacitación (en línea) para los participantes de los ocho países miembros. El costo del proyecto regional lo estima en US$400 mil.

Parte de las conclusiones de este científico es que la medicina “oficial o alopática” atiende a cerca del 20 a 40% de la población mundial, mientras que alrededor del 60 a 80% de la población se cura con terapias tradicionales, alternativas o complementarias.

De allí que una de sus recomendaciones es que en el campo político y académico se plantee una posición integradora de la medicina. “Se debe cambiar la mentalidad de los profesionales de la salud para lograr un ejercicio más holístico, con una atención en salud incluyente, tanto a nivel público como privado”, comentó.

Esto es una pequeña parte de los hallazgos que el químico biólogo, Armando Cáceres. Foto La Hora/Cortesía
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