Juan Fernando Batres Barrios

Esta es una historia que no trata de nadie, que sucedió hace ya demasiado tiempo atrás y que en realidad es como la historia de muchos que andamos en esta vida de un lado a otro sin saber cuál será nuestro lugar final…

Hace ya mucho, mucho tiempo, más de dos mil años atrás, en los majestuosos bosques del Líbano, creció lozano un gigantesco cedro, tan alto y frondoso que era un gigante entre todos los demás; siendo hogar de muchos animales del bosque, como ardillas y aves entre sus ramas. El majestuoso gigante se llenaba de orgullo por ser quien era, el más grande e imponente representante de aquel mítico bosque.

A sus pies, en ocasiones observaba a los seres humanos que tomaban un respiro de su camino a su sombra, pensaba el gigantesco Cedro: “Curiosas criaturas estos seres que andan en dos patas, se cubren los cuerpos y usan herramientas para casi todo, a pesar de que pueden caminar por sí mismos muchas veces lo veo montar a diferentes bestias” …

De esa manera pasaron varios años, hasta que un día, al despuntar el alba y levantarse el astro rey, llegaron esas curiosas criaturas, los hombres. Se quedaron admirando por mucho tiempo al frondoso cedro… Eso lleno de orgullo al entonces soberbio árbol hasta que sintió el primero de muchos hachazos. Cada uno de ellos provocaba un ruido sordo terrible en todo el bosque, le lastimaban hasta lo más profundo, él sin poder hacer nada, ni siquiera quejarse, aguantaba el dolor y la perturbación interna de porque esas criaturas estaban lastimándolo.

Luego de casi cinco horas de hachazos constantes, solo sintió el más grande Cedro del Líbano temblar todo a su alrededor, para en un instante después volcarse sin control al suelo, haciendo un estruendo que se escuchó por todo el bosque.

Cuando tuvo noción nuestro pobre amigo cedro de lo que estaba sucediendo ya lo estaban cortando en pedazos, los humanos que estaban a su alrededor se veían muy contentos y satisfechos por lo que estaban haciendo. Así inicio el viaje la madera del árbol más majestuoso que se vería en ese bosque por mucho, mucho tiempo.

Siendo tan grande el árbol, de su madera naturalmente se hicieron tantas cosas muy hermosas; mesas que llegaron a palacios, se tallaron cuencos finísimos para el uso de los principales visires de la época y finos adornos de barcos que transportaban a la realiza. Pero nuestro orgulloso amigo perdió conciencia de muchas de sus partes, su alma de cedro se concentró quizá en unos pocos trozos de su madera, donde al parecer nadie tomaba nada para provecharla, era un gran pedazo de madera rojiza que contaba con nudos en sus betas, formando un dibujo intrincado que a muchos artesanos ebanistas le parecían muy feo y duro para provecharlos de alguna manera para que fuera tan elegante y fino como las otras partes de la preciada madera.

De tal suerte, la porción de madera que contenía la conciencia y corazón del más grande y frondoso cedro visto hasta el momento por esos lares, quedo arrumbado en una bodega, echado al olvido de todos…

Pasó mucho tiempo, se levantaron reyes y descendieron monarcas, eran tiempo ríspidos en todos lados cuando fue descubierto el muñón de madera rojiza por unos obreros que remodelaban el lugar, muy mañosos, por cierto. Ya muy, muy seco al fondo de la bodega donde se habían olvidado de él lo tomaron simplemente para hacerlo tablones, astillas y echarlos al fuego de la noche, sin importarles nada.

Parecía el final del cedro más grande y orgulloso de los bosques del Líbano, sin tener conciencia que quizá el resto de su madera había sido utilizada para adornar el salón del trono de algún emperador. El gran muñón de manera de algún lado saco lo que pudo ser sus últimas lágrimas de savia, de tristeza y arrepentimiento; pensado en su interior todo el tiempo que desperdicio pensando que él era lo mejor que existía y que no había sobre la faz de la tierra criatura más grade e imponente que él, dándose cuenta de que el orgullo es solo un desperdicio en la vida, sin importar si eres un humano, un águila que vuela por los aires o simplemente el cedro más grande del bosque.

Cuando ya estaba casi hecho añicos el muñón de madera, hecho ya varias tablas para echarlo al fuego, un viejo pastor de ovejas que pasaba por el lugar interrumpió a los obreros preguntándoles si no les vendían esas tablas de cedro que pensaban echar al fuego.

Los obreros, que no dejaban pasar oportunidad de hacerse de unas monedas, sabían que podían vender algo que simplemente no les había costado nada y con ese dinero podrían emborracharse esa noche y así entrar en calor sin necesidad del fuego. Aceptaron unas monedas que el pastor les ofreció y así este se llevó las tablas consigo, el pastor llego a su vivienda donde se dirigió a su establo a armar un comedero para sus ovejas con las tablas del cedro que había recién adquirido.

Nuestro amigo aún muy adolorido por la cortada que había sufrido estaba agradecido por no haber terminado como ceniza quemada al fuego, entendió que era una nueva oportunidad para que, en su ahora humilde forma de pesebre, pudiera servir a los demás, dando de comer a los animales que daban a su vez el sustento al buen pastor de ovejas y su familia, que en realidad lo más importante que podemos ser en esta vida no es ser grandes e imponentes, es servir a los demás…

Así paso una temporada hasta que por el mes de… en realidad nadie sabe, por mandato del emperador de turno, todas las familias debían registrarse, una pareja de recién casados buscaba albergue tras el viaje para cumplir con este mandato sin éxito, llegaron a las puertas de pastor de ovejas que sintiéndolo mucho no podía alojarlos dentro de la casa, pero gustosamente ofreció el establo a la cansada pareja que se notaba que estaban por dar a luz a su primer hijo.

Así pues, se acomodaron en el establo los peregrinos cansados sin saber que eran los padres de la persona más importante de la tierra. Al lado de las ovejas del pastor, del buey que ayuda a labrar la tierra y la vaca que da la leche diaria nació el parteaguas de la historia mundial. Su nacimiento fue anunciado por una estrella brillante en lo alto, coros de ángeles en los prados y, aunque sea difícil de creer, el bebé que sería la salvación de la humanidad fue acurrucado a descansar en un pesebre rústico hecho de cedro, con la madera del más grande y frondoso árbol de los bosques del Líbano que dejo su orgullo atrás para simplemente servir a los demás.

Hay ocasiones en la que caemos en la tentación de exaltarnos por nuestra cuna, por nuestra apariencia o circunstancias donde nos ha colocado la vida. En estos días de reflexión donde nos une el amor y sacrificio del Hijo de Dios, simplemente tomémonos de las manos y preguntémonos los unos a los otros: ¿Te puedo ayudar en algo?…

¡Felices fiestas a todos y que el espirito real de las fiestas nos acompañe todos los días del año!

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